271. EL BENEFICIO DE LA DUDA
- Pajas Bravas
- 18 abr 2019
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“La absolución por el beneficio de la duda es una sentencia judicial penal absolutoria fundada en la falta de plena prueba sobre la culpabilidad del imputado”.
- Jajaja… Mamáááá, venííííí…
Si el preludio no hubiera sido la risotada, seguramente hubiera salido corriendo de mi habitación así tal cual como estaba (remera desvencijada de Kevingston talle 55 mil de mi marido, bombacha y un rodete al estilo Gaudio pero batido con la minipimer). A las siete de la mañana, cualquier cosa se levanta de mi cama.
- Mamáááá
- ¿¿Qué??
- Vení a verlo a Corchoooo…
Lo primero que me vino a la cabeza cuando le vi la nuca fue una película clase B y un niño interpretando a un muerto por escopetazo. Un remolino capilar en la nuca que era para alquilar balcones. El "caos", según la Real Academia Española. Un torbellino de pelos que simulaba la salida de perdigones en un maquillaje barato. Una masía para los caranchos.
- Corcho, ¿qué te pasó?
- Nada.
- Dale Corcho… dejame ver.
Un rollo de alambre de púa. Fibra de vidrio. ¿Qué digo?Fibra de vidrio no, es demasiado finita. Madeja de piel de puerco espín. Mechón de mimbre. Un delicado cardo escocés. Una Paja Brava. Epa, nooo. Con la paja brava no, ¿eh?
Era el motín de los cabellos.
- Corcho, ¿qué es lo que tenés acá?
- Nada.
- Corcho, esto es chicle…
El desgraciado pedazo de chicle se había aferrado al cráneo por temor a desprenderse. Y se había ido estirando por el cuero cabelludo en un arranque de negación y afirmación que habrá sufrido Corcho contra la almohada, esa era la única explicación que encontraba. Habrá comenzado como bollo al principio, pero a las siete de la mañana ya era una masa estirada lista para desmoldar. El tema era cómo…
- A ver Corcho, ¿cómo pasó esto?
- No sé.
El beneficio de la duda. “Nadie podrá ser condenado por delito sino cuando el tribunal que lo juzgare adquiriere, más allá de toda duda razonable, la convicción de que realmente se hubiere cometido el hecho punible objeto de la acusación y que en él hubiere correspondido al acusado una participación culpable y penada por la ley”.
- Dale Corchito, te fuiste a dormir con el chicle en la boca…
- No.
La contundencia me frenó en seco. Dijo que no sin lugar a inferencias ni interpretaciones. No fue que dijo “no sé”, o “no me acuerdo”, o “no creo”. Dijo “No” y después le imprimió un punto aparte invisible.
- Ok. Entonces decime como llegó ese chicle a tu cabeza.
- Ni idea.
Mientras tanto, los otros grandulotes, que no aportaban nada, se reían como nabos. Ellos, que se pasan la vida pidiendo silencio a la mañana porque la cavidad timpánica del oído medio adolescente aturde y “jode” (como dicen ellos), ahora parecían estar sentados en la primera fila de un show de Moldavsky.
- Jajaja… Dale Corcho. ¿Quién fue? ¿¿Marcos saltó de la cuna y te pegó el chicle en la nuca??
- ¡Se callan! No se metan, salames. Miren el tamaño de sus narices, y nadie les dice nada… Corcho, a ver, vení. Dejame ver cómo puedo sacártelo.
El tema era más que complejo. Una cirugía hubiera sido lo ideal. Un raspaje de epidermis, un peeling químico, o algo similar. Tal vez, una depilación con cera caliente…
- Vení Corcho. Voy a tener que cortarte un poco el pelo.
- Naaaaa. Nooooo. Por favooooor, mamá. No me cortes el pelo.
- Bueno gordo, pero no me queda otra. ¿Vos viste lo que es esto? Decime la verdad, Corcho. Y te prometo que no me enojo. ¿Vos te fuiste a dormir con el chicle en la boca?
- No.
“No se podrá dictar sentencia condenatoria sin que obre en el proceso plena prueba, de la que resulte racionalmente la certeza del delito y de la responsabilidad del imputado”.
- Está bien, gordito. Te creo. Pero explicame como llega el chicle a tu cabeza.
- Creo que fue ayer, cuando lo quise tirar por la ventana del auto. Seguro que el viento lo tiró para adentro y se me pegó ahí.
- Mmhhhmmm… podría ser. Lo veo difícil, pero podría haber sucedido.
Iba a seguir sosteniendo el beneficio de la duda. Tuve que darme vuelta con el ademán de estar pronta a pegar cachetazos por doquier. Tenía que solucionar el temita del cráneo de Corcho y callar a los mocosos imberbes, cara de masa de chipá cruda, que no paraban de reír y leudar a mis espaldas.
Con las tijeras, hice lo que pude. Una verdadera obra de Minujín. Mucho pelo alrededor de un agujero, básicamente. Un abierto en el bosque. Un cráter de cuero blanco. Una cantera de cuarzo en la montaña.
Las vidas de los grandotes risueños - cara de bagles con granos – corrían riesgo de vida. No los aguantaba más. Permanecían en un estado de tentación permanente que hacía que mi trabajo fuera imposible. Le miraban el orificio de salida del occipital a Corcho y se les deformaba el rostro. La barbilla se les hundía, alzando los pómulos, abriendo las narinas, aplastando los ojos y liberando lágrimas irritantes. Yo tiraba manotazos con la mera intención de golpearlos, pero solo empeoraba la escena.
- Jajaja… Corchoooo, no habrá sido Alaska (la perra) que anoche la vi masticando algo…
- Cortenla, manga de inútiles. ¡¿Porque no van a afeitarse la inmadurez y nos dejan en paz un ratito?!
- Mamáááá…me dejaste un agujero…
- Te lo tapo con el pelo de arriba, Corcho. Ni se ve…
- Sí, se reeeee ve.
- Bueno Corchito, hice lo que pude. No tenía mucha opción. Decime una cosita… ¿no te habrás confundido anoche? Tal vez te metiste el chicle y te quedaste dormido…
- No.
Ok. Seguimos concediendo el beneficio de la duda con grandes probabilidades de terminar dictando la libertad por falta de mérito. Lo último que una madre debe perder es la fe en sus hijos…
- Yyyy, ¿no se te ocurre cómo pudo haber llegado tremendo pedazo de chicle a la parte de atrás de tu cabeza, Corcho?
- Yo creo que ayer, cuando hice una burbuja…
- ¿Una burbuja?
- La burbuja que haces con un chicle y la boca…
- Ahhh… un globo.
- Sí, ayer cuando hice el globo, lo hice tan grande que se me voló de la boca y debe haber caído en mi cabeza…
Buehhh… traté. Corcho, te juro que hice lo que pude. Sé que dije “lo último que pierde una madre es la fe en sus hijos”, pero me lo hiciste muy difícil gordito…
Marche preso por falso testimonio.

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