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264. HABLAR TE HACE VALIENTE

  • Pajas Bravas
  • 7 nov 2018
  • 4 Min. de lectura

El soplón no aguanta el soplo en la boca y lo sopla. Se le forma un secreto en forma de viento y lo exhala. No puede soportar ser dueño de un silencio.

El alcahuete levanta siempre una ceja y aprieta el labio antes de alcahuetear. Es soberbio y altanero. Sabe que la información lo vuelve poderoso y la utiliza para conseguir algún beneficio.

El buchón buchonea de oficio. Considera que su labor es una obligación y que la función que cumple en la sociedad es fundamental para mejorarla. Encuentra placer en su trabajo. Si su compañero se está macheteando, sabe que es su deber liquidarlo.

La semana pasada prendí la luz para ver.

-¿Qué haces? ¿Estás loca? Apagá la luz. ¿Cómo vas a exponer a tu hijo así?

-¿Ehh?

-¿Qué cómo vas a escribir acerca del problema de tu hijo?

-¿El problema de MI hijo? ¿De MI hijo? Se ve que no se entendió… El problema no es mi hijo. Y en todo caso, no es a mi hijo al que estoy exponiendo…

La semana pasada abrí la ventana para ventilar y aireé la cosa. Sentí que precisaba purificar el lugar, orearlo un poco.

-¿Qué hacés? ¡Cerrá eso! ¿No te das cuenta que perjudicas a tu hijo?

-¿Ehh?

-Digo que estas cosas se trabajan puertas para adentro. Que es arriesgado exteriorizar cosas como estas porque son sensibles y…

-¿De qué hablás? ¿Puertas para adentro? ¿Esconder lo que pasa? Escondamos a los chicos que sufren en los colegios, escondamos a las mujeres que sufren en sus casas, no estigmaticemos a las víctimas, no rotulemos a los victimarios. Así no se soluciona nada. Escondiendo mancillamos la personalidad de los débiles y enaltecemos aún más a los fuertes.

La semana pasada decidí barrer los pedacitos de mi hijo, juntarlos todos en la palita y, lejos de esconderlos bajo el tapete, los ubiqué bien alto para que se vean. Porque él no se merece lo que está pasando, porque él no es ningún nabo o cobarde al que hay que andar protegiendo, y sobre todo, porque estas cosas pasan y no es el único que lo padece. No quise encubrir esto porque la única manera de arreglar lo que sucede es conocer a fondo lo que pasa.

Como conté la semana pasada, luego de varios meses, mi hijo tocó fondo y contó que no aguantaba más el acoso que recibía en el colegio. Voy a confesar que fue duro como madre darme cuenta que tuvo que tocar fondo antes de pedir ayuda.

¿Cómo no vino a nosotros antes?

La respuesta es clara. Pidió ayuda y fue peor. Porque parece que pedir ayuda es de débiles. Parece que hablar te convierte en buchón. ¡¡Que temón!!

Y creo que justamente ESTE es el punto que hay que combatir. No solo como padres, sino como adultos, como colegio, como sociedad. Estoy convencida que la batalla se gana el día que la gente comience a hablar. Porque hablando se empodera al débil, se debilita al fuerte y se atenúa el conflicto.

Burlones, cancheros, malandras, matones, bravucones, fanfarrones, pendencieros, machos mastica bulones. Estos existieron siempre. Callados, rechazados, tímidos, discriminados, solitarios, tranquilos, marginados. Estos también. El día que la masa de observadores pasivos condene el accionar de los “hostigadores” en lugar de seguir castigando al “hostigado”, ese día dejaremos de hablar de acoso como cosa cotidiana.

Hace un tiempo leí que en la provincia de Neuquén se podía escrachar a un infractor de tránsito enviando la foto por Whatsapp. ¿Saben cuál fue mi primera impresión? Negativa. Lo primero que pensé fue: “Hay que ser buchón…!” Lo pensé mientras caminaba solita sobre mis dos piernitas y gambeteaba obstáculos sin dificultad. Hoy pienso que la pobre mujer que lleva el cochecito con su bebito y las bolsas de supermercado, o aquel señor en silla de ruedas, o la señora con el andador, o la madre con sus tres hijos de la mano, o un adolescente en bicicleta, o un paseador de perros, o la mar en coche no tienen por qué esquivar el auto que obstaculiza la rampa y posterior senda peatonal porque el tipo o la mina que tiró el auto necesitaba sacar plata del cajero o comprar puchos. No es una opción dejar liberada la esquina, es una obligación. Ergo, si la señora en andador, o el paseador de perros, o la que empuja el cochecito, o el ciclista, o el señor en silla de ruedas sacan la foto y la envían por Whatsapp, todo lo que puedo decir es: ¡Enhorabuena!

Porque no es canchero ser más piola que las normas.

Y si el liderazgo se basa en el silencio de los mirones de turno, con combatir la afonía de la masa y darles voz nuevamente, el alarido del líder se vuelve mudo.

Cambiando este paradigma, cambiamos como sociedad.

Por eso, martillando mis dedos contra el teclado, derrumbo una nueva premisa:

“Pedir ayuda no te convierte en buchón”.

Si logramos mirar con ojos contemplativos nos daremos cuenta que el chico que se anima a hablar para cambiar una situación de injusticia, para mejorar la realidad o simplemente para defenderse, en lugar de buchón, ese chico es un valiente.

 
 
 

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¿Quién está detrás de
Pajas Bravas? 

Me llamo Valy. Desafortunada en el juego, tengo toda mi fortuna en casa. Soy mamá de tres varones y de una mariposa que voló hace cinco años. Atrapada en un duelo durísimo, encontré la salida a través de Pajas Bravas, el rincón que me liberó y desde donde hoy simplemente escribo...

 

Y justo, cuando la oruga pensó que era el final, se convirtió en mariposa

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