261. CATARSIS

El sol caía aprisa. Había permanecido tan absorta en el partido de papi futbol que se jugaba en la cancha de la plaza, que la gran estrella fluorescente debió redoblar esfuerzos en su rutinario descenso. Al finalizar el partido, los jugadores se diseminaron por el parque entre rosetas y palomas.

Agitado y traspirado, quién ofició de arquero decidió tomar su bicicleta, retirase al borde de la laguna y sentarse sobre un banco a la sombra de un lapacho. Y mientras abría su botellita, una palmadita en el hombro lo sorprendió volcando un poco de agua sobre su camiseta de boca.

-¿Qué haces, che? Tanto tiempo…

-Uhhh, ¿cómo andas?

-Bien, ¿vos? ¿Cómo estás?

-Bien… bahhh, qué sé yo. Como puedo…

-Sí, eso escuché.

-¿Por? ¿Qué andan diciendo por ahí?

-Noooo, no sé… viste como son. La gente habla.

-Pero decime que andan diciendo…

-Nada. Que te ven sensible, nada más.

-¡¿Sensible?!

-Sí, eso. Que te ven sensible. Que te ven llorando mucho por los rincones…

-No entiendo. ¿¡Qué carancho les importa!?

-Bueno, pará… no te pongas así…

-¿Cómo querés que me ponga? ¿No tienen nada más importante que hacer que andar hablando de mí? ¿¿Qué les importa cómo estoy??

-Es que dicen que andas a las trompadas con todo el mundo, y la verdad es que te quieren ver bien. Yo también te quiero ver bien.

-Yo estoy bien. ¿Qué quieren? ¿Qué esté sonriendo todo el día? ¿¿Eso quieren?? ¿Quieren que sea un payaso y los haga reír todo el día? ¿¿¿ESO QUIEREN???

-Nooooo, no queremos eso. Queremos ayudarte…

-Es que no necesito ayuda, ¿me entendes? Lo que necesito es que me dejen en paz. Si ando a las trompadas es porque me provocan… ¡¡Necesito que me dejen en paz!! Nada más que eso. Que no me exijan más de lo que puedo.

-Dale. Vos tranquilo. Nadie te exige nada… sos vos que te pones demasiada presión… Decime una cosa, ¿la seguís viendo?

-¿Qué? ¿¿Qué si la sigo viendo?? ¿Vos me estas tomando el pelo? Sigo viviendo con ella…

-Nahhh. ¿Siguen viviendo en la misma casa? ¿¿Vos me estas cargando??

-¿Qué queres que haga?

-La mina te engañó. Te dejó por otro. Vos no podes seguir viviendo bajo el mismo techo…

-¿Y dónde queres que me vaya?

-No sé… a cualquier lado. A lo de cualquier amigo, a lo de algún primo, no sé… pero te tenes que ir de ahí…

-Ya me fui tres veces. Armé una mochila con lo más importante y me fui. Pero la verdad es que llego a la vereda y me largo a llorar. Todos los recuerdos más lindos quedan en esa casa, con esa mujer…

-Ya sé. Debe ser durísimo. A mí no me pasó, pero le pasó a mi hermano mayor y según me contaron, él también la pasó muy mal…

-Es como qué de golpe y sin el menor aviso me dejó de querer, ¿entendes? Y no sé por qué. Yo no cambié, no le hice nada, seguí siendo el mismo de siempre, amándola con locura como el primer día…

-Por eso, ¡no llores! Esa mujer no merece que le dediques ni una sola lágrima más. Yo creo que tenes que armarte y enfrentarla. Decirle lo que sentís e irte de esa casa de un portazo.

-Te juro que quise hacerlo mil veces. Quiero que sufra lo mismo que estoy sufriendo yo. Quiero dejar de quererla y que se dé cuenta que se equivocó. Que nadie, ni siquiera ese salame, la va a querer y valorar tanto como lo hago yo. Pero no puedo…

-Esa mina es una yegua y lo sabes. Lo que te hizo no tiene nombre. Haceme caso, andate y que sienta tu ausencia.

-Es que si me voy, ya está… me ganó el mal parido ese, ¿entendes? Si me voy, le estoy dejando la cancha libre para que el hijo de su madre se adueñe de todo…

-Pero si ya te sacó el lugar… ¡Andate!

-Es que no me entra en la cabeza, ¿sabes? No puedo entender qué fue lo que pasó. ¿Me crees si te digo que hago todo lo posible para que me vea, para que se entere de que sigo firme para ella, de que le perdono todo? Y sin embargo nada parece conmoverla… es como si yo fuera invisible.

-Ffffffhhh, que duro…

-Dejo mi vida por ella, le junto la ropa sucia cosa que antes no hacía, le hice el desayuno el otro día, puse la mesa, y nada. Nada de nada. Y llega el otro, y no sé qué pasa. Está enamorada. Es eso. Simplemente muere de amor por ese estúpido… él le sonríe, solo le sonríe, y ella se derrite. Se me rompe el corazón... Me está matando… Quiero odiarla, te lo juro, quiero olvidarme de ella para siempre, pero no puedo.

-No sé qué decirte…

-Nada, ¿qué vas a decirme? Nada. Que soy un idiota. Que tendría que quererme más… ¿Sabés lo que hice esta mañana? La vi dormida, era un ángel. Y pensé que si me acostaba junto a ella, ella recordaría el amor que nos teníamos. Entonces me metí despacito entre las sábanas tratando de no despertarla. Y le acaricié el pelo. Estaba lindísima. Apoyé mi cabeza en su almohada y solo pude olerla una vez, porque se despertó. Me miró fijo y me dijo: “¿Qué haces acá? Si anoche no te bañaste, vas a ensuciar mi cama”.

-La insensibilidad de esta mina es lo que más me enoja. ¿Qué le dijiste?

-Le pedí perdón. Le dije que quería dormir con ella.

-¿Y qué te dijo?

-Que no podía. Que no entrábamos los tres en la cama.

-¿¿EL HIJO DE PE ESTABA AHÍ??

-Sí. Yo ya lo había visto pero pensé que tal vez podría reconquistarla… ¿te das cuenta? Ya la perdí. Ya está.

-Noooo, pará. Vos no la perdiste. No te equivoques… Ella te perdió a vos…

-¿Tenes un pañuelo para prestarme? Tengo que arreglarme porque ahí viene…

-¿Quién?

-Ella. Ahí viene… Me viene a buscar. ¿La ves?

-Sí, ahí la veo. Viene abrazándolo... ¿sabías que venía con él?

-Sí, siempre está con él.

-Bueno Corcho, te dejo porque no la quiero saludar a tu mamá. Si tengo que decirle lo que pienso de ese Marquitos…

-Dale, nos vemos otro día. ¡Y gracias por escucharme!

#Reflexión #Madre #Hijos #Familia