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256. EL PINGÜINO Y EL COMANDANTE DE ABORDO

  • Pajas Bravas
  • 27 mar 2018
  • 4 Min. de lectura

Finalmente, había llegado el día. Llevaba la ropa sucia al lavadero mientras despejaba la siguiente incógnita: “Si a la poca ropa clara, pero absolutamente necesaria para el lunes, le sumo las sábanas de mi cama, lleno el lavarropas y resuelvo la ecuación”. De esta manera, yo en forma de novia incasta, envuelta en 8 kilos de lienzos semi-blancos y para nada en lo más mínimamente inmaculados, bailaba el vals nupcial del roce de las piernas al caminar. Y así, la confirmación. - GOOOOORDOOOOO… - ¡¿Qué?! - ¡¡LLEGÓ LA HORA!! - ¿¿Siiii?? ¡¡¿¿Yaaaa??!! - Si. Acabo de romper bolsa… Volé al baño y me pegué una ducha. Acomodamos a los chicos en distintas casas y nos subimos al auto con la idea de partir al Hospital Austral. Pero al pasar por “el pueblito”, como le decimos a la zona de pequeños comercios, nos miramos los dos. - Che gorda, tengo una lija… - Yo también. - ¿Y si comemos antes de ir? - ¿Te parece? - Y sí. Andá a saber a qué hora terminas pariendo y no te van a dar nada hasta después de eso… Había pensado pedir algo livianito. Sabía que lo ideal era el ayuno, pero mi marido tenía razón. Iban a pasar horas hasta que volviera a hincar el diente nuevamente. Por supuesto que, del “debo” al “hecho”, hay una milanesa con dos croquetas de acelga y arroz que le hacen el honor al nombre: “bombas”. Ahora sí, para nada livianita, seguimos viaje al hospital. Estacionamos el auto y comenzamos la peregrinación hacia el Templo del Misterio, el lugar donde finalmente nos develarían el rostro y las características genéticas de este ser pequeñísimo a quién amaríamos sin límite hasta el fin de nuestros días. Yo, un pingüino balanceándose hacia los costados, y mi marido, un comandante de abordo arrastrando la valijita tipo carrion prolijamente armada. Los dos tan nerviosos como felices. - ¡Qué tal! Venimos a la guardia oftalmológica. - ¡Obstétrica, gorda! - Ahhh, sí… Obstétrica. - Muy bien, ¿cuál es el motivo de su visita? - Acabo de romper bolsa. - ¿Cuántas horas de ayuno? - Ehhh, pocas. - Muy bien. Qué número de embarazo es éste? - El quinto. - ¿¿El quinto?? Muy bien. Suban rápido al sexto piso. Ahora aviso por teléfono que están en camino… Llevar en el vientre al quinto hijo es casi como tener una tarjeta premium black que te permite gozar de ciertos privilegios como ser: "te creen cuando das tu testimonio", "te atienden con velocidad porque creen que la cremallera está vencida", "tu panza es catedrática y produce en el tercero onomatopeyas tales como Ohhhh, Waw, o Faaaa", etc. Se cerró el ascensor y me largué a llorar. Lloraba a moco tendido. Y sollozaba de manera ininterrumpida. - ¿Qué pasa gorda? - No sééééé. - Pero, ¿te duele? - Noooooo - ¿Entonces? - Es que creo que… no estoy lista… - Bueno gorda, ya está. ¿Qué vas a hacer? Hay que sacarlo. Con discursos como este, no hay lugar para las hormonas. Dejé de llorar y moquear, y lo miré con odio. “Lo hace parecer tan simple”, pensaba. Se abrió la puerta del ascensor y en el sexto ya estaban esperándonos. - Hola, ¿qué tal? ¿Uds vienen de la guardia? - Si - ¡¿Quinta gesta?! - Si - ¿Con ruptura de bolsa? - Si - Pasen por acá. Ya viene la partera. De inmediato y como de costumbre, la partera me indicó que pasara al cuarto de baño, me quitara la ropa y me pusiera el camisolín. Se podía oler en el aire que, para todos los que ahí estaban, el parto era inminente. Intenté quitarme el pantalón pero solamente conseguí sacar una pierna. “Bueno, enrollo el pantalón y la bombacha en un pie y chau”, pensé. Al salir, arrastrando el muerto de las prendas en el pie izquierdo, veo que mi marido y la partera estaban de gran charla. Ella se acercó y me pidió que me recostara en la camilla. Yo miré a mi marido que estaba frente a la pista de aterrizaje y horrorizada le susurré a la partera: “¿Podremos cerrar la cortinita? Para proteger a mi marido, digo… De algunas cosas no se vuelve, ¿viste?”. - Siii, quedate tranquila. Ahora, aflojame las piernas… - Ayyyy - Si, esto puede ser un poco molesto. Vos flojita… Con cuatro partos, vas a ver que este va a salir bien rápido… A ver, a ver… - Ayyyy - Mmmmhhhh. - Ayyyy - ¿Vos decís que rompiste bolsa? - Si - ¿Alguna vez rompiste bolsa con tus partos anteriores? - No - Bueno… Mami… mirá. El guante está limpio, ¿ves? - Si - Eso es porque no rompiste bolsa, ¿entendes? La bolsa está intacta. Y no estás dilatada. Todo está bastante crudo todavía… - Ahh. Qué loco, ¿no? Entonces… - Si, te hiciste pis. - Perfecto. Bueno, yo creo que mi marido detrás del cortinado escuchó como tragué saliva y podía sentir mi vergüenza ya que jamás hizo mención al hecho. Volví sobre mis pasos, arrastrando el pie izquierdo envuelto en una cascabel de denim y me metí en el baño a meditar. Y medité. ¡Qué prueba tan dura, esta que nos dejó Eva! La primera Eva de todas, la del génesis, no la otra. Dios la castigó por su desobediencia y acá estoy yo en soquetines y con la mitad del pantalón y la bombacha a poner, absolutamente desgraciada. “Parirás con dolor”, dijo el Todopoderoso. Y así es. Las contracciones son una cosa, pero lo que duele el orgullo... Para eso no hay peridural. Salimos del Austral, mi amigo y yo, porque después de estas contingencias creo que los maridos dejan de ser amantes pasionales y se vuelven amigos incondicionales. Yo, la multípara, la de la quinta gesta, la que la tiene clara, caminando como un pingüino balanceándome hacia los costados, y él, el comisario de abordo, arrastrando la valijita prolijamente armada. Los dos en silencio, sellando así un pacto de complicidad y reserva, protegiendo mi honra y buen nombre. … por supuesto, hasta que lo subo a Pajas Bravas y se lo cuento a un par de personas!

 
 
 

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¿Quién está detrás de
Pajas Bravas? 

Me llamo Valy. Desafortunada en el juego, tengo toda mi fortuna en casa. Soy mamá de tres varones y de una mariposa que voló hace cinco años. Atrapada en un duelo durísimo, encontré la salida a través de Pajas Bravas, el rincón que me liberó y desde donde hoy simplemente escribo...

 

Y justo, cuando la oruga pensó que era el final, se convirtió en mariposa

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