EXCUSAS

247. EXCUSAS Querida Legión de Gente Linda! Una pequeña pero valiosísima multitud me preguntó dónde estaba. “¿Dónde estás Valy?”. Me preguntaron por qué había desaparecido. “¿Por qué desapareciste, Valy?”. Una, inclusive dijo que estaba descuidando el kiosco. “Mirá que estás descuidando el kiosco…” Quiero tratar de explicarles, si es que puedo, cómo es que estoy atravesando estos los días de invierno. Comenzamos una obra en casa hace dos meses. Hace dos meses que convivo con un marido, tres hijos y cuatro albañiles. ¿Les doy lástima? Esperen, es solo el principio… El viento siniestro empujó un centenar de hojas secas a través de la puerta entornada. Y para empeorar el caos, el receso escolar lanzó a los niños a la calle y tuve que entrarlos. Al principio éramos cinco almas vagando por los pasillos. Luego, y como conmemorando aquellos tres meses sin gas que tuvimos hace dos inviernos, decidimos comenzar la obra en casa. ¿Para qué vamos a abrir paredes y aberturas en verano si podemos hacerlo en temporada de escarchas? Así fue como golpearon a la puerta, y entraron Arsenio, Luis, Félix y Justo, cada uno cargando un fratacho, una llana y un balde. Cuatro señores, cuatro trabajadores, cuatro asadores. - Arsenio, ¿se podrá cerrar la puerta un cachito? Me estoy muriendo acá... - Si señora, ahora cuando terminemos de cargar el volquete, la cerramos. Y las horas corrieron. Y las narices también corrieron. Un día comencé a toser. Y no dejé de hacerlo más. Y aparecieron los roca-mocos, que se sacan con tenazas. Tras haber derribado el techo, vinieron las paredes. Y dentro de la casa volaban vientos huracanados y tifones. Llegué una tarde a casa, y creí que alguien había abierto una bolsa de 50 kilos de harina en la casa y esparcido once mil paquetes de vainillas. Mientras le daban mazazos a la casa, yo calmaba a Corcho que sufría por propiedad transitiva el sufrimiento de su hogar. Otro día llegué a casa y encontré a todos los gremios apilados, uno encima del otro. Otro día llegué a casa y me recibieron con un nuevo pedido, otra vez, por enésima vez. - Pero Arsenio, fui ayer al corralón… - Si señora, pero nos quedamos cortos de arena… no contemplamos los adicionales. Otro día sospeché que me insultaban en guaraní, y aprendí el idioma. Otro día comprendí la arquitectura y la ingeniería. Pasé del Pinterest a nociones tales como los de Gaudí, conceptos de espacios definidos y espacios cerrados introducidos por Wright, y las líneas puras y limpias de Le Corbusier. Otro día salé la carne con cal. Entendí que ese era el condimento secreto que hace que los asados de las obras sean cien mil veces más ricos. Otro día dejé de discutir los precios con los ferreteros y casas de pisos y sanitarios, a pelear con los gremialistas de la UOCRA y discrepar y contradecir artículos enteros de convenios colectivos de trabajo. Otro día dejé de comer sentada. Y dejé atrás los modales. Ya no había tiempo ni espacio para cubiertos y vasos. Un porcelanato libre de Klaukol es plato que no se cacha. - Chicos, ¿quién quiere pizza? - ¿Otra vez pizza? - Es eso, o pan con queso... Otro día sacudía el mantel lleno de restos de mil comidas antiguas directo sobre la alfombra del living, y me pareció genial. Otro día el perro decidió que podía usar el piso del comedor como baño, y no me enojé. Otro día tuve frío y quemé el machimbre del techo derribado. Metía las vigas enteras y sobresalían del hogar ocupando la mitad del living, y no me importaba. Otro día hice pis parada. Otro día me afeit

é la barba. Tal vez esté perdiendo las formas y la cordura. Y los chicos, que contemplan como lastro parada y quemo el techo, me miran. Ya no nos bañamos. Ya casi ni nos hablamos. ¡¿Qué por qué desaparecí?! Recién tengo un minuto de descanso y acá estoy... Ahora lo saben…

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