MADUREZ
- Pajas Bravas
- 9 jun 2017
- 6 Min. de lectura
243. MADUREZ Madurez: Estado de una cosa que ha alcanzado su pleno desarrollo, o de una persona que ha alcanzado su mejor momento en algún aspecto. ____________________________ Llevaba tres días en cama con fiebre. El médico me dijo que se trataba de gripe. Me dolía la piel en todo su conjunto celular, con mayor preponderancia en la zona baja de la espalda. La cabeza me latía y el malestar más grade se sentía detrás de los ojos. Con ese marco es que comenzó a molestarme una muela. - ¿Vos podes creer que me está doliendo la muela? Creo que la madurez depende de varios factores. El paso del tiempo es básicamente el componente más importante. También hay circunstancias que a uno lo obligan a crecer de golpe. Hay individuos que son por naturaleza más maduros que otros. Pero más tarde o más temprano, todos vamos alcanzando nuestro mejor momento… - Hola, que tal... Necesitaría un turno con Vicky... Sí, soy paciente... Porque me está doliendo mucho una muela… Perfecto, nos vemos mañana. ¡Gracias! Me levanté con una bocha de hockey atorada en el intestino grueso. Era la sensación de dolor estomacal y ganas de ir al baño, mezclado todo en un bloque de nervio macizo y compacto. - Hola Viiiicky, tanto tiempo… - Valy, ¿cómo andas? Contame… ¿qué te anda pasando? - Mirá, me duele mucho esta muejjjjllllaaaaaaa… - Mmmmmh… abrí un cachito más… - Nooojjjjsh… eshhhhjjj la ojjjtraaa muejjjlllaaaa… - No veo nada malo en esa muela. Podría ser bruxismo… Pero para asegurarnos vamos a tener que sacar una placa panorámica. Te doy la orden y te cruzas al edificio de al lado que te la sacan y te la dan en el momento. Cuando te la den, me la pasas por debajo de la puerta porque yo tengo que irme ahora. Si veo que tenes algo, te llamo… ¿dale? Seguí las órdenes al pie de la letra. Me hice la placa, la esperé, la tiré por debajo de la puerta del consultorio de Vicky y volví a casa más feliz que nunca. Afuera llovía, pero para mí era el día más radiante del resto de mi vida. De golpe, la palabra bruxismo me salvaba del torno y se convertía en mi mejor trastorno. No sé en qué se mide la madurez de una persona. ¿En horas? Horas en las que la persona permanece seria, mesurada o sensata. No sé. Tal vez en la cantidad de veces en que el individuo piensa acerca de los riesgos que conllevan ciertos acontecimientos y actúa de manera prudente. Podría ser. O en el número de veces en que adecúa y modifica su conducta para no recibir o producir perjuicios innecesarios. Sinceramente, no sé cómo se mide la madurez de una persona, pero intentaré descifrarlo. Si bien mis hijos dicen lo contrario, yo me considero madura al extremo. Primero, por un tema de paso del tiempo. Soy una salsa macerada y creo que huelo muy bien. Segundo, algunos episodios de público conocimiento, también me han hecho madurar de golpe. Y, aunque sé que nadie puede postular nada sin tener tres reglas que lo avalen, no se me ocurre un tercero. En fin, mis hijos declaran que no sería madura cuando me río frente a la caída de alguien. Yo intento hacerles entender que no lo puedo evitar. Me sale la risa desde el duodeno, creo. Así como cuando alguien estornuda. ¿Qué culpa tengo? Hay estornudos que se me graban en la memoria y me producen carcajadas espasmódicas e involuntarias varios días después. Por otro lado, y manteniendo un hilo conductor con lo de mi dentista, la semana pasada acompañé a mi hijote mayor a ponerse aparatos fijos, los “brackets” como se conocen comúnmente. La ortodoncista tomó un aparato del tamaño de un plato de postre y se lo metió en la boca para mantener los labios abiertos mientras ella trabajaba sobre sus dientes. El 70% de la cara de mi hijo era boca. Ahora díganme, ¿qué culpa tengo? Es más, ¿saben lo difícil que es estar frente a un hijo que tiene una incalculable cantidad de dientes y metros de encías, y que además piensa que estoy verde aún, y de la profesional que me hablaba tras un barbijo de cosas muy serias? ¿Se imaginan lo difícil que es hacer de cuenta que todo eso es normal y no explotar de risa en el intento? Porque si alguien entre Uds que me entiende, también sabe que la risa tiene las mismas propiedades que un gas, que si no se libera en tiempo y forma, el gas en movimiento golpea las paredes internas del recipiente que lo contiene y el equilibrio dinámico se rompe. Y, como una lata de cerveza batida, la risa se va intensificando dentro de nuestro cuerpo, liberando pequeñas dosis de presión en forma de temblores corporales y sonidos similares a los de un porcino. Ahora bien, si la risa contenida es la de estar frente a un hijo convertido en un alcaucil de dientes, la fuerza de la presión ejercida por el gas, sumada al aumento de temperatura producto del bochorno de la situación, podrían producir una verdadera explosión nuclear. Sobre todo cuando tu hijo te propina unas miradas cargadas de violencia y, al sacarle el plato de postre de la boca dejándole los labios de Steven Tyler te dice: "Mamá, sos un faso". Bueno, les contaba... Al día siguiente de la placa y el bruxismo, sonaba mi celular. - Hooola, ¿Valy? - Siiiii, ¿Vicky? ¿QUÉ PASÓ? (Esto último lo dije con la voz de Cacho Castaña) - Nada gordita, no te preocupes. Te llamo porque estoy mirando tu placa y encontré el origen del dolor. Vamos a tener que vernos mañana… - ¿PARA QUÉ? (De nuevo lo dije con arena en la garganta) - Voy a tener que extraer la muela… Con esto último, dejé de escuchar sonidos. Solo sentía el bombeo del corazón y el pulso de la carótida. Bajé el brazo y deposité el celular sobre la mesa. Fui directo al cuarto y me encerré. Lo único que necesitaba era el espejo que tengo detrás de la puerta.Y ahora sí, frente al espejo me largué a llorar. Es que me gusta verme cuando lloro. Miro caer las lágrimas y me doy pena. Me encanta ver la desfiguración del llanto. Me gusta hablarme y hacer un melodrama. En fin. Alguna que otra inmadurez que tal vez debería guardar para mí. - Hola Vicky, ¿cómo andas? - Bien Valy. Vení, te quiero mostrar la placa para explicarte. ¿Ves que las muelas tienen esto negro adentro? Bueno, esta que te due ee leeee... Y no escuché más. Decía que sí con la cabeza, porque mi mamá me enseñó a no ser maleducada. Pero no escuchaba nada de nada. - ¡¿Valy?! ¿Me seguís? - Ehhh, sí, claro. - Bueno, vení a acostarte acá. - ¿Qué me vas a hacer? - Voy a abrir la muela para eliminar todo el tejido pulpar... - ¿Me vas a partir la muela? - Nooooo... vos, tranquila. Te voy a dar mucha anestesia así no sentís nada... Acercó la jeringa a mi cara y tuve la necesidad de hacer circulitos con los pies. Sabía que lo estaba haciendo, pero no lo podía evitar. Me tomó un cachete con la mano, fruncí los ojos y alejé la cara. - Tranquila Valy, vas a ver que no es nada... - Es que tengo mucho miedo. - Dale, vos podes... Volvió a agarrarme el cachete con la mano y volví a hacer los círculos con los pies. Pero esta vez agregué un movimiento de manos, como un histérico lavado de manos sin agua ni jabón. Cuando me pinchó la primera vez, comencé a emitir pequeños sonidos de lamento, como si se tratara de gemiditos de algún mamífero bebé moribundo. Y con cada pinchazo, me hundía más y más dentro de la camilla. - Ahhhjjjjhhh - Falta poquito... - Ahhhhjjjzzzzzz - No te muevas... - AAHHHAAAAJJJJJJ... Y me hundía más y más. - Ahhhhjjjzzzz - Tranquila... falta un poco más... - Ahhhhjjjjzzzz - A ver Valy, no puedo así... Levantate un cachito. Me di cuenta que estaba completamente acostada en posición horizontal. Me levanté con esfuerzo, con el chupababa en la boca y la sensación de estar haciendo un papelón. Los pies seguían dibujando círculos en el aire, las manos seguían frotándose con frenesí y yo no dejé de gemir hasta que Vicky me dijo que había terminado. Mi hijo no movió un músculo con la ortodoncista. Tampoco con la dentista cuando le sacó dos dientes y le arregló una caries. Lo único que hizo fue odiarme con la mirada, pero el resto estaba bajo perfecto control. Entonces digo que tal vez la madurez no sea alcanzada siempre en todos los aspectos de la vida, por más tiempo que haya pasado. Tal vez (y solo estoy lanzando ideas al espacio) haya acontecimientos o momentos en los que, por motivos que no nos son develados, moriremos inmaduros. Porque para que yo vaya al dentista, el dolor debe ser tan agudo como para comprarme un patín sobre hielo e interpretar la escena de Tom Hanks en el Naufrago. Y los estornudos, menudo problema no resuelto que tengo con ellos, me seguirán matando de risa de tal manera que quizás, hasta

quizás sean la causa de mi muerte. Seguiré buscando espejos para llorar. Y seguiré ridiculizando a mis hijos hasta el fin de mis días. Porque tal vez ellos tengan razón y yo no sea una madura al extremo. Ni idea con qué se mide la madurez. Pero creo que la única deducción que puedo sacarle a esta tesis que presento hoy, es que los individuos que alcanzan la mayor madurez en la vida, estudian ortodoncia. Sino, no se entiende...
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