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223. LA EXAGERACIÓN

  • Pajas Bravas
  • 13 sept 2016
  • 5 Min. de lectura

Entre mi marido y yo, no hay secretos. A lo sumo, alguna que otra “exageración”, por denominarlo de alguna manera. ¿Cuál es la diferencia entre una mentira y una exageración? Yyyyy… Para mí, no tienen punto de comparación. Una mentira es una mentira. No existen las tonalidades, es negra. Una mentira es una manifestación contraria a lo que se sabe, se siente o se piensa. Es opuesta a la verdad. En cambio, la exageración es la verdad excedida por un cachito. Pero sigue siendo verdad. Por lo menos, así lo veo yo. Ahora que lo pienso, yo podría considerarme una exageración de mi misma. Soy yo, excedida (de peso) por un cachito. Pero bueno, no quiero irme de foco… Mi marido está atravesando esa etapa madura de la vida masculina en que miden todo en kilómetros. Kilómetros corridos, kilómetros nadados, kilómetros surfeados, kilómetros tackleados, por hora, por minutos o por segundos al cuadrado infinito punto com. Y así, mientras unto manteca en mi tostada, él le afeita los pelitos al kiwi y me comenta endorfinado acerca de sus últimos récords batidos a las seis de la mañana. Hora en la que recuerdo haber girado sobre mi izquierda, conquistando también su lado de la cama. Es decir, mientras él corre, nada, escala, bucea y come kiwi, yo duermo y como pan con manteca. Básicamente es así, aunque podría estar exagerando un cachito. Mi marido es uno de esos atletas de alto rendimiento que moriría por verme saltando con garrocha metidita en esos trajecitos brillantes. Él hubiera deseado que yo compitiera en los Juegos Olímpicos. Si le mintiera y le dijera que salí a correr por el hipódromo, creo que le agarra un bobazo. Es más, el solo hecho de verme en zapatillas ya le produce cosquillitas. Lo sé. Él preferiría que yo fuera lanzadora de martillo y pesara ciento veinte kilos de ácido láctico, pero que estuviera federada, a ser este sachet de carne hervida de sesenta y dos kilos que duerme y come. Tal vez estoy exagerando un cachito, pero no tanto. Hasta Serena Williams lo excita. Tal vez he vuelto a exagerar. Bueno, sigo con mi teoría. Creo que cuando uno se deja estar tantos años, el mismo letargo produce más letargo, y uno se narcotiza cada vez más. Y, como cualquier adicción, es uno mismo el que tiene que levantarse un día con ganas de modificar el mal hábito y cambiarlo. Nadie puede hacerlo por uno mismo. Bueno, resulta que hace tres semanas, toqué fondo y me desperté del letargo. Era un día caluroso y, cuando quise ponerme una remerita, la primera remerita de la temporada, pensé que me moría. ¿Cómo puede un cuerpo orgánico volverse un prisma cuadrangular en tres meses? ¿Qué pasó con todos los lados cóncavos? Les juro que quise llorar. Podría estar exagerando, pero jamás faltando a la verdad. Entonces decidí hacer algo por mi cuerpo. Sin decirle a mi marido, me anoté en un gimnasio. Y esa misma noche, con un camisoncito sexy, se lo confesé. - Amor, mañana llego tarde a casa. - ¿Ahhh sí? ¿A dónde vas? - Al gimnasio. Me estaba dando la espalda mientras dialogábamos. Tenía puesto el pantalón de gabardina que le marca las nalgas, ese que me produce un temblor en las piernas y hace que siempre quiera caminar atrás de él. La camisa era entallada y se le ajustaba a la piel. Era la misma espalda de Phelps. La misma. Giró y se le secó la boca. Sus pupilas se habían rasgado como las de un puma y supe que estaba acorralada por el deseo y la pasión. - ¿Quéééé? - Ay siiii, gordooo…. Al gimnasio. ¿Qué tiene? - Noooo, me parece bárbaro. ¿Qué tipo de gimnasia? - Crossfit. Debo confesar que me costó al principio decir “Crossfit”. Era un poco mucho. Tuve signos claros de hervor en mis cachetes ruborizados y una leve taquicardia, pero enseguida me acostumbré a la idea. Inclusive me visualicé haciendo lagartijas con un solo brazo y empujando ruedas de tractor. Eso es lo que tienen las exageraciones, uno las incorpora y listo, se vuelven afirmaciones veraces y mejoran tu calidad de vida. A todo esto, en medio de la metamorfosis de convertir una exageración en la verdad absoluta, mi marido tuvo una apnea de emoción tan larga que casi lo mata. A la mañana siguiente, después de trabajar, fui a Crossfit. Llegué con timidez, como llega cualquier primer alumno a su clase de entrenamiento militar, sabiendo que no tenía la menor idea de qué hacer. Me saqué los pantalones y los colgué del gancho de la pared. Las medias las metí dentro de los zapatos, y me quedé en patas. Había elegido una bombacha canchera, tampoco es cuestión de andar mendigando penas. Y me acerqué a la profesora. - A ver gordi, quedate quieta. Te voy a poner esta crema reductora en las piernas y después te vas a poner esas medias largas, vas a subir a esa camilla y te vas a poner esas botas. Me subí las medias con enormes problemas de estabilidad. No quería que mi rodilla encremada manchara la polera oscura que tenía puesta. Me recosté en la camilla y mi profesora de Crossfit me ayudó a ponerme las botas. Apretó un botón, y las botas se inflaron, y luego se desinflaron. Se inflaron con aún más presión, y luego se desinflaron. Así, cuarenta largos minutos. Luego, agotada como te dejan este tipo de ejercicios, me saqué las botas, volví a vestirme y rubeé para mis pagos. Ahí estaba mi marido, encantado al verme volver del gimnasio. - ¿Yyyy gorda? Contame, ¿cómo te fue? - Bien, estoy rendida, pero feliz. Estos ejercicios te liquidan… Como decía, no hay mentiras entre mi marido y yo. Tal vez alguna que otra exageración. Por ejemplo, tal vez el camisoncito sexy que imaginé tener puesto el día que le confesé que empezaba Crossfit pudo haber sido una remera de rugby vieja que él descartó hace tiempo. Tal vez, su camisa no solía ser entallada, sino que se fue entallando con el tiempo, y tal vez su espalda no sea tan igual a la de Phelps. Lo que no es ninguna exageración son sus nalgas, y créanme que ese pantalón de gabardina sí es para el infarto. Lo del prisma cuadrangular y los lados cóncavos es absolutamente cierto, en cambio lo de carne hervida, una exageración. De la misma manera digo que tal vez el drenaje linfático tenga poco de Crossfit, o el Crossfit tenga poco de drenaje linfático. De cualquier modo, las dos son exageraciones, pero bajo ninguna circunstancia serán mentira jamás. Cada cual hace Crossfit como puede.

 
 
 

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¿Quién está detrás de
Pajas Bravas? 

Me llamo Valy. Desafortunada en el juego, tengo toda mi fortuna en casa. Soy mamá de tres varones y de una mariposa que voló hace cinco años. Atrapada en un duelo durísimo, encontré la salida a través de Pajas Bravas, el rincón que me liberó y desde donde hoy simplemente escribo...

 

Y justo, cuando la oruga pensó que era el final, se convirtió en mariposa

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