220. DÍA DE FURIA
- Pajas Bravas
- 10 ago 2016
- 6 Min. de lectura

El frenazo fue un preludio. Como si mi día hubiera precisado una sangría para darle entidad a la locura. Y esa introducción, la de una detención tan abrupta, con varios caracteres en blanco, le dio principio al párrafo. Es que yo apretaba el freno, pero la orden no debe haber sido tan clara ya que mi pie no terminaba de ser suficientemente contundente con el pedal. Miraba por el vidrio como se acercaba el auto de adelante, medio en trance, medio en pausa, y sentía como si aquel vehículo bordeaux fuera un enorme magneto que me atraía. Y de golpe, me desperté. La velocidad no coincidía con la distancia e, imitando el acto reflejo de una caricatura, apreté los dientes con la misma intensidad que el freno, tiré del volante hacia atrás como riendas de caballo, entrecerré los ojos, paré los pelos, me inyecté adrenalina y sostuve la respiración. Me detuve, y también frené el auto. No fue más que eso, un preludio para lo que seguía. Esa mañana ya había fruncido el ceño un poco más de lo que recomiendan las cremas faciales. Es que tenía mis dos tarjetas de crédito vencidas, algunas boletas también, debía el colegio, las expensas… y no encontraba el dispositivo para hacer los pagos desde la computadora. - ¿Alguien vio mi e-token? - ¿El quééé? - El cosito ese del Banco… para pagar las cuentas… El que apretás el botoncito y salen unos números… Dale chicossss, lo uso todo el tiempo… - Ahhh, ¿el aparatito gris? No, no lo vimos. Bueno, así me fui a trabajar, y así fue como casi me encesto dentro del baúl del auto de adelante. Con la primera computadora a mano, pensé que tenía las facultades necesarias para recordar la contraseña (que no uso jamás) y entrar tipo hacker a mi cuenta del Banco. “Por favor, escriba la tercera, la penúltima y la última letra de su contraseña memorable” - Pucha… ¿cuál era?... Mmmhhh… “P”, “8” y “u”… ¿¿Error??... Uyyy, ni idea… entonces es el otro… “n”, “2” y 9”… ¡¡¡¿EHHH?!!! ¿Cómo que nooo..? “Por su seguridad, hemos bloqueado su usuario” - NOOOOO… CARANCHOOOO!!! Como se te ríen en la cara estos del marketing. Le ponen la palabra “memorable” para que uno se sienta un verdadero salame. Memorable se supone que es algo que merece ser recordado y guardado en la memoria. Ponen esa palabra y limitan su responsabilidad… que desgraciados. Busqué furiosa el teléfono de atención al cliente. Sin e-token, y con el usuario bloqueado, creo que uno pierde los derechos civiles de votar, manejar, y putear. Creo. “Por favor, digite su DNI” - ¡Ja, eso lo sé! De todas formas, pulsaba los botoncitos del teléfono con la precisión de un neurocirujano. “Por favor, digite su clave personal” - ¡¡¿¿EHHH?!! Uy, ni idea… Qué hijos de su madre, estos, los del marketing, y también los yankees que inventaron esto seguro, ¡todos! Lo hacen para no pagar sueldos… QUE BRONCA!! Quiero un humaaaaano, un SER HUMANO QUE ENTIENDA QUE ESTOY POR VOLVERME RADIOACTIVAAAA EN ESTE MINUTO. “Su tiempo a caducado. Muchas gracias por comunicarse con…” Le propiné tremenda paliza al tubo del teléfono al chocarlo violentamente contra el aparato. Hubiera querido subirme al ring con la Peque Pareto para liberar presión. En cambio, me dirigí a la sucursal de mi Banco con cara desarticulada. - ¿Qué tal? ¿En qué puedo ayudarte? - Hola. Perdí mi e-token, se bloqueó mi usuario y no me acuerdo mi clave personal para hablar por teléfono con un SER HUMANO. - Bueno, vamos por partes. Primero tenes que gestionar una nueva clave personal. Tenes que salir, ir al cajero con la tarjeta de débito y hacer una nueva combinación de cuatro dígitos. - ¿Y si quiero hablar con un ser humano? - Bueno, no se puede hasta que no tengas clave personal. Después, con esa clave, vas allá donde está el teléfono, marcas el 5000, el 1, el 1, opción 2 y, cuando te pide la clave, la marcás. - ¿¿En algún momento me bendicen con el asesoramiento de algún SER HUMANO?? No sé, digo… Cumplí con cada requisito al pie de la letra. Me hice presente frente al cajero, después fui con mi clave a interpelar al patético teléfono, pero resulta que tampoco me tomaba el cambio. Volví a hablar con el recepcionista, que para este entonces, le veía los ojos más juntos. - ¿Qué tal? ¿Te acordas de mí? Soy la que perdí el… - Si, si, Sra, ¿en qué la puedo ayudar? - Es que el teléfono no me toma la clave nueva. Yo quiero hablar con un SER HUMANO. - La clave no puede ser la misma que la vez pasada… - Ahhh, ¿y cómo se supone que uno tiene que tener la capacidad de recordar ciento cincuenta claves que no estén asociadas, que no sean lógicas, que sean aleatorias, que no tengan nada que ver con uno, que sean moco, caca, con números y mayúsculas? ¿¡Me entendes!? ¿Eh? Con sus ojos cada vez más pegaditos, y con cara de no saber qué contestar ante semejante incógnita, me di vuelta como lo hubiera hecho la Reina Victoria, y me fui al cajero nuevamente. Metí la tarjeta y escribí la clave personal para iniciar sesión. “CLAVE INCORRECTA” - ¡¡¡¿Ehhhh?!!! Otra vez, “CLAVE INCORRECTA”. Y a la tercera, justo en el segundo en que mi cerebro le daba la orden al dedo, entendí que estaba poniendo la maldita clave personal, y no la clave de la tarjeta. Sin embargo, el inepto dedo no tuvo la gambeta suficiente como para derrapar, pulsó “ACEPTAR” y el cajero engulló mi tarjeta. Luego, el silencio. Cuando uno pierde el e-token, bloquea su página de homebanking, olvida su clave personal y deja que el cajero le chupe la tarjeta de débito, deja de ser persona física y se vuelve una bola de energía calórica. Y este tipo de reacciones nucleares descontroladas en cadena hace que la bola se vuelva inestable, con altas probabilidades de explotar. - ¿Qué tal Sra? ¿Cómo le fue? Mi rostro debe haber sido el de un demonio enajenado porque este muchacho terminó de acomodar los ojitos uno al lado del otro y comenzó a rumiar su alimento por segunda vez. Apreté las muelas, dos bolitas de músculo asomaron por debajo de las orejas, trabé la mandíbula y, como ventrílocuo dije: - QUIERRRRO HABLARRR CON UN SERRRR HUMANO - Para eso está el teléfono, Sra. - NO PUEDO USARRR EL TELÉFONO PORRRQUE NO PUDE GESTIONARRR LA CLAVE PORRRRQUE EL IDIOTA DEL CAJERRRRO DE PORRRQUERRRÍA ME TRAGÓ LA TARRRRJETA. ¿¿¿¡¡ME SEGUÍSSSS!!??? No exploté porque soy orgánica. Pero créanme que a partir de ese momento, lo que se suscitaron fueron todas desgracias. Nadie me atendió. Eran diez seres humanos en persona que trabajaban dentro del Banco pero que lo hacen bajo las ordenes precisas de los organismos gubernamentales de control, y seguramente de Jaime Stiuso, de no hacer contacto con nadie. Sino, no se entiende. Me fui de la sucursal sintiéndome un producto inflamable, caminé hasta el auto manoteando mi cartera en busca de las llaves, sin poder creer que esto también estaba pasando. - Padre que estas en el cielo, te pido que me ayudes. Por favor. Ayudame a encontrar mis llaves. No hagas que tenga que volver a entrar al Banco… Sin embrago las llaves no estaban y no me quedó otra que volver. Lo hice con la frente bien alta. - ¿Qué tal Sra? ¿En qué la puedo ayudar? Este tipo es de mentira, pensé. ¿Me está jodiendo? ¿Le pagan por hacer esa pregunta? - Me dejé las llaves del auto en algún lado. - No creo, pero si prefiere, la acompaño a hacer el recorrido por los lugares en donde estuvo… - No dejá, gracias. Yo puedo sola. - ¿Se fijó dentro del auto? Tal vez nunca las sacó del tambor… Comprendí la ironía perfectamente, pero preferí no hacerme cargo. Salí con altura para verificar si este pejerto tenía razón. Por suerte tengo la mala costumbre de dejar el auto abierto. Las llaves del auto no estaban, pero por lo menos pude recuperar las de mi casa. Esto era claramente un día de furia. Mi garganta estaba tan angustiada que casi no pasaba aire por la tráquea, y yo tenía que volver a entrar al estúpido Banco. - ¿Qué tal Sra.? ¿La puedo ayudar? No, nooooo, no lo podía creer. A estas alturas no sabía que era lo que más rabia me estaba dando, si el cuadro completo, o específicamente este delirante. - Que tal. Me llamas un remise, por favor. Aparentemente me interpretó telepáticamente porque no hubo movimiento de labios. - Si claro, Sra. Un segundo. Se dio vuelta y pude ver la sonrisa reflejada en su compañero que lo imitó. Los dos, o tal vez todos, se estaban haciendo un festín de la rubia cara de huevo a quien le faltaba caerse al piso y hacerse pis. Sin embrago, no les di el gusto. Mantuve mi compostura de “dominio completo de la situación” en todo momento. Cuando finalmente llegó el remise, cerré de un portazo, pero era una puerta vaiven, me subí al auto como lo hubiera hecho Sofía Loren y fui en busca del final del día. Hay días memorables… jaja, “memorables”… pero por qué no se van a lavar los platos…
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