207. LA COMUNIÓN DE LAS ALMAS
- Pajas Bravas
- 11 mar 2016
- 4 Min. de lectura

Hasta que no logre convencer a mi marido de tener otro hijo menor, Corcho enarbola la bandera de la impunidad. Y lo hace con el mayor de los esfuerzos y profesionalismo. Mi marido viaja mucho por trabajo y, no es que en su ausencia la casa pierda las formas, prefiero pensar que permanece idéntica pero en falsa escuadra. Es mi manera de interpretar lo que tal vez otros percibirían como falta de exigencia, una elongación en los modales. La cama en la que duermo fue diseñada para dos, y frente a esta premisa, ante la deserción de mi Brigadier General, el puesto es sistemáticamente ocupado por mi diminuto Alférez. Le gana casi todas las batallas al sueño justo antes de perder la guerra final. Sus últimas palabras son siempre las mismas, “¿Me das la mano, Ma?”, y así se rinde tomado de mi mano. Bueno, anoche fue igual pero distinto. Con los años, la partida de mi hija Carola se fue macerando. El amor que siento por ella es mucho más maduro y menos salvaje. Hablo de ella en casa en presente y en pasado sin condicionamientos. Lo que me doy cuenta, es que hablo siempre de mi bebita, y no de mi niña. Quienes hubieras sido sus compañeritas ya están en primer grado, y seguirán creciendo hasta convertirse en mujeres. En cambio Carola permanecerá beba toda mi vida. Carola es fáctica tanto para mí, como para mi marido y mis dos hijos mayores. Pero para Corcho, Carola es una idea vaga y poco clara de un integrante importantísimo de la familia que no existe. Conoce perfectamente a sus hermanos, y aprendió de memoria a reconocer a su hermana en fotos. Esta tarea de lograr que un hijo entienda que tiene una hermana que no conoció, es nueva para mí. De todas formas, llevo un tiempo ideando una teoría personal, intransferible y completamente infundada a la que denominé “La comunión de las almas”. Antes de que me digan que es un plagio, aclaro que no tengo idea si el concepto existe y, de existir, tampoco conozco su significado. Se trata de una creencia absolutamente íntima, que hago pública en este momento producto de la incontinencia verbal que padezco. ¿Qué significa este postulado de La comunión de las Almas? Que Corcho, antes de ser Corcho, tuvo la oportunidad de conocer a Carola, cuando Carola dejó de ser Carola. Creo en las almas y también en su comunión. También creo en la sensibilidad y permeabilidad de los niños para percibir “cosas” que los adultos no podemos porque se nos ha cerrado la ventana celestial y la corteza se ha vuelto rígida. Con todo esto digo que creo que Corcho y Carola se conocen y que mi tarea no sería tan complicada. La edad de Corcho es genial. No es tan chico como para no entender, ni tan grande como para razonar. Si no quiere bañarse, le busco el pijama del Power Ranger rojo y le digo que si no se baña, no se convertirá en él. Y se lo cree. Se baña, se pone el pijama y está CONVENCIDO que es el Power Ranger. Si no termina el tomate, le digo que no se va a llenar de potencia, y se lo termina. Lo arengo siempre: “Corcho, no puedo creer la potencia que tenés”, “Zi, ya zé, estoy lleno de potenzia”. La semana pasada quiso colaborar a la hora de la tarea de sus hermanos. Entonces, para que se sintiera útil, tomé un papel y le dibujé una capa. - Tomá Corcho, tenéme este papel. Es la capa de Superman, y con esto, vuela. - ¿Con ezte papel vuela? - Si gordo. Es importante que lo tengas vos. ¿Te animas a tenerlo? - Zzi. El asunto fue tomado con tanta responsabilidad que a la hora comenzó a gritar desde el baño porque no podía bajarse el jean con una sola mano. Y estos días de relajo en los que duermo con este personaje épico, aplico la técnica del “superhéroe en la cama” para alejar su cuerpito ardiente del mío. “Corcho, vos acóstate más allá así dejamos que en el medio se acueste Spiderman”, y encantado le cede el lugar a su héroe. Pero anoche, la técnica no funcionó. - Gordito, ¿por qué no te corres un poquito así le dejamos lugar al Capitán América? - No puedo. - Dale Corchito, correte un cachito. - No puedo. Carola eztá rurmiendo y ez muy chiquita. Yo la cuido. - ¿Dónde está? - Acá. (Y me señaló a su lado. Tragué saliva para aclarar la garganta) - Bueno, pongamos a Carola en el medio. ¿Dale? Así la cuidamos los dos. - ¡NO!, yo ruermo al lado tuyo porque voz zoz mía. La colección entera de Marvel puede dormir a mí lado porque, claramente, no son competencia. Pero Carola es otro cantar. Que la trate del mismo modo y con la misma cantidad de celos que un hermano mayor trataría a una hermanita menor confirma mi insubsistente teoría de que ellos se conocen y que no hace tanto, Carola y Corcho, jugaban juntos.
Kommentare