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201. ¿QUÉ ME TOCÓ SER

  • Pajas Bravas
  • 12 ene 2016
  • 5 Min. de lectura

Estoy sentada en una YPF en San Fernando, esperando que me digan lo que ya sé… que las pastillas de freno están gastadas, que los amortiguadores tienen un sangrado y que la caja de cambio está sellada y no pueden medirle el nivel de aceite. Mi auto es la prolongación de mi ser. Sé exactamente lo que le pasa. Y desde este rincón junto a la ventana, miro, pienso e improviso un balance.

No es un balance muy serio teniendo en cuenta que justo por encima de mi cabeza tengo a la gente de TN entusiasmada relatando la agónica captura de los tres mosqueteros. La mayoría de las personas que entra a esta estación de servicio tiene caras largas y un andar pesado. No se parecen al centenar de hormiguitas que tengo a mi lado, que van y que vienen con determinación. Creo que la diferencia es que a ellas les tocó ser hormigas y lo saben, hacen lo que deben, se esmeran y lo hacen bien. No estoy tan segura de que las personas que estoy mirando sean conscientes de lo que les tocó ser en la vida, que conozcan el don o talento maravilloso llevan dentro como diamante en bruto inexplorado. Más bien parecen sobrevivientes.

¿Y yo? ¿Qué me tocó ser?

Me remonto a mis primeros años de vida, cuando todavía era “yo” y veo una niña que se pasaba el día entero soñando. Tengo recuerdos de mis sueños de inocencia, y creanme que soy dueña de un tesoro invaluable. La lástima es que crecí y aplasté a la niñez sin piedad.

Entonces, ¿qué me tocó ser?

Creo que lo que mejor hago es ser mamá. Suena muy básico, pero lo que sea que están haciendo estas hormigas acá al lado mío también lo es, y sin embargo su labor es fundamental para ellas, para su propia existencia y para la perpetuación de su especie.

¿Soy una buena mamá? Ni idea. Me encanta pensar que sí, que lo hago con esmero. Solo el tiempo evaluará mi desempeño y dirá si había sido llamada a ser madre y me había tocado por designio divino semejante tarea, o si lo hice a prepo.

¿Qué más me tocó ser?

Conocer esta respuesta me volvería tan segura de quien vine a ser como lo están estas hormigas. ¿Quién soy? Es una pregunta muy vinculable a los meses de enero, y la respuesta sobrevuela los rostros apáticos de todas las personas que entran a la estación de servicio. Yo no quiero eso. Prefiero lo que veo que camina por la cornisa de esta ventana. Quiero la certeza y la autenticidad de las hormigas.

Entonces una vez más vuelvo a preguntar: “Valy, ¿qué te tocó ser en esta vida?”

No sé. Pasan los años y sigo sin poder responder a esta pregunta tan simple. La diferencia es que hoy soy consciente y puedo verme con absoluta claridad y entender que yo también entré a esta YPF con la misma cara indiferente que el resto de las personas. Pedí un café como lo pidieron todos y caminé con el mismo desgano sabiendo que no sé quien soy.

¿Qué me tocó ser? No lo sé con exactitud, pero sé que la respuesta la llevo conmigo en el morral imaginario que cargo hace dos años. Es un morral llamado “Pasión”. A veces es lila, otras veces es rosa y tiene una gran mariposa monarca que le da sentido a mi vida. Desde aquel día en que mi psicóloga me dio el alta prematuro y me dijo “escribí que es lo único que te va a liberar”, desde ese día me cargué el morral imaginario al hombro y nunca más me lo quité. Viene conmigo a todos lados y está repleto de sueños, ideas, papeles, una computadora y una página. Y lo increíble es que no me pesa nada, justamente, porque se llama “Pasión”.

Es probable que haya aplastado a mi niña con brutalidad cuando sentí el llamado de la adultez, y si hubiera tenido más compasión con ella (conmigo) habría sabido más de mí de lo que realmente sé. Pero hay rastros de mi niña por todos lados. Anoche encontré en una caja embalada en el garaje un diario íntimo con más de doscientas hojas escritas con anécdotas increíbles. También habían quince poesías y un librito que le había escrito a un hijo imaginario. Además de eso, encontré una carta pidiéndole perdón a mi papá por una discusión y diciéndole que me disculpe por no poder decírselo en persona, que las palabras me brotan con el lápiz y no con la voz. Y por último, una composición de sexto grado acerca de mis sueños. Era mi pequeña voz interior hablándome de mis deseos y de mis metas. Era un testimonio que había guardado con celosía dentro de una caja, cerrada y embalada. Casi como haciendo alusión a como llevo mis sueños de la niñez dentro mío, cerrados y embalados.

¿Qué me tocó ser en esta vida?

Una soñadora con sueños frescos. Una mujer con muchas ideas en la cabeza aunque la mayoría son irrealizables. Pero irrealizables porque yo no me animo a cruzar el muro que me separa del sueño. Estas hormigas no dejan de escalar esta ventana en dirección a lo imposible y no se lo cuestionan. Hace un rato vi como una que cargaba un palito, se cayó. Y así nomás, con la fortaleza colosal de una hormiga, tomo el palito de nuevo y volvió a subir. Ellas saben quienes son, y esa sabiduría las llena de claridad, osadía y coraje.

¿Qué me tocó ser?

Justo cuando me estaba por agarrar un ataque de pánico porque estaba llegando a la conclusión de que toda la vida quise escribir, y que toda la vida lo había hecho pero siempre con vergüenza y pudor… vino el mecánico. Ya sabía lo que me iba a decir. Los frenos, los amortiguadores y la caja de cambio.

- Señora, ya está. Le dejé impreso el diagnostico en el asiento del conductor. - Ya sé, los frenos están gastados, y los amortiguadores… - No, los frenos está perfectos, los amortiguadores también. - ¡Qué raro! Y el nivel de aceite de la caja de cambios sigue siendo un misterio, ¿no? - No, lo medimos y está perfecto. Lo único que tiene es rota la pata del motor. Nada más, el resto está perfecto.

Y yo que pensaba que conocía a mi auto a la perfección. Y yo que creía conocerme.

¿Qué me tocó ser en la vida? ¿Qué me animo a decir que soy?

Por ahora me animo a decir que soy UNA ESCRIBIDORA. Una soñadora que escribe. Eso creo que me tocó ser y me lo tuvo que venir a decir Carola con su partida, mi otra niñita. Algún día, con más agallas, tal vez me anime a ser más. Pero por el momento, conocer quien soy, saber que es lo que debo hacer e intentar hacerlo bien, me identifica con las hormigas y eso es lo que quería.

Una vez escuché una frase: “La experiencia es lo que uno obtiene cuando no obtiene lo que quiere”. Aún cuando no logre alcanzar mis sueños, adquirir experiencia es igualmente admirable. Este 2016 es un desafío para la adulta cobarde que aplastó a mi pequeña gran soñadora. Se lo debo a mi niña, a mi otra niñita y, sobre todo, a mí.

 
 
 

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¿Quién está detrás de
Pajas Bravas? 

Me llamo Valy. Desafortunada en el juego, tengo toda mi fortuna en casa. Soy mamá de tres varones y de una mariposa que voló hace cinco años. Atrapada en un duelo durísimo, encontré la salida a través de Pajas Bravas, el rincón que me liberó y desde donde hoy simplemente escribo...

 

Y justo, cuando la oruga pensó que era el final, se convirtió en mariposa

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