198. VIVIR ENAMORADA
- Pajas Bravas
- 16 dic 2015
- 3 Min. de lectura
Vivir enamorada, así quiero pasar la vida. Tanta agua ha corrido bajo nuestro que nos hemos vuelto eternos. Tanto atropello, tanto arrollo, tanta risa, tantas lágrimas y sin embargo ahí estás, al lado mío. Aquí estamos los dos, sosteniendo y atenuando el peso de la vida, y volviéndola plácida. Tantas crecidas impetuosas han ido fundiéndonos y nos han vuelto esto que somos, un puente firme sobre aguas turbulentas. Ya no andamos por las plazas de la mano, ni compartimos el helado. No me pasas a buscar y me abrís la puerta del auto, de hecho, rara vez te bajas. Yo tampoco voy a verte jugar al rugby delirando en suspiros manifiestos, ni me seduce verte traspirado. No nos hemos escrito cartas en años, y sin embargo, aquí estamos. Firmes, fuertes, seguros y confiados. Dos pilares macizos de un puente eterno. Vivir enamorada, así quiero pasar la vida. Evolucionando en el enamoramiento y entendiendo que está bien que eso suceda. Las mariposas en el estómago no pueden ser un índice confiable ya que la vida de una mariposa es muy corta. Y si de ellas dependiéramos, asesinaríamos amores más bellos que las mariposas mismas. Es cierto que ya no me paso el día mirando el celular esperando oír tu voz, y que si suena, no se me sale el corazón por la boca. Es muy posible que el llamado precise de mi gambeteada para zafar de algún mandado incumplido. Podría ser potencialmente alta la probabilidad de que tu llegada imprevista me haga saltar de la cama sobresaltada y finja que lustro los bronces. Y también podría ser admisible que, enterarme que se suspende tu asado con los entrenadores, requiera más de una apnea para digerir la noticia. Sobre todo si ya estaba metidita en la cama con bandeja y control remoto en mano. Para ser justa, tampoco escucho el aullido del lobo hambriento cuando me levanto a la mañana y me quito el camisón. De hecho, no me tomo el trabajo de desvestirme con sensualidad como lo hubiera hecho antes, más bien dejo caer el camisón, saco un pie y el otro lo uso de pivote con el que catapulto la prenda sobre la cama. La energía que gastaba tratando de ser la cocorita más deseable de todas, y la que consumías con tu gallardía y tu apostura eran descomunales. El cortejo diario (claramente) ya no es el mismo. Y está perfecto. Es porque mucha agua ha corrido bajo nuestro puente y la mayor conquista de todas sigue siendo estar de pie, uno al lado del otro, juntos. El brío de la adolescencia perdió su intensidad y se transformó en un amor mucho más cuerdo y maduro. Vivir enamorada, así quiero pasar la vida. Y así vivo. Enamorada. Asentada y atraída por este pilar de rocas que me acompaña y me sostiene. Halagada por un galanteo mucho más inalterable que la flor y el chocolate. Cautivada y nostálgica por las aguas pasadas, y seducida y entusiasmada por el agua que ha de correr. Ya no sufro ni me conmuevo por los mil bemoles de la pubertad, ni las incesantes mareas hacen mella. Es un amor fundado hace tiempo, de dos personas enamoradas que han estado casi más tiempo juntas que separadas. Enamorada. Así vivo este amor. Como un viejo puente sobre aguas turbulentas.

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