194. EL DESCARGO DE UNA "FLACA"
- Pajas Bravas
- 12 nov 2015
- 3 Min. de lectura
Se ve que las compré en plena etapa de negación porque por más que me esfuerce, no puedo recordar cómo fue que las pedí. “¿Me das un paquete de telgopor?” No creo, me acordaría del sarcasmo. Y me llama la atención que no me haya reído a carcajadas en el mercadito. Típico de la negación. Es que toda la vida me reí de su nombre, de su forma, del ruido que hacen y del sabor. Sobre todo del sabor. Pero bueno, aparentemente debo haber tocado fondo ayer porque las vi, las compré y acá estoy, comiéndolas. Voy a hacer un descargo a favor de las “flacas” por dos motivos. Primero, ¿quién dice que hay que pesar tantos kilos para tener derecho a la queja? Y segundo, ¿quién dice que una “flaca” no puede tener mil rollos con su cuerpo? Pufff, me siento mucho mejor. ¡Gracias! Porque cada vez que insinúo que tengo un temita con mi cuerpo parece que tengo que disculparme. -¿Pero con esa figura que tenés te quejas? -Con lo flaca que sos… -Ahhh buehhhh, si vos te cuidas, yo tengo que pegarme un tiro… El tema que confunde es que sigo entrando en un talle 26 de pantalones. Fenómeno. Pero antes lo subía de un tironcito, y me lo abrochaba con una sola mano como Maru rompe un huevo. Ahora, la subida es de a tramos y con la ayuda de una bombeo pélvico. Antes, con el pantalón cerrado, metía la remera y el brazo adentro para acomodarme la ropa. Ahora, con el pantalón abierto y bastante dificultad, acomodo primero la piel sobrante y a la remera la dejo afuera. Y con todo esto, cuando me quejo, me callan. -Seeee claro… una panza bárbara. Dejate de joder… Si me ven venir, vengo bien. Si me ven ir, zafo. Siempre y cuando esté vestida. Desnuda, yendo o viniendo, soy una escultura de cera expuesta al sol. Soy un tubo de pasta dentífrica a medio usar. Una planta con exceso de aporte de agua. Soy un par de medibachas mal dobladas. Así y todo, cada vez que necesito hablar de las cosas que me hinchan de mi silueta, no me es permitido lamentarme y no saben lo pesado que es. Esta mañana, el “crackkkk” sin sabor del telgopor al que le agregué queso me despabiló y me di cuenta que había tocado fondo. Es que siempre me reí de la gente que las compraba. Y ahí estaba yo, doblada en dos, rebasando por todos flancos en mi eterno talle 26, comiendo galletas de arroz y no pude hacer otra cosa que reírme a carcajadas de la situación. “Galleta”, hasta me cuesta escribirlo. Por suerte no tengo quién me mande acá. Y, para cuando comiencen a ningunearme será demasiado tarde porque ya lo dije: “La perdurabilidad de aquella flacura eterna con la que me mantuvieron tanto tiempo callada no fue ni absoluta ni permanente. Soy una “flaca fofa” en plena protesta reclamando por los derechos de la queja que me fueron vedados. Vestida, ponele. Pero desnuda doy risa y quiero rezongar y quiero que me dejen”. Aún cuando continúe comiendo telgopor con queso, no saben lo bien que me siento ahora que me sublevé un poquito y me reí de mí misma. De esto que me he vuelto, un tubo de pasta flácida y blandengue... pero flaca.

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