190. LAS MARCAS DE LA MATERNIDAD
- Pajas Bravas
- 18 oct 2015
- 1 Min. de lectura

Ahhhh, las marcas de la maternidad... no las cambio por nada del mundo. Con la maternidad, dejé de ser un envase hermético. Por mi propio bien, tuve que abandonar las actividades de alto impacto. La cama elástica o un pogo energético, por ejemplo, se han vuelto demasiado riesgosos. Con la maternidad, la pancita no es una cuestión que se baja con medio día de ayuno. De hecho, hace cuatro meses que comencé Pilates y mi foco está puesto en los abdominales. Sin embargo, aunque hunda mis dedos y perciba que la pared abdominal se fue convirtiendo en un macizo sólido producto del conjunto de músculos sumamente trabajados, se les ha adosado un mullido edredón de piel con apariencia confortable y despreocupado. La idea de que mi panza se ha convertido en un placentero lecho una vez más no es otra cosa que la reminiscencia del nido que alguna vez fue. Cicatrices varias y variadas, las de los partos, la de la cesárea y la invisible que me dejó Carola. Con la maternidad me revelé contra ciertas enseñanzas de buena conducta. Comer parada y terminar lo que queda en otros platos, dejar abierta la puerta del baño, entre otros. Gracias a la maternidad, estoy repasando los Imperios Persa y Asirio, la simplificación de fracciones, radicación y potenciación, y la gran estafa de los siglos, el análisis sintáctico. Las marcas de la maternidad... no las cambio por nada del mundo. ¡Muy feliz día para todas Uds! Las quiero, Valy
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