185. MI ESCABROSA CORDILLERA
- Pajas Bravas
- 23 sept 2015
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La montaña que tenía justo enfrente de mis ojos era colosal. Se extendía tan alta y tan orgullosa que me impedía ver otra cosa que no fuera su grandilocuencia. Nando Parrado llamó "Andes" a su majestuosa proeza. La mía se llamaba "Carola". Anoche expuse frente a un amoroso grupo de personas que me elevó respetuosamente. El tema que presenté, Patrones Crónicos, obviamente fue escrito por psiquiatras inspirados en mí. Un temazo que me movilizó muchísimo. Sintetizando y para que entiendan, un patrón crónico es la manera en la que actuamos frente a una herida a la que no hemos podido resolver y que permanece en nuestro organismo dominándonos, volviéndonos rígidos y limitándonos. Uno puede reaccionar de manera desmedida frente a un detonante que nos remita a aquella herida no resuelta o, por el contrario, reprimiéndonos y sometiéndonos. Me paré y miré y contemplé mi montaña. Era ella y yo. La examiné con detenimiento y observé que la conocía a la perfección. Estaba repleta de senderos, cubierta de mis huellas, y empapada en lágrimas. A esta montaña le conocía cada roca, cada cueva, cada recoveco. Lo más escabroso de los patrones crónicos es justamente que son muy difíciles de distinguir y toparse con uno de frente es muy poco probable porque están tan incorporados a nuestro sistema que creemos que "nacimos con esta condición de violentos, tímidos, aburridos, presumidos, asustadizos o el que nos describa mejor". El problema de Carola, esta montaña tan sublime, era que me tapaba la visión, se erguía como si fuera el único macizo y no hubiera nada más detrás. Pero como les dije, este espacio que me fue cedido me sirvió para elevarme y notar que antes de Carola se extendían kilómetros de escabrosa cordillera. Cerros tan altos como Carola, pero lejanos y escondidos tras la perspectiva de los años, eran montañas olvidadas, sin senderos ni lagrimas. Cuando noté sus presencias me di cuenta finalmente que había mucho material no resuelto que le imponía y le impone personalidad a mi persona. Ya lo conté muchas veces, pero déjenme decirles que esta timidez que me domina es la misma que me mantuvo desvelada estos días por miedo al discurso en público, la del pánico al ridículo, la misma que me concierta las eternas citas con la planchita, la misma que me retrae y solamente pierde bajo los efectos de una copa de vino, la misma que no tolera una halago o un elogio. Es la exacta misma timidez que prefiere hablar en el más absoluto anonimato, la que hace que la cáscara que me recubre tenga la rigidez de la antipatía, la que evapora mi temperamento por los poros y me hace caminar encorvada porque el orgullo de llevar los hombros derechos es cosa de otros. Esa timidez es una herida no resuelta del pasado lejano. El hostigamiento de la infancia hacía que quisiera ser invisible, deseaba que tomaran lista en la clase y que cuando preguntaran por mí, todos dijeran "ausente". Y, para que no dolieran los apodos y las burlas, me volví resistente, dura y áspera, me creí que era una paja brava y me agarroté dentro de mí. De esta manera, no había más sufrimiento, la herida no dolía más. Cuando anoche les conté que un patrón crónico mío era un tema que aparenta ser muy superficial si lo comparo con la pérdida de mi hija, entendí que Carola no se había vuelto un patrón crónico justamente porque ella fue resuelta y sanada tras años de llantos y bostezos. No hay aquí nada más que la amorosa pérdida de mi hijita, y el dolor profundo causado por el amor en estado de ausencia. En cambio, aquella otra montaña lejana y olvidada es la que me quita calidad de vida y me limita a diario, y le imprime a mi cuerpo una eterna actitud de inseguridad. Es una montaña tan intrincada y retorcida que dañó mi autoestima a un punto tal que hace que, en vez de creer que soy fea, me hace saber que lo soy. Es una diferencia sutil, pero enorme. Si la fealdad es un hecho, no hay nada que solucionar. Esto es un patrón crónico. Les deseo a todos que logren hacer este trabajo arduo y recorran este camino interior que es muy sanador, y sobre todo revelador. Ahora los aliento yo a Uds para que se animen. Tal vez no somos esto que creemos que somos, tal vez no lo heredamos y estamos destinados a vivir sometidos a estos patrones, tal vez estamos a tiempo de encontrar aquello que se perdió cordillera adentro.
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