179. UNA GOTA DE ACEITE
- Pajas Bravas
- 25 ago 2015
- 3 Min. de lectura

179. UNA GOTA DE ACEITE Para algunos, el mundo no existía hasta que se inició con el Big Bang. Para otros que con menos cuestionamientos, el mundo flota, gira y fue siempre redondo. Para los más inspirados, el mundo era plano y estaba sostenido por cuatro elefantes y una tortuga. Después de esta última teoría, cualquier otra interpretación es válida. Últimamente, para mí el mundo es una satén y por momentos me vuelvo una gota de aceite flotando a la deriva en la soledad de un mar que me repele. Eso soy, una gota de aceite sin rumbo, completamente agobiada. A fuego lento, brinco y arremeto contra todo con ardiente bravura, pero sin juicio ni razón. No sé qué hacer. Soy solamente una gota de aceite que no tiene las respuestas a nada y eso hace, nada. Mi hijo mayor, el que llegó para abrir camino, lo está haciendo a los porrazos. Y no estoy siendo metafórica, literalmente lo está haciendo a los golpes. Hace cuatro meses se fracturó la clavícula entrenando en el colegio. Entre el yeso y la félula, los quistes en los dientes definitivos y la inminente intervención del ortodoncista. Y hace quince días, el teléfono sonó y la gota de aceite emergió: - Holaaa. - Hola Valy, soy Sofi del colegio. No te asustes, no pasa nada grave… Pasé a buscar a mi hijo por el colegio. Con la primera fractura cometí el imperdonable error de no creerle, no volvería a incurrir en la misma burrada. Lo ayudé con la mochila y le hice un cariñito en la cabeza. - ¿Te duele mucho? - Si - ¿Es la clavícula de nuevo? - No - ¿Cómo fue? ¿Qué sentiste? - No sé, Ma. Un ruido en el hombro… El primer traumatólogo diagnosticó un desgarro muscular que luego fue ratificado por un segundo traumatólogo. Pero como soy porfiada y la mala experiencia me avala, vi a un tercer especialista que le pidió una resonancia, estudio que contradijo por completo la primera presunción. Aparentemente rompió dos ligamentos y sufrió una nueva fractura en el manguito rotador. Con este nuevo diagnóstico en mano y el fuego calentando mi orbe me fui a ver al tercer y cuarto traumatólogo, eminencias en cirugías de hombros, que coincidieron en decir que nunca habían visto semejante lesión en un adolescente. Lástima que, no solo no coincidieron en el tratamiento, sino que se opusieron por completo. Uno argumenta que la operación es la única solución y que el tiempo juega en contra, y el segundo me explicó que no había nada para hacer y que una operación podría empeorar el cuadro. Ahora sí, soy una gota de aceite friendo por la vida, escupiendo mis broncas y rociando mi escepticismo en la medicina y sus excelencias. Mientras tanto mi hijo no puede mover el brazo hacia adelante ni hacia atrás y tiene mucho dolor cuando alcanza los topes. Y yo, esta ignorante gota de aceite sigo llorando mis miedos y salpicando pánico y ardor. Lo malo de ser una gota de aceite es que una se vuelve muy vulnerable al calor del fuego. Y no hay hoguera más monumental que la que produce el sufrimiento de un hijo y no saber cómo solucionarlo. En lo que me quede de tiempo antes de volatilizarme espero encontrar algún especialista que le eche agua a la llamarada, que me devuelva la forma y la densidad original y que traiga consigo la solución médica que brinde alivio a esta sartén confusamente encendida.
Comments