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170. SOLTAR

  • Pajas Bravas
  • 3 jul 2015
  • 2 Min. de lectura

170. SOLTAR ¡Hola Legión! Antes que nada, quiero hacer una aclaración. Uso la palabra "legión", no porque me sienta poderosa, sino porque en el diccionario dice: “Número indeterminado y copioso de personas”. Además, es unisex y no tengo que andar aclarando que les hablo a ellas y a ellos. Porque parece que somos todas mujeres, pero lo mismo sucede cuando uno pasa cerca de un gallinero. Uno tiende a escuchar el alboroto de las gallinas, griterío escandaloso que no descarta la presencia de un gallo entre ellas. Con esto no las estoy llamando gallinas a Uds, lo que quiero decir… Y así, sin darme cuenta, me he pasado la vida completa pidiendo perdón por no haber echado candado a mis labios. Este fin de semana libro una guerra contra muchos de mis defectos más recalcitrantes. Me interno esta tarde en un Retiro de Silencio hasta el domingo. Si bien lo que se destaca es que s

oy esclava de mis palabras y que el silencio podría ser la ofensiva más sanguinaria, no es esa la batalla más cruda. Resulta que la más despiadada de las cruzadas a las que me enfrento es la de “aprender a soltar”. Este fin de semana tengo que soltar a Corcho y su mononucleosis. Tengo que soltar a mi lucerito del medio con fiebre. Tengo que soltar a mis hijos que rinden exámenes de mitad de año a partir del lunes. Tengo que soltar el lavarropas y los uniformes, tengo que soltar las comidas, los abrigos, el ibuprofeno y la cefalexina, las reprimendas y los sermones. También tengo que soltar el beso de las buenas noches y la levantada en la madrugada para echar un vistazo a los tesoritos. Tengo que aprender, básicamente y sobre todo, a soltar. Porque recién le decía a una amiga que no tengo derecho a creer que soy omnipotente. Y así como se lo decía me di cuenta que justamente ahí está la guerra más despiadada. Contra mí y contra mi alterada providencia. Estoy casada con un goleador de la vida. Si bien siento que en casa soy el arquero atajando penales el día entero, la realidad es que es una vil deformación de la verdad. Me paso la vida atajando penales porque no dejo el arco, pero en cuanto lo abandone, el goleador de casa defenderá la portería igual o mejor que yo. Ni los chicos pasarán hambre, ni Corcho empeorará, ni el mundo se caerá si el lunes no estudiaron suficiente. Esta tarde suelto mi casa y me voy al Retiro. Voy con la mente más tranquila ahora que me di cuenta que me ahogo en un vaso que lleno con preocupaciones desproporcionadas. Haber escrito esto me libero bastante de esa sensación que me aplastaba el pecho. ¡Muchas gracias una vez más! Llevo a mi marido, a mis hijos, a Carola, a mi familia y a mi Legión conmigo. Nos vemos a la vuelta…

 
 
 

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¿Quién está detrás de
Pajas Bravas? 

Me llamo Valy. Desafortunada en el juego, tengo toda mi fortuna en casa. Soy mamá de tres varones y de una mariposa que voló hace cinco años. Atrapada en un duelo durísimo, encontré la salida a través de Pajas Bravas, el rincón que me liberó y desde donde hoy simplemente escribo...

 

Y justo, cuando la oruga pensó que era el final, se convirtió en mariposa

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