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165. EL NORTE DE LA VIDA

  • Pajas Bravas
  • 14 jun 2015
  • 3 Min. de lectura

165. EL NORTE DE LA VIDA “Pull yourself together”, una frase en ingles que no tiene una conversión textual en español. Sería algo como: ”juntá todo lo que queda de vos desparramado y volvé a armarte”. En castellano, “calmate” o “reponete” podrían ser traducciones válidas, pero no exactas. Este fin de semana fue uno de esos en los que me vi forzada a cuestionarle, una vez más, las decisiones al Tata. Pobre, yo sé que debe estar cansado de tanta objeción, pero algunos eventos son cimbronazos que me vuelven a dejar tumbada y turbada en el piso. Nuestro paso por la vida. Nuestro destino. Nuestros legados. ¿Cuál es el sentido de todo esto? ¿Por qué existimos? ¿Para qué estamos acá parados, todos en fila, dándonos la paz? Anoche, doce horas después de haber recibido una noticia tan triste como es la muerte misma, no podía pegar un ojo. Traté de dormirme con los Martin Fierro pero una angustia repentina me aplastó el esternón. Me fui con la mente al génesis de los seres vivos y sus funciones vitales: relacionarse, nutrirse y reproducirse. Aparentemente uno, como ser vivo que es, necesita relacionarse con otros, necesita nutrirse, y necesita reproducirse. Me acordaba (erróneamente) que los pilares fundamentales para alzarme tras la muerte de mi hija, habían sido mis otros hijos. Me acordaba del oxígeno que liberaban sus sonrisitas y del esfuerzo que me demandaban sus lágrimas. Me acordaba que mis puntos cardinales habían virado, y que mis nortes eran ellos. Vivir para ellos. De esta manera pensaba que había logrado salir adelante. Pero, cuando no hay nortes para dónde virar la vida, ¿qué se hace? ¿Qué pasa cuando la soledad es maciza y compacta? Volví a recordar las funciones vitales, y volví a entender la importancia que tiene la reproducción. Y así, sin darme cuenta, mi mente me llevó de nuevo a las reuniones de duelo de “Renacer” donde me sentaba en ronda junto con otras veinte mujeres. Todas teníamos un dolor punzante y queríamos hablar de ello. Todas y cada una con su historia y su cruz. Pero había entre nosotras dos mujeres que sobresalían, dos madres que se erguían más alto que el resto. Aunque no lo hubiera hablado con el resto, me daba cuenta que todas sentíamos lo mismo. Eran dos madres que habían perdido a sus únicas hijas y habían quedado “solas en el mundo”. Ellas me daban tanta pena que me marchitaba en llanto cada vez que relataban sus desgracias. Pero con el tiempo fueron ellas las que me enseñaron que la fuerza no sale de otros, sale de las entrañas de uno mismo. Ellas eran sus propios pilares. Y sus hijas nunca habían dejado de ser sus funciones vitales, las mismas funciones que les proporcionaban signos vitales. Fue muy difícil el día de ayer. Frente a dolores de esta magnitud se me da vuelta el estómago de solo imaginarme la oscuridad densa que queda tras la muerte. Busqué palabras que fueran bálsamo, y no las encontré. Intenté pensar en palabras de alivio pero tenía la vista puesta en el lado equivocado. Recién a la noche pude ver más claro y comprender lo que aquellas madres me habían enseñado. Una es madre de aquellos que ya no están absolutamente toda la vida. Por más que hoy viva para mis hijos, es Carola mi fueguito interno. Es ella quien me fortalece, la que le da rumbo a mi vida, la que anida dentro de mí. Ella me hizo cuestionar a Dios, siendo justamente ella la prueba de que Él existe. El camino del duelo es largo y demoledor. Y, aunque suene trillado, hay luz al final del camino. La hay, y es luz cálida. La muerte de cualquier hijo no le quita sentido a la vida, se la da. Nos transformamos en Templos de ellos, con una meta clara: la de vivir para recordarlo/a y honrarlo/a. Recién anoche comprendí que se vive PARA quienes moran entre nosotros, pero se vive POR quienes ya no están. Y en eso, nada importa que cantidad de gente duerma en nuestra casa. El norte siempre está arriba. ________________________ Para G, una gran mujer, excelente amiga y sublime madre. Ojalá que el tiempo te permita “pull yourself together” y compartir mi mismo norte. Te quiero! Valy

 
 
 

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¿Quién está detrás de
Pajas Bravas? 

Me llamo Valy. Desafortunada en el juego, tengo toda mi fortuna en casa. Soy mamá de tres varones y de una mariposa que voló hace cinco años. Atrapada en un duelo durísimo, encontré la salida a través de Pajas Bravas, el rincón que me liberó y desde donde hoy simplemente escribo...

 

Y justo, cuando la oruga pensó que era el final, se convirtió en mariposa

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