162. problemas VS. PROBLEMAS

162. problemas VS PROBLEMAS Uno de los grandísimos regalos que Carola me dejó fue la experiencia y posterior discriminación entre problemas y PROBLEMAS. De todas maneras, aunque tengo bastante bien ordenadas las prioridades, cada tanto necesito volver a mirarla para reforzar las ideas principales. En teoría, parece sencillo darse cuenta que no contar con queso rallado para los ravioles no es comparable a perder el trabajo a los cincuenta años, y mucho menos a una enfermedad terminal. Sin embargo, para los que se ahogan en vasos, la falta de queso rallado podría ser devastadora. Mi mundo solía girar alrededor del queso rallado. Era una ferviente defensora de la Teoría Quesocéntrica. Actualmente soy una cristiana practicante, con mi propio A.C. y D.C. Antes de Carola, el pie plano de mi hijo era difícil de digerir y no tener una botellita de vino el viernes por la noche, un desconsuelo. Antes de Carola, que mis hijos se sacaran las zapatillas llenas de arena sobre el piso recién limpio o que la computadora se apagara sin haber guardado lo escrito, un martirio. Que se me quemara la tarta, que no aprobaran un trimestral, que no encendiera el auto el día que debía llegar temprano, que se me corrieran las medias antes de una fiesta, eran primero desesperación, y luego angustia. Carolita, así chiquita como era, tan sutil y etérea, me abofeteó con su partida y me ubicó. Resulta que lo que entendí fue a diferenciar los problemas de los PROBLEMAS. Y, si bien parece moco de pavo, cuando un problema es visto como PROBLEMA, el problema somos nosotros. No tener la capacidad de discernir entre uno y otro podría deberse, entre otras causas, a no haber tenido que cargar con el peso de la cruz de un PROBLEMA. Los problemas son los cotidianos, en gran medida solucionables, son los que bajo ningún punto de vista deberían quitarnos la alegría global. Siempre tendremos problemas de este tipo, y más que salir a la cancha a buscarles la solución, no deberíamos perder el sueño. Nuestros hijos seguirán perdiendo buzos, les teñiremos decenas de camisas favoritas a nuestros maridos, chocaremos el auto, se nos cortará la luz en verano, asumiremos los gastos de la cuenta de gas en invierno, tendremos hongos en los pies, nos desaprobarán una y mil veces, nos pelearemos con nuestras hermanas, se nos romperá la heladera, atravesaremos crisis de pareja y/o con los hijos, nos robarán la billetera. Son problemas CON solución, porque NO son la muerte de nadie. Aunque no tengamos la plata para reponer lo que se rompa o el tiempo inmediato para remediar lo remediable, son solamente medio vaso de agua. Darles mayor importancia del que tienen nos transforma en fundamentalistas “quesocéntricos”. Los PROBLEMAS son aplanadoras mentales. Ni David con su honda puede contra estos gigantes. Aparecen como huracánes, destrozando y llevándose todo, dejando el alma árida. Nos dejan sin fuerzas, sin esperanzas y sin fe. Un hijo enfermo, un puñal por la espalda y un divorcio inesperado, un diagnóstico terminal, el hambre y la desnutrición, la miseria, la orfandad, estos son PROBLEMAS. Carola fue un PROBLEMA que no tuvo solución. Fue mi huracán. Mientras caminaba por la aridez que dejó tras su paso, aprendí que solamente deberé preocuparme por los PROBLEMAS y dejar que los problemas fluyan. Ahogarme no puede ser una opción. Una lección tan simple y tan básica es también muy difícil de poner en práctica. Perder la perspectiva de las cosas y no poner las prioridades en orden solo nos llevará a hundirnos en lo más profundo del vaso. Yo ofrezco humildemente este regalo que me dejó Carola para que, sin importar el peso de los problemas, si son solo problemas, aprendan a nadar.

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