158. TIEMPOS DE ESTAMPIDAS

Somos los actores principales de aquel "Mundo Feliz" que presagió Aldous Huxley. Un mundo irónicamente feliz que avanza aún más acelerado de lo que él predijo. Vivimos en la era de la tecnología. Vibrando entre horarios, desatendiendo llamados vitales, encandilando y atropellando al prójimo. Es un período de riqueza incalculable, de confort y eficiencia. Pero, en cuanto a “tiempos” se refiere, somos indigentes. Siento que sobrevivimos entre instantes de estampidas.

Con un solo adminiculo hablo con mi tía en Inglaterra, chequeo el clima en Helsinki y le saco varias fotos a Corcho que envío en simultáneo a toda la familia, pero no tengo tiempo para visitar a mis primos que viven a treinta cuadras. Es el gran momento de la fotografía. Fotos panorámicas, fotos que superan la nitidez del ojo humano, fotos del interior del cuerpo humano y fotos de Marte, pero no tengo tiempo para revelarle una foto familiar a mi abuela que me la reclama a diario. Tengo un video en 4D de Corcho en el útero donde lo veo meterse el dedito en la boca y el flujo sanguíneo, pero no tuve el tiempo esta mañana para ir a la reunión de padres de sala de tres. Paseo con Google Street View por las calles de ciudades lejanas y doblo por esquinas que no conoceré jamás, pero no tengo tiempo de recorrer mi propia Ciudad.

Últimamente ando con esta sensación de “Compresión de la Existencia”. Percibo a la vida como una ráfaga que entra por la ventana y hace girar las hojas del calendario a toda prisa. Siento que subsisto a los días, pero no los vivos.

Son tiempos de grandes avances, de luces brillantes, de parlantes potentes, autos fugaces, trámites expeditivos y padres apresurados. Son tiempos vertiginosos. Los niños deben estudiar más y jugar menos, los pollos deben pesar más comiendo menos, los pañales deben absorber más y los bebés amamantar menos, la soja podría ser más rentable pero menos orgánica, las psicopedagogas deben ser más eficaces y los alumnos más eficientes, los complejos vitamínicos deben suplir mejor una dieta cada día peor. Todo en pos de mejorar los rendimientos del tiempo. Tiempo, que sin embargo, no tenemos. Y lo llaman calidad de vida.

Me levanto, los levanto, los alimento, los llevo al colegio, voy al trabajo. Salgo del trabajo, me alimento, me informo, los busco por el colegio y los llevo a entrenamiento o psicopedagoga. Voy al almacén, pago alguna cuenta, los siento a estudiar, caliento la comida, cenamos, me baño y me acuesto. No visité a mi abuela, no pinté el cuadro que quiero hace tanto tiempo, no aprendí a tocar la guitarra, no salí a caminar, no pensé en Carola, y cada tanto me invade una espantosa impresión de que escribir es una “Pérdida de Tiempo”.

¿Pérdida de tiempo? ¿Tan mal estoy que considero que sentarme y mirar el otoño, dormir una siesta, tomar un té con mi abuela, jugar al ping-pong con mis hijos o escribir un libro son “pérdida de tiempo”? ¿Tan a mil hay que vivir para sentir que tuvimos un día productivo? ¿Cuántas estampidas más voy a tener que padecer antes de darme cuenta que no se vive más ni mejor si hago de mi vida un instante?

#Reflexión