155. CHARLAS CON GEORGE
- Pajas Bravas
- 5 may 2015
- 3 Min. de lectura

El domingo Corcho escuchó que íbamos a “CHURCH” y se emocionó. No conocía el significado de la palabra “CHURCH”, y tampoco tenía idea si se trataba de un lugar, una persona, o un postre. Aún así, no pensaba perdérselo por nada del mundo. Buscó sus autitos, los metió adentro de su mochila y, antes de pedir ayuda a gritos, casi se disloca los hombros tratando de ponérsela. Entonces, se paró frente a la puerta listo y pronto para que no lo olvidáramos.
“CHURCH” es una de las pocas palabras que utilizamos habitualmente, que sustituye a su significado en español y que perdura en mi familia de habla inglesa. Significa “Iglesia” y lo utilizamos como el equivalente a decir: “Voy a la Iglesia” o “Voy a misa”.
- Chicos, mañana voy a “CHURCH”, ¿alguno me acompaña?
Entonces, ese domingo, Corcho estaba listo para ir a Church. Se trepó al auto y siguió el rito de todos los días.
- Mamy, ¿viene la polezía? - Si, Corchito. Seguro que viene la policía. - Hay que poner el zinturón. - Si, Corchito. Hay que ponerse el cinturón. Y dejarlo puesto hasta llegar a “Church”, ¿ehhh? - Ahhh, siiiii... vamos a ver a George…
Ya no lo escuchaba. Había puesto primera tanto en el auto como en mi mente.
Al llegar a la Iglesia, acompañé a Corcho a la clase de los chiquitos de 2 y 3 años. Enseguida lo vi feliz asique me fui a escuchar lo que Dios tenía para decirme.
Pensé que el mensaje había sido claro. Parece que siempre quiere decirme lo mismo. “Todo lo que pidamos en oración, creyendo, lo recibiremos”. Y, como de costumbre, me visualicé orando, y llorando, y creyendo, y pidiendo. Una vez más, me vi rogando por la salud de Carola. Ciertamente la partida de mi hija provocó una grieta muy profunda y sumamente dolorosa en mi relación con el Todopoderoso; y cada vez que el mensaje involucra este tema tan sensible, me duele la orfandad que padecí.
Con el corazón partido fui a buscar a Corcho. Lo vi tan contento con sus amiguitos que me contagió. Me vio, tomó su mochila y, sin ponérsela, vino corriendo hacia mí. Tiene tanta vida este chiquito que agradezco ser su mamá todos los días. Lo abracé y salí caminando, lento y pausado.
- Mamy, no estaba George. - ¿Qué? - Que no estaba George. - ¿Quién es George? - George. No encontro a George. No está. - ¿George? ¿Geooooorge? Corcho, ¿quién es...? Ahhhhh, “Church”… jajaja
Como la fonética de las dos palabras es similar, el gordo entendió que íbamos a visitar a un tal George. Y se fue desilusionado porque no lo encontró.
Pero increíblemente, gracias a Corcho, yo sí. Me di cuenta que había malinterpretado el mensaje de Dios. Aquel a quien temo, Jehová, El Altísimo, el Creador, me estaba diciendo otra cosa:
- No me titules de todas esas maneras que solamente me alejan de vos. No me nombres así. No sigas cuestionando lo que ocurrió, no sigas mirando hacia arriba y exigiendo explicaciones. Mirame acá abajo, caminando al lado tuyo. Y cuando me busques, cuando me llames, decime George.
Así de fácil, así de simple. Ahora yo también voy en busca de George. Corcho me enseñó caminar junto a Él y tratarlo como a un abuelo que sabe mucho, que entiende y que ama. Lo prefiero así, necesito que sea así. Y yo, en mi eterna imperfección, hago lo que puedo.
Ya lo describí antes, mi relación con George es para un Ateneo de Psiquiatría, pero por lo menos por ahora, nuevamente, vamos abrazados.
Mis charlas con George...
Comments