139. UN HOMENAJE A LA MUJER
- Pajas Bravas
- 8 mar 2015
- 4 Min. de lectura

La paz de las respiraciones profundas y la condensación del aire nocturno son momentos tan preciados para las mujeres, como breves. De golpe y sin aviso, el sonido estridente del odioso despertador disfruta de nuestro sobresalto. De este modo arranca un típico día femenino. Las mujeres, a quienes admiro, desempeñamos varias funciones. Pero la descripción de esos puestos no quedó detallado en ningún Convenio Colectivo de Trabajo y eso nos vuelve vulnerables a carecer de ciertas libertades o a ser sometidas a las voluntades ajenas. Entonces, justo después de aquella alarma pica sesos, arrancamos con la función ingrata y repetitiva de arrear ganado. - ¡Chicos, arriba! Chiiiicos!!... Vamos, a desayunar!... Dale piojos, se hace tarde... ¿No vas a comer ni una tostada?... No te olvides tu tarea que quedó en la mesa del comedor... ¿Se cepillaron los dientes?... Corcho, agarrá tu mochila... Chau chiquis, que tengan un buen día. Quisiera aclara que vengo de una familia sumamente patriarcal, y que yo misma me consideré siempre de centro-machista. Creía que mi madre, docente de profesión y vocación, trabajaba solamente medio turno. Hoy sé que esto no existe. Y aprovecho las efemérides para honrarnos a nosotras las mujeres, y hacernos llegar mi más profunda admiración. Continúa el día. En lo que denominamos "El trabajo" o "La oficina" podríamos tener un buen día, aunque también hay de los otros. Un descuido, un patrón que nos reprende y un día en dónde se torna difícil respirar. Imperceptiblemente pucheriando podríamos recibir un llamado del colegio de los chicos. Alguno podría tener fiebre y habría que ir a buscarlo. Una vez en casa, nos preparamos para cumplir la función de mártires inmolados. El adolescente con fiebre, el chiquito que vuelve del jardín con sueño y la segunda fecha de vencimiento del gas, vencida. Famélicas nos vamos a Gas Natural. El chiquito obviamente se duerme y conseguimos estacionar a cinco cuadras. Con el peso muerto del chiquito en brazos, la mirada del enfermo y la factura vencida, hacemos la cola. Llegamos a la ventanita y nos avivan que no tenemos la fotocopia del DNI. Vuelta a caminar a paso redoblado tres cuadras con el tesorito en brazos y el adolescente que nos clava la mirada en la espalda. ¿Por qué no me habré puesto ojotas? Lamentablemente el tesorito se despierta cuando lo depositamos en el piso de la librería. La violencia de aquella pataleta nos habría dado mucha vergüenza si no hubiéramos estado tan agotadas. "Es que no durmió la siesta", así justificamos en voz alta el accionar de este demonio que se arquea poseído para que no lo podamos levantar. Y, en medio de este cuadro de Picasso de una de nosotras llorando nos grita: "Quiero hacer popo". Volviendo a casa vemos una farmacia y recordamos el pedido de nuestro marido: "Gorda, YA QUE ESTÁS cuando vayas al super, acordate de mi desodorante". A la tarde somos máquinas precisas. Nos toca la función de maestra particular, trabajadora de casas particulares y cocineras entre otros. Podemos enseñar matemática de 5° grado, llevar un hijo a la psicopedagoga, hacer un nesquik, abrirle la puerta al perro, cortar el brócoli, tomar la temperatura, bañar al chiquito que se hizo encima, buscar al hijo por la psicopedagoga, y firmar la autorización para que salgan caminando solos. Un minuto antes de que llegue el esposo, nos enteramos de que necesitan hojas milimetradas. - Hola gordo! Tengo la comida en el horno. Voy a la librería y vuelvo. Ya lo bañé a Corcho. - Dale, no hay problema. Mañana necesito llevarme tu auto así dejas el mío en el taller, pero andá que después te cuento. Volvemos con las hojas milimetradas y nos toca la función de "ingenuas sorprendidas" cuando nuestro marido nos declara: - Amor, Corcho me pidió que lo llevara al baño. No sabés lo que tuve que limpiar... Nunca más, ¿eh? Casi me muero. No sabés lo que era... ¡¡No sabés!! Y por dentro decimos: "¿De verdad pensas que no sé?" En la función de organizadora de eventos, cenamos en familia, armonizamos la conversación, planeamos el día siguiente, y cavilamos en qué cocinaremos mañana (tema que nos aburre muchísimo y del que hemos perdido la imaginación y la creatividad). A la noche, si pudiéramos personificar a una Femme Fatal insaciable, seríamos perfectas. Pero la realidad es que hay veces que esa función se vuelve ardua, el camino se hace inaccesible y la frase poco feliz: "Bueno gorda, no sé... otra vez estás cansada", hacen que sintamos que debemos encarnarnos en el papel de incomprendidas. Finalmente, justo antes de perder la conciencia, nos levantamos de la cama una última vez cumpliendo la función de Ángel de la Guardia para asegurarnos de que todos los chicos estén tapados. Y ahí sí, felizmente nos podemos dormir. Si sos hombre, espero que no pienses que esto ha sido demasiado feminista para digerir. No soy una mujer feminista para nada. Solo creo que es lindo valorar este esfuerzo muchas veces ignorado o subestimado. Si vos tenés una de estas Mujeres Multifunción en tu casa, hacele saber que valoras mucho los pequeños sacrificios que componen sus miles de funciones. Con una flor, un desayuno, una caricia, un cine, un chocolate, o simplemente: "Negra, Feliz Día!"... le dan sentido a este día! Para todas y cada una de estas incansables Mujeres Maravillas que trabajan full time y aún tienen tiempo de sonreír y acariciar y abrazar y besar... ¡Feliz día chicas!
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