138. INICIO DE CLASES
- Pajas Bravas
- 1 mar 2015
- 2 Min. de lectura
Ahí van. Con los pantalones nuevos pero largos. Los zapatos con cordones de cuero que no ajustan. Una carpeta forrada en rojo y la otra, por falta de papel, va en negro. Las mochilas y cartucheras enmendadas con mucho amor. La brocha N° 16 que no vendían en ningún lado salvo en una ferretería de barrio y las tres visitas al supermercado por distintos olvidos. Los pelos revolucionados por el verano y la tobillera que recuerda días de placer y playa. Viandas con restos de vacaciones y una zanahoria atada al frente con la meta fija en el próximo fin de semana largo.
Finalmente y como nunca, parten para el colegio. Se van con mi último aliento y promesa incumplida del siempre insostenible "¡Este año no pienso dejar todo para lo último!". Ahí van, divinos mis pichones. Prolijitos y despiojados, parecen los Ingalls. Por fin desaparecen las bolsas con los uniformes y se llevan los tres paquetones repletos de materiales. Por fin recupero la fisionomía de mi casa. La tele se toma licencia y dejo de escuchar a Germán Garmendia. Ya no tengo que tolerar más zombies de Walking Dead ni la pasividad de mis hijos en pausa. La casa recupera la rutina y la paz.
Al fin se van. Y lo digo sin remordimiento alguno. (Abro paréntesis) Hay seis provincias en donde no comenzarán las clases mañana. En seis provincias es más fuerte el derecho constitucional al reclamo de los adultos que el derecho constitucional al estudio de los niños. Perdón que saqué este tema, pero me hierve la sangre. La brecha es cada vez mayor y la culpa es de los adultos. Lo único que logran es arrebatarles las posibilidades de un futuro digno y despojarlos de cualquier probabilidad de éxito. Y que se entienda bien, yo estoy con los maestros. Estoy al tanto del venerable trabajo que realizan en lugares olvidados, recibiendo un sueldo que no refleja la importancia que tienen ni el sacrificio que esto implica. Pero cuando no dan clases, los únicos perjudicados a largo plazo son los niños. (Cierro paréntesis).
Ahí van mis anti-sarmientistas. Por su andar pesado estaría en condiciones de asegurar que no irían contentos, pero yo sí lo estoy. Ellos no son conscientes de lo bien que la pasan. Vuelven siempre con alguna anécdota divertida, o algún enojo que le da sentido al día. Y la educación es el mayor de los regalos que podemos obsequiarles nosotros, los padres.
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Por eso, "Chau amores... que tengan un buen día! No se olviden los materiales ni las viandas... Chau, chau! Uds vayan que yo cierro la puerta. Chau chiquis, los quiero!"

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