137. DONACIÓN DE ÓRGANOS PEDIÁTRICOS

Este es el primer escrito a pedido que logro hacer... en realidad, y para ser justa, no es el primer pedido, pero sí es el primer “escrito camiseta” que me puse por obvias razones...

Una persona que trabaja en una ONG dedicada a fomentar la donación de órganos me contactó en privado. Luego de un par de mensajes de ida y vuelta, decidí que mi testimonio podía servir.

Esto que cuento a continuación son las últimas horas de mi bebita. Es el momento exacto en que mi marido intentaba reanimar a nuestra hija mientras yo llamaba al médico de cabecera y a la ambulancia. Lo escribo con los ojos absolutamente empapados.

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Corría sin sentido de una esquina a la otra. Eran las doce de la noche y yo estaba en camisón. Corría y hablaba por teléfono y corría y lloraba. A través de uno de los celulares discutía con una operadora de la prepaga y por el otro, recibía instrucciones de su médico de cabecera que estaba en camino.

- Ay Ricardo, por favor... necesito que estés acá... No sé... Christian está adentro con ella, lo veo por la ventana pero yo no puedo entrar... pará, pará, esperame un minuto... Hola, hola, sí. Acá estoy. Soy la mamá de Carola, llamé a "Riesgo de vida" hace cuarenta minutos y todavía no llegó la ambulancia... Para qué carajo lo llaman riesgo de vida... No me importa todo eso, te digo que mi hija dejó de respirar y mi marido está reanimándola por segunda vez... No, yo no estoy con ella, y no puedo entrar asique comunicate con la ambulancia y deciles que cualquier cosa que le ocurra a mi hija, les voy a hacer juicio... sí, yo te espero en línea... Hola Ricardo... sí, me dicen que está en zona pero... Ayyyy Ricardo, siento que me muero. Por favor, te necesito acá... Uy, esperame... Hola, hola, sí... ¿me estás jodiendo? ¿La enfermera domiciliaria? ¿No me entendés? Es mi marido el que la está reanimando a nuestra hija, no la enfermera. La enfermera no tiene idea de qué hacer, no sabe nada de nada, ¿me entendés? ¿Qué mierda pasa con la ambulancia?... Esperame un minuto…

En el medio de la noche cerrada apareció mi marido. Era la mitad de mi marido en realidad. La otra mitad había quedado consumida en aquella habitación.

- Gorda, Carola quiere irse. La dejé tranquilita, ahora está respirando, ¿por qué no vas a despedirte?

- Nooooo, ¿qué decís? Ricardo está en camino.

- Amor, no la voy a reanimar otra vez. Ella quiere irse. Dejemos que se vaya en paz, y que por fin descanse.

- Nooooo gordo, por favor. No.

- Yo voy a entrar, quiero estar con ella. Te recomiendo que hagas lo mismo.

La ambulancia llegó en ese exacto momento. Cinco minutos después llegó Ricardo. Sentí que con su presencia en la casa, quedaba lugar para un milagro.

- Sra. no hay mucho para hacer. Su hija está muy débil.

- Ricardo, quiero que le inyecten adrenalina en el corazón.

Ricardo lo miró a mi marido. Los dos estaban de acuerdo pero fue mi marido el que tomó las riendas y me pidió que la dejara ir.

- Por favor, la quiero acá conmigo. Por favor, te lo ruego, yo sé que pueden inyectarle adrenalina.

- Gordita, no tiene sentido. Ya está.

Los médicos volvieron al cuarto. Si la inyectaron o no, no lo sabré nunca. A los pocos minutos volvieron a salir, pero esta vez con el semblante aturdido de quienes no pudieron hacer nada por una beba.

- Sra. lo lamentamos mucho...

Lo que siguió fueron gritos y un golpe contra el piso. No entendía la magnitud de una eterna despedida. No conocía el significado de "para siempre". No comprendía como seguiría mi vida sin Carola. Por primera vez en horas, tenía una necesidad por entrar a su cuarto.

Estaba divina. Pude entender que por fin estaba en paz. Vestidita en pijamas estaba celestial. Iluminaba la habitación. Me recosté a su lado. Estaba calentita y sentí que quería seguir calentándola toda la noche. Pero tuve lucidez y me levanté de la cama.

- Ricardo, quiero donar sus órganos. ¿No hay que conservarlos en frío?

Me abrazó. Fue un abrazo de entendimiento. Un cariño fraterno más que profesional.

- No se puede. Tendría que estar en el hospital.

- ¿Cómo que no se puede? Debe haber una manera de conservar los órganos.

- Valy, Carola sufrió una septicemia generalizada. No sirven sus órganos.

Sentí una inmensa desolación. Me dio mucha lástima suponer tanta esperanza ajena desperdiciada.

Uno no sabe lo fuerte que es hasta que es puesto a prueba. La pérdida de un hijo es devastadora, lo sé. Y es posible que en ese instante, uno sienta miedo de entregar el cuerpito por el terror a lo que será devuelto. Esto seguramente es uno de los motivos por los cuales hay tan pocas donaciones de órganos pediátricos. La escasez y la incompatibilidad del tamaño de los órganos adultos hace que los resultados no sean los óptimos. Muchos chiquitos que hubieran podido vivir si hubieran recibido el órgano adecuado a tiempo, mueren. Entonces, son dos velorios, dos entierros y dos familias destrozadas.

Yo sentí la necesidad imperiosa de encarnizar a mi pobre hija y retenerla conmigo. No quería que muriera. Pero cuando finalmente se apagó, la idea de que su vida no concluyera en un punto final, sino convertirla en “coma” y darle esperanza a otro angelito, volvía a mi hija perpetua. Alguien en algún lugar me estaba donando la posibilidad de que Carola siguiera conmigo.

La donación es un acto de amor puro y de absoluta generosidad y altruismo. Si de algo sabemos las madres, es de dar vida. Con la donación de órganos tenemos en nuestras manos la posibilidad de dar vida dos veces. Hay vida después de la muerte, y no hablo solamente del chiquito que recibe el órgano.

#Hijos #Reflexión #Carola