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130. ESTRAGOS DE UNA INSEGURIDAD II: ENTREVISTA DE TRABAJO

  • Pajas Bravas
  • 13 ene 2015
  • 3 Min. de lectura

Aclaración: Para los que no leyeron “ESTRAGOS DE UNA INSEGURIDAD I – LA RENOVACIÓN DE LA V.T.V”, les paso el link:https://www.facebook.com/613818015322540/photos/pb.613818015322540.-2207520000.1421184038./758684014169272/?type=3&theater

Ahora sí.

__________________________

-Gordita, calmate. No trates de venderte. Relajate y se vos misma. Tratá de mostrar lo fresca y divertida que sos. ¿Dale gorda?... Después me contás. Mucha suerte…

Y me fui a la entrevista de trabajo. Llegué en punto al escritorio de la planta baja, porque en realidad hice veinte minutos de puerta. Dieciséis años pasaron desde la última vez que tuve que demostrar que servía para el puesto. Y en ese entonces, tampoco tuve que demostrar demasiado porque quien me entrevistaba era la mamá de mi mejor amiga, con lo cual fue básicamente una charla de café y números. En esta oportunidad fue distinto, estaban interesados en Pajas Bravas por sus escritos, no en Valy. Lo que pasa es que Valy es la gansa que tiene que poner la cara…

Me emperifollé con indecisión queriendo expresar determinación. Me puse un vestido corto con mangas y unas sandalias con archi mega plataformas. Quise manifestarme, definirme como una desafiante, una mujer actual con tornasoles del ayer, incuestionable, alguien convincente, eso quise. Pero a las empresas americanas les encantan las alfombras mullidas y, el caminar que me proporcionaban las plataformas era la marcha de una mujer irresoluta e inestable.

Llegué sola al séptimo piso. Una recepcionista y tres sillas. “Ya te anuncio”, me dijo. Volví mi vista a las sillas y le rogué a Dios que me acompañara en el trayecto vacilante. Dejé caer mi humanidad y miré con odio a mis zapatos. La próxima jugada era parecer ocupada antes de que vinieran a buscarme. Candy Crush.

Una vez adentro, me recibieron tres personas. Todos muy amables, cada uno con su función, y yo. Al principio existieron esos huecos incómodos donde los pómulos de las sonrisas duelen, la misma sensación de estar forzando una mueca estática esperando que por fin saquen la foto. Eso era algo que no quería que sucediera, pero tampoco tenía nada que decir. Me esforzaba en parecer inteligente, pero se me evaporaban las ideas. Me acordaba de mi marido y sus diez mil consejos, que fuera yo, que fuera fresca, pero la oportunidad se diluía en mi estúpida inseguridad. Finalmente ellos tomaron la posta y molieron la tensión con preguntas cotidianas.

-¿Querés algo para tomar?

-Si, un vaso de agua por favor.

Eso se lo agradecí al cielo. Extrañamente se me había secando el labio superior y se enredaba con la encía. Se lo adjudico a los nervios, porque nunca me había pasado cosa semejante. Ahora, era mi turno, sentía que ellos habían hecho suficiente esfuerzo. Mi pregunta:

-¿Puedo ser sincera? Yo no sé qué vieron en mi página, no sé de qué manera puedo insertar mis ideas a lo que Uds proponen. A veces escribo algunas cosas que son graciosas, pero otras veces son escritos muy depresivos. No sé…

Yo quería cerrar la boca, pero las palabras se habían vuelto a hidratar y fluían de manera autónoma. (Aclaro, por si no se nota, que me interesa mucho el trabajo).

-Por otro lado, no tengo ningún título de nada. Nunca hice un solo curso de ningún tipo…

-Pero, ¿hace cuánto que escribís?

-Nada, poco, un año.

-Bueno, pero lo haces bien…

-Más o menos. En realidad no tengo idea de cómo escribir. Nunca sé dónde cortar el párrafo, me cuesta mucho darme cuenta. Y, meto treinta y dos comas por oración. En la lectura final me pongo a borrar la mayoría, pero tampoco lo hago sabiendo por qué lo hago…

-Eso no es problema porque nosotros tenemos personal que se dedica a eso…

La charla venía mejorando, quizás un poco tarde. El desenlace estaba cerca evidenciado por los “bueno” que encabezaban todas las alocuciones.

-Bueeeeno, Valy, tomate tu tiempo. Mandanos un mail cuando tengas una respuesta.

-Bueno, perfecto. Yo me estoy yendo de vacaciones, asíque…

-Bueeeeno, no hay problema.

Ahí nos levantamos los cuatro y yo tiré una frase que me ruborizó en su momento y lo sigue haciendo cuando lo pienso…

-Valy, fue un gusto conocerte.

-Soy yo la honrada.

Corrí la silla con dificultad porque tenía las plataformas clavadas en la alfombra. Nos saludamos con un beso y me volteé para caminar torpemente en dirección a la puerta. Solamente después de haber salido de la oficina, sentí que tenía cincuenta centímetros de tela perteneciente a mi vestido metidos entre mis piernas y cola, formando una triste y alicaída “T”. Con la imagen de una escena de Almodovar, deseaba desesperadamente otro vaso de agua.

 
 
 

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¿Quién está detrás de
Pajas Bravas? 

Me llamo Valy. Desafortunada en el juego, tengo toda mi fortuna en casa. Soy mamá de tres varones y de una mariposa que voló hace cinco años. Atrapada en un duelo durísimo, encontré la salida a través de Pajas Bravas, el rincón que me liberó y desde donde hoy simplemente escribo...

 

Y justo, cuando la oruga pensó que era el final, se convirtió en mariposa

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