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128. EL RELOJERO NO ERA SUIZO

  • Pajas Bravas
  • 6 ene 2015
  • 2 Min. de lectura

Mi abuela cree que se le hizo tarde. Me lo dijo el otro día. Cree que su reloj se averió. Ella siente que se detuvo y entonces espera sentada en su enorme silla de estilo, llena de almohadones, al lado de la ventana que le brinda luz para seguir tejiendo por los siglos de los siglos, amén.

Mi abuela se siente perpetua.

Un amigo mío del colegio falleció a los veinte años en un accidente. Su padre conmovido el día del entierro, justificó su partida diciendo que a su corta edad había vivido todo lo que muchos adultos no viven en toda su vida. Dijo que ya desde chiquito, notaba que su reloj giraba a altas velocidades.

No quiero caer en la redundancia de volver a mencionar a mi hija. Pero tanto ella como tantos otros bebes nacen con el reloj debilitado, incompatible con los tiempos de este mundo.

Anoche pensaba en este relojero. Que tipo misterioso. Richard Dawkins aseguraría que es ciego. Para muchos, es un personaje arbitrario y cruel. Otros lo ven más como un mensajero sin toma de decisiones. Para mí, no es suizo pero sabe muy bien lo que hace.

No creo que los relojes se descompongan ni deterioren. Prefiero imaginarme que cada cual tiene un huso horario privativo y que no siguen el mismo tiempo cronométrico. Y entiendo que todos llegamos al final de nuestros días de manera precisa y puntual.

Si este relojero golpeara un día mi puerta y me preguntara: “Valy, ¿cómo quisieras morir?”, no sabría qué responderle. Sé exactamente de qué NO quiero morir, pero no podría llenar el punteado de la “causa” en mi certificado de defunción. Y si insistiera: “Entonces, ¿cuándo queres morir?”, tampoco podría responder. Sé cuando NO quisiera morirme. Sé que quiero ver a mis hijos como tres hombres, quiero conocer a sus parejas, quiero disfrutar de la segunda primavera con mi marido y nuestro nido vacío, quiero ser abuela. Todo eso quiero, y no veo cuando me queda mejor morirme.

Entonces es que reconozco que el trabajo de este relojero es más complejo de lo que parece. Y también reconozco que no sería un personaje tan cruel. No viste de negro ni sostiene una guadaña. Balancea los tiempos y mueve las agujas de nuestros relojes logrando compensar lo inevitable. He sabido de tantas familias que lloran lágrimas dulces y amargas al mismo tiempo. Lo hacen por la partida de un ser amado, de un abuelito que sostuvo a su tan deseado nieto en solamente dos oportunidades, y lo hacen también por la llegada de una pequeña alma, un bebito que es la luz de la familia, un suspiro de vida. Es tan duro que es difícil de entender. Pero, si los deseos de ese abuelo fueron los mismos que los míos, partir después de ver a su hijo hecho un hombre, después de conocer a su nuera, después de haber disfrutado de su pareja nuevamente, y después de haber tenido en brazos a su nietito, ese abuelo fue un afortunado.

¡Mucha fuerza!

 
 
 

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¿Quién está detrás de
Pajas Bravas? 

Me llamo Valy. Desafortunada en el juego, tengo toda mi fortuna en casa. Soy mamá de tres varones y de una mariposa que voló hace cinco años. Atrapada en un duelo durísimo, encontré la salida a través de Pajas Bravas, el rincón que me liberó y desde donde hoy simplemente escribo...

 

Y justo, cuando la oruga pensó que era el final, se convirtió en mariposa

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