top of page

112. TENER EXPERIENCIA VRS. SER EJEMPLO

  • Pajas Bravas
  • 5 nov 2014
  • 3 Min. de lectura

A continuación, la imagen positiva que fui construyendo gradualmente de mí, caerá estrepitosamente. Pero me arriesgo porque de eso se trata todo esto, de decir las cosas. De chiquita reunía muchos requisitos positivos, aunque también varios negativos. Los positivos eran buenos y permanecen modestamente dentro de mí y, con respecto a los negativos, tuve que reprimirlos por ese afán de perfeccionar, reparar, enmendar o corregir mi personalidad. Dentro de las peores características privativas de mi temperamento, las que me imprimen un sello personal, confieso que fueron: una hermana muy celosa, una amiga inestable y poco confiable, una hija muy ansiosa, orgullosa y poco paciente, una alumna ejemplar, mentirosa y farsante, y puedo seguir hundiéndome perpetua e innecesariamente. Con este curriculum, sé que poseo una opinión calificada a la hora de instruir a mis hijos en aspectos degradantes del ser humano. Soy catedrática en distorsión de realidades, por ejemplo: - “voy a lo de Aye” seguido de “Aye, cualquier cosa estoy con vos”, - “no me copié, le juro que estudié del mismo libro que ella”, - “me prestaron la calculadora Señor, no tenía idea que tenía las fórmulas escritas”, - “dale, dejame entrar... te juro que tengo 18, por eso no traje el documento”, - “traje la autorización de mi mamá para retirarme al mediodía... esa es su firma, lo que pasa es que la firmó mientras manejaba”, - “¿tenés un chicle para tapar el aliento a pucho?”, - “estoy soltera”, - “noooo Ma, me duele la cabeza porque dormí poco, te juro que no tomé nada”. Puedo hablarles de engaños, de truchar firmas, de copiarse, de tabaco, de alcohol, de mentir con la edad, puedo hablar de haber sido jóven alguna vez. Luego de estos sincericidios o meditaciones de oprobio, lejos de sentir jactancia y engreimiento, es preciso que exhorte a mis hijos y les cuente las inevitables consecuencias de estos comportamientos repudiables. Obrar mal y mentir no nos da seguridad, nos vuelve cobardes. No nos ensalza, nos deshonra. No nos glorifica ni engrandece, nos humilla. Y el bochornoso final es siempre el mismo, quedamos expuestos y ridículos. De lo que afortunadamente no puedo dar cátedra, es acerca de drogas. Nunca, en mi entera juventud rebelde y desafiante, me arrodillé frente a su encanto, ni me dejé subyugar por quienes pudieron haber querido tentarme. Y aquí es donde me detengo. Cuando yo era chica, los carteles eran letreros y los narcos eran colombianos. Si me pescaban drogándome, caía sobre mí la reprensión y el castigo de mis padres, la mano dura de la ley, un posible arresto, la condena de la sociedad, de la familia y la Iglesia, tal vez un aislamiento para tratamiento y, si quedaba algo de mí, la angustia y la vergüenza mía personal. Un verdadero martirio. Antes, lo que decían los padres coincidía con lo que decía la ley. Hoy es un poquito distinto. Hoy les digo y les pido a mis hijos que sean valientes, que se enfrenten con integridad a todo aquel que quiera ofrecerles el “paraíso” de la droga, pero por sobre todas las cosas, que se enfrenten con certeza y convicción de que la droga es mala sin excepción. Pido que se protejan, que estén seguros de sí mismos, y que se valoren y se hagan valorar. Eso es lo que yo les pido. Pero, en esta actualidad de mentalidades tan abiertas, lo que yo les digo a mis hijos no coincide con la ley. La ley, ese estatuto dictado por personalidades competentes que actúa en conjunto con la justicia para el bien de las personas, esa misma ley les permite el consumo personal. Entonces me encuentro enfrentada con normas, las cuales fueron sancionadas para todos, a las que todos debemos obedecer y las que apoyan, respaldan y garantizan la decisión de mis hijos a drogarse en el futuro. Y que se entienda bien que no estoy debatiendo si la ley es atinada o no. Simplemente manifiesto mis miedos y me pregunto si no se ha abierto una grieta de ambigüedad entre lo que antes estaba tan claramente definido como “lo que está bien” y “lo que está mal”. ¿Creerán mis hijos, que por no conocer el olor, ni el sabor, ni los efectos de la cocaína, el éxtasis, la heroína, el LSD, el crack, las anfetaminas, el opio, y tantas que no conozco, no tengo autoridad para hablar de drogas? ¿Tendrá más preponderancia la palabra de un amigo adicto o un ídolo que haga apología? Creo que no. En este caso, en el de las drogas, finalmente creo conocer mi pilar. En esta oportunidad, a diferencia de la denigrante lista con la que comencé esta nota, mi fuerte se basa en la palabra calificada de una persona que educa con el ejemplo de sana abstención, y no con la experiencia.

 
 
 

Comentarios


¿Quién está detrás de
Pajas Bravas? 

Me llamo Valy. Desafortunada en el juego, tengo toda mi fortuna en casa. Soy mamá de tres varones y de una mariposa que voló hace cinco años. Atrapada en un duelo durísimo, encontré la salida a través de Pajas Bravas, el rincón que me liberó y desde donde hoy simplemente escribo...

 

Y justo, cuando la oruga pensó que era el final, se convirtió en mariposa

Recipe Exchange @ 9pm!

Temas Relacionados
También en Facebook
  • Facebook Basic Black

Pajas Bravas  en Facebook

Mis Sponsors

© 2023 by My Weight Lost Journey. Proudly Created with Wix.com

bottom of page