110. TRAVESÍAS DE AYER
- Pajas Bravas
- 29 oct 2014
- 3 Min. de lectura

El futuro me alcanzó, y ahora recuerdo momentos de mi infancia como si fuera una película muda en blanco y negro. Son recuerdos en tercera persona, tal como si la chiquita de rulos dorados, la Shirley Temple como me solían decir, se tratara de otra niña. Y las imágenes son todas lindas. En aquella época tan lejana según mis hijos, los viajes a Córdoba eran verdaderos éxodos. El Peugeot 504 beige con detalles de corrosión, era un diestro rey en la ruta y un adalid en caminos de ripio. Siempre cumplía con las expectativas de mi padre y llegábamos a Tanti a tiempo para el té. Mi papá al volante, mi mamá con el perro entre las piernas, y nosotras tres atrás. El constreñido baúl no resolvía el tema de la mudanza, obligando a mi madre a distorsionar un poquito la realidad y, con la excusa de armarle una camita a mi hermanita menor, llenaba los espacios donde normalmente van los pies con valijas y toallas y provisiones y acopios y sobras y excesos. Todo conformaría el lecho para mi hermanita. Yo, por ser la mayor, dormía ocupando todo el asiento. Y mi hermana del medio, recostada en la luneta. Creo que los autos venían desprovistos de cinturones de seguridad. Y si los traían, quedaban enmarañados debajo del asiento de aquella vez que hubo que levantarlo para rescatar aquello que se había caído dentro. Después de trescientos kilómetros, el sonido insoportable de las ventanas bajas ya no interfería tanto con la música, y lográbamos comprender que lo realmente molesto era la pobre María Elena Walsh que nos contaba por tercera vez todo acerca del osito en un bazar. Todos éramos conscientes de que era el turno de Mrs Robinson. Las estaciones de servicio y sus baños son dos cosas que preferiría olvidar. Eso, junto con los mareos, las nauseas y los vómitos. La visibilidad en aquellos días era óptima. También es cierto que, a medida que avanzábamos, la claridad se iba tornando más limitada gracias a la plaga de insectos que coleccionábamos en el parabrisas. Los radares no eran un problema, así como tampoco lo eran los destruidos patrulleros Renault 12 que dormían destrozados al costado de la ruta. Los pueblos, ¿qué será de los pueblos ahora que la autopista Córdoba-Rosario absorbió el caudal vehicular? Recuerdo haber dormido en la sucia terminal de micros de Bell Ville y comprar pelotas de todos los colores, me acuerdo de los letreros de Armstrong con los brazos musculosos, Marcos Juárez, Roldán, la enorme y siempre soleada Villa María, Cañada de Gómez, el río divisorio Las Tortugas, James Craik que se dice tal cual se lee, y la pizza en “El Papi” en Laguna Larga. ¿Qué será de la vida de estos pueblos? Me recuerda tanto al dibujito Cars con James Taylor de fondo. Para pasar el tiempo, contábamos lo autos rojos, los verdes, los molinos, las patentes y sus letras: X para Córdoba, S las santafesinas, Y para Jujuy… era muy divertido. De todas maneras, creo que las peleas caldeadas dentro de estas cafeteras dónde nos moríamos de calor y de aburrimiento, no eran comparables a las de hoy. Eran peleas sentidas y con sentido, con amores y odios fraternales, largas y rencorosas, que podían terminar de golpe con una carcajada incoherente o con un frenazo de hartazgo de nuestro padre y algún manotazo mal intencionado de nuestra madre. Puedo decir casi con seguridad, que estos traslados mitad tortura, mitad martirio, nos terminaban dejando dopadas con secuelas similares a la de los narcóticos. Y finalmente lo que atesoro como final de fiesta, era la competencia anual de: ¿Quién ve primero las sierras? Ya reconocía la ruta y a la altura de Oncativo me hacía la distraída, me ponía en posición de alerta abrazando ambos apoyacabezas delanteros y fijaba la vista en el horizonte. Casi siempre ganaba, o eso creía. Ahora que soy mamá me doy cuenta que esta competencia no escapaba a la típica generosidad que tienen siempre los progenitores. Estos eran los viajes de ayer. Sin dvd, sin cd, sin aire acondicionado, sin amenities... casi como un carruaje de los Ingalls. Tal vez mis hijos no estén tan equivocados. En una de esas, pasó hace más tiempo de lo que imaginaba. Así recuerdo el pasado, hoy que el futuro me alcanzó.
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