107. EL DESPERTAR DE LA FIERA
- Pajas Bravas
- 17 oct 2014
- 4 Min. de lectura

- No sabes que gracioso, gorda. Me contactó una chica que se llama Sofía Pérez. Estaba muerto por ella en la secundaria. La seguía por todos lados, pero ella no quería saber nada. Hasta que un día la agarré contra la pared y paaaa… la besé. Una densidad conocida me fue invadiendo. Se fue poniendo espesa y me encegueció. El corazón, oprimido contra el esternón, quería salirse del cuerpo. Los pulmones también se estrujaron y la falta de aire se hacía palpable. Hubo un cambio radical en mi ritmo cardíaco. Mis manos no dejaban de temblar. Aunque se trataba de un temblor casi imperceptible, me volvió tan gigantescamente vulnerable, que hubiera querido explotar y dejar mi silueta en la pared para siempre. El entrecejo se enfureció y ajó mi semblante en dos. Conozco esta sensación. El aura, que le digo. Nací con ella y, aunque la tengo muy domada, hay ciertos sucesos que liberan a la fiera y se me hace muy difícil someterla. Con la concentración de un japonés, le dije: - Ahhh che, mirá vos. Qué loco, ¿no? Y, ¿la aceptaste como amiga? - Y si, cuando me di cuenta quien era, la acepté. Fue cómico. Nos quedamos hablando un rato. Quería que esta conversación se terminara de inmediato. Necesitaba tragar un vaso de vinagre. Quería pegarme con ortiga en la cara. Precisaba golpear mis pies descalzos contra las patas de la mesa. Me urgía buscar a este bicho canasto en Internet y ubicarlo en su lugar antes de que la bestia que vive dentro mío me hiciera decir cosas de las que luego tendría que arrepentirme toda la vida. - Mirá. ¡Qué bueno que tuviste tiempo para charlar con ella porque, te fuiste tres semanas por trabajo, y me llamaste dos veces! (No pude) Che, ya que estamos contame, ¿cómo está Sofi? - No seas cínica, gorda. Pasó hace años. Y no te llamé dos veces, te llamé tres. - Dos. - ¿Para qué querés que te llame? Después te quejas porque te llamo en momentos complicados… Se está yendo por la tangente y esta fiera que llevo adentro ya se despertó. Esto podría ser letal. Su mordida suele ser tan dañina que de inmediato me transforma de víctima a victimaria. Un oleaje de imágenes creadas en mi mente no permite que piense con claridad. Son todas bailarinas de cabaret solicitándole amistad. Me hiperventilo y lanzo el primer zarpazo. - Dejá, no importa. Y contame, ¿hablaste mucho con este buitre? - Jajaja. No. Bah, que sé yo. Lo normal. Me contó que siempre había estado muerta conmigo, y yo le recriminé que por su culpa no habíamos llegado a más. Taquicardia. Me muero. Me Mue-Ro. Me quedé tres semanas empollando crías, cedí mi espacio, y permití que esto pasara. Mi corazón finalmente se estalló y mis sentidos se engangrenaron. Mi mente crea solicitudes de amistad carnales, de intenciones libidinosas. Intento con todas mis fuerzas mantener una postura firme, pero la rigidez fingida se vuelve caricaturesca. Me duelen los pómulos por forzarlos a sostener una simulación de sonrisa. Seguro que es divorciada y anda volando bajo buscando una presa. Con el celular en las piernas, abro Facebook sin que lo note. Pero carancho, ¡cómo me cuesta teclear el nombre de este ave de rapiña! - Mirá. Qué pena. Buehhh, pobre. ¿Y? ¿Se pudo sincerar un poco más? Debe andar necesitada de cariño… - No gorda, no me dijo nada más. Esto no está llegando a buen puerto, no sé para que te lo conté… Ahhh no. No va a dar vuelta la tortilla. No se lo permito. Fuerzo aún más los pómulos, trago saliva con dolor y redoblo los esfuerzos para aparentar armonía. Autocontrol. - Noooo, dale gordo. Te estaba jodiendo. Contame… ¿le dijiste que estabas casado? - Siii gordita. También le dije que tenía tres hijos y que era sumamente feliz. ¿Contenta? Me dijo que se juntan todos los años con los chicos de la clase. Le dije que me encantaría verlos así que me pasó su celular… Listo. Estoy babeando. Entré a la etapa de inestabilidad emocional. Estoy fuera de control. Soy altamente inflamable. Una bomba casera. Ya me cuesta respirar sin que sea evidente que exagero en la toma de aire. No puedo pensar. Regresé a mi estado primitivo y es mi instinto quien gobierna ahora. Con las pupilas dilatadas y la voz de Sergio Dalma, le pregunto: - Qué raro, ¿no? Que lanzada. Me da tanta ternura. Obvio que vos le diste tu número, ¿no? - No gorda. No se lo di. No soy eso que estas pensando. Cuando me contó que se acaba de separar, le dije que tenía cosas que hacer y eso fue todo. Yo sabíííía. Esta divorciada calentona invadió mi latifundio, y él la habilitó. Las lágrimas que estallaban eran enormes y tenían tanta vida propia que rara vez se deslizaban por la mejilla. Ahora no me importa nada que me vea tecleando su estúpido nombre. Mientras espero que el celular recalcule y revele su rostro, levanto la cabeza y le clavo los ojos rojos. Con la ira de Anakin Skywaker y la respiración de Darth Vader, sigo tirando de la cuerda. - Quiero ver la conversación. - La eliminé. No quería que algún día la leyeras y sacaras conclusiones equivocadas. Gorda, estás haciendo un mundo de nada. Pensalo. La culpa es mía por contártelo. Me voy a bañar. Él, tan hombre simple y expeditivo. Y yo tan enredada, literalmente agonizaba. Los fantasmas se apoderaron de mí. Necesité dos días enteros para volver a dominar a la fiera. Dos días enteros de mesura y de reconstrucción anímico. Tuve que buscar el balance de Eywa. Y sobre todas las cosas, necesité a mis “51. MIS AMIGAS, MIS VÁLVULAS DE ESCAPE” quienes, además de contenerme, se sintieron identificadas de una u otra manera. Ellas sienten como yo. Pero el gremio de los hombres no coincide. Piensa que las mujeres somos complejas, demasiado complicadas. Piensan que somos exageradas y enmarañadas. Están convencidos de que somos fieras incoherentes. Yo quiero decirle a ese gremio de señores, que si las mujeres somos eso y más, es porque conocemos al gremio femenino y lo defendemos tanto como le tememos. El mundo está lleno de aves rapaces. El equilibrio de las especies se logra con el despertar de las fieras.
Comentários