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102. TUTORES

  • Pajas Bravas
  • 3 oct 2014
  • 2 Min. de lectura

Abrazados a nuestras piernas que usan como tutor, nos observan. Sus ojitos inquisitivos nos miran con curiosidad. Están pendientes de lo que decimos o hacemos y jamás nos pierden de vista. Somos su norte, descubren el mundo a través nuestro y lo escudriñan. Nos contemplan, los formamos, aceptan lo que decimos como tablas de Moises y reflexionan en base a lo que profesamos. Ahondan en los aprendizajes, indagan, analizan y hacen propias nuestras enseñanzas. Su campo visual es muy reducido, tan reducido que somos el centro de su universo. Tengo una imagen grabada en la cabeza. La llevo como estandarte de lo que no debe hacerse. Iba cruzando Juramento y vi todo en cámara lenta. Un bebito que no tendría dos años manoteó a otra beba más grande que se había acercado a su cochecito. La madre de este bebito se envalentonó y mientras le gritab

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a a su hijito “NO SE PEGA”, le propinó dos cachetazos que le dejaron la carita colorada. “NO se pega, ¿me entendiste?” y otro cachetazo. Pobre gordo, ¡qué licuadora! No siempre de manera tan grotesca, pero nosotros también torcemos el tutor a nuestra conveniencia y cometemos el error de olvidarnos que siguen tomados de nuestras piernas. Cuantas veces los hemos retado por mentir y segundos más tarde les hemos pedido aquel favorazo: “Atendé el teléfono por favor. Si es Marina, no estoy. Decile que me fui a la tintorería”. Hay quienes les hacen las tareas a sus pimpollos para evitar una posible sanción, o peor aún, consiguen certificados médicos truchos para librarlos del uno. Y todo esto lo hacen frente a sus hijos, volviéndolos cómplices e iniciándolos en la atractiva autopista de la corrupción. Ni hablar de una vuelta en auto de un día cualquiera. Necesito un exorcismo para que me libere de los espíritus que me hacen creer que siempre tengo la razón, que me obligan a decir las cosas que digo y a limpiar mi corazón de lo que pensé en voz alta de ese maldito desgraciado que me encerró y encima tiene el tupé de levantarme el dedo… y ahí estaban mis discípulos, mis retoños, abrochaditos en el asiento trasero meditando las lecciones del día. No debemos olvidar que son esponjas que se hinchan absorbiendo lo que maman en casa. Lo que ven, lo imitan. Desde el andar, hasta los pensamientos más elaborados. Somos sus guías, ¡tamaña responsabilidad! La honestidad, la honradez, la dignidad son baluartes en la personalidad de una persona que le dan integridad, fuerza y firmeza a ese tronquito que se está desarrollando. Que crezcan rectos, es mi objetivo y responsabilidad. Porque de verdad estoy convencida que al final, el que está hecho de buena madera, crece más alto.

 
 
 

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¿Quién está detrás de
Pajas Bravas? 

Me llamo Valy. Desafortunada en el juego, tengo toda mi fortuna en casa. Soy mamá de tres varones y de una mariposa que voló hace cinco años. Atrapada en un duelo durísimo, encontré la salida a través de Pajas Bravas, el rincón que me liberó y desde donde hoy simplemente escribo...

 

Y justo, cuando la oruga pensó que era el final, se convirtió en mariposa

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