101. EL BAÚL DE LOS RECUERDOS

Anoche me miraba por el ventanal del comedor diario mientras les pasaba la aspiradora por el cuerpo a mis hijos. Podría decir que es una actividad que realizo con cierta regularidad. Me miraba, y pensaba: ¿Qué memorias seleccionarán mis pichones para recordarme, de las tantas que les ofrezco? Mi marido recuerda que en ciertas ocasiones, cuando iba al colegio y llegaba el mediodía, abría la vianda y se encontraba con los dos panes apilados, uno encima del otro, sin relleno que los acreditara como “sándwiches”. Los recuerdos más tallados en su memoria, son los de una mamá graciosamente despistada, y los cuentos son uno más desopilante que otro. A todos se nos llenan los ojos de lágrimas de profunda risa y alegría al recordarla. Por eso vuelvo a lo mío. Anoche me veía pasándoles la aspiradora por el cuerpo, por la cabeza, y finalmente, por la cara. Eso, después de haberles cortado el pelo con la tijerita de la cartuchera de uno de ellos. Miraba y me escuchaba diciéndoles que aguanten los tironcitos porque, así como estaba gastada, esa tijerita no dejaba rastros de surcos ni excavaciones demasiado profundas. Me observaba por el ventanal aspirando a mis hijos y meditaba acerca de mis contradicciones. ¿Por qué en algunas cosas soy tan civilizada y en otras, tan poco pulida y refinada? ¿Por qué será que soy una madre tan obsesiva en algunos aspectos de orden y disciplina y en otros, tan rebelde y relajada? ¿Qué memorias guardarán en el baúl de sus recuerdos? ¿Cómo recordarán mis hijos a esta mamá errante? Una mujer tan llena de vida como depresiva, tan militar como hippie, tan justa y democrática como puedo, así como tiránica y arbitraria cuando debo. ¿Qué recuerdos aspiro ser para mis hijos? Finalmente, cuando recuperé la razón, miré los tres pares de ojitos que me estudiaban por el ventanal. Miré sus pelos deshilachados y entendí que la tijerita barata de librería y la aspiradora serán uno de tantos recuerdos que irán guardando en aquel baúl que cargan dentro. Esta es la madre que les tocó, la que a veces anda con firmeza, por momentos patina, y en otros, derrapa. Entonces, desenchufé la aspiradora y prometí que todas las mañanas me obligaré a decir: "Solo por hoy, no aspiraré a mis hijos". Ya digo con orgullo, ¡llevo un día de abstinencia!

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