97. ÚLTIMAS BALAS
- Pajas Bravas
- 19 sept 2014
- 3 Min. de lectura
La última bala es nuestra última oportunidad. Después de ésta, no quedan más alternativas que resignarse o festejar. Sabiendo esto, el pulso, los nervios, y la inseguridad pueden jugarnos en contra. También puede ocurrir lo contrario, conociendo nuestra situación, ponemos toda la energía en ese último tiro y la descarga se vuelve certera. La última bala puede ser triunfal o peyorativa e insultante. Puede ser exótica o vulgar. Puede dejarte bien parada o arrollada por la humillación. Con la última bala, demostramos de qué material estamos hechos. La transparencia que produce la desesperación de la última bala expone al mundo si somos de alta alcurnia, si nuestro linaje es noble o indecente, si nuestra cepa entró en proceso de fermentación, si nos estamos deshilachando vergonzosamente, o si directamente nos hemos degradado al nivel de ratas rastraras y despreciables. Mis últimas balas hablan muy mal de mí. En una oportunidad, aún no había cumplido veinte años, e intentaba promocionar las tres materias de la facultad de económicas. Habiendo sido siempre buena alumna en el colegio, no me parecía una meta descabellada. El último parcial, el de macro economía, fue más difícil de lo que suponía. Traspirando la gota gorda, decidí apuntar mi última bala para salvaguardar la honradez de mi buen nombre como alumna destacada, y firmé el examen con un apellido falso. Prefería aparecer en las planillas como ausente, y no como desaprobada. A la semana, suena el teléfono. Era mi profesor que me citaba a una audiencia en la universidad para informarme qué medidas tomarían conmigo. Me presenté envuelta en lágrimas y mocos. En ese tribunal, me informaron que, habiendo cotejado la letra del parcial en cuestión con el parcial anterior, había sido muy sencillo para ellos detectar que era yo quien había cometido aquella transgresión. Me desaprobaron la materia, me dejaron en suspenso por un año y me abrieron un sumario. Todo por el afán de mantener mi promedio y ranking altos. En esta oportunidad, la última bala delictiva y ambiciosa hizo más destrozos que si la mantenía quieta en el cargador. Otro de mis disparos despreciables producto del cansancio y la frustración, fue contra la compañía de telefonía celular. Harta ya de sus imperturbables empleados con sus libretos bien aprendidos y de mis setecientos intentos fracasados por dar de baja mi línea, decidí apuntarme el último tiro. Fingí mi propia muerte. -Buenas tardes, soy Sofía. ¿En qué la puedo ayudar? -Hola, que tal. Soy la hermana de Valy. Quería avisar que ella se murió. Por favor, necesito que den de baja su línea… -Lamentamos mucho su pérdida, señorita. A continuación, procederemos a dar de baja la línea. Le voy a pedir que sea tan amable de faxear el certificado de defunción de su hermana. Y así, una vez más, demuestro que la última bala no juega a mi favor. El problema radica en disparar cuando ya he tocado fondo y pienso que no puedo perder más de lo que he perdido. Lamentablemente, olvido mi dignidad. Sin embargo, hubo una última bala que, a pesar de haberme dejado muy mal parada, afortunadamente fue certera. A mi marido lo conozco desde mi temprana infancia y fue muchas cosas antes de ser mi esposo. Fue el hermano de mi íntima amiga, en primer lugar. En segundo lugar, mi vecino. Y en tercero, mi amor imposible. Los años pasaron, y nuestras vidas se cruzaron un sinnúmero de veces, pero en cada oportunidad, andábamos estrenando novios nuevos. La tarde esa, la de las mariposas en el estómago, la que sabía que era mí última oportunidad, disparé. Nos cruzamos en la calle. Yo iba vestida de oficinista manejando mi modesto VolksWagen 1500 y él, canchero en su pedante Transalp. Llevaba un amigo en la parte trasera de la moto. Ni su amigo, ni mi patético trajecito, frenaron mi descarado estampido. -¡Holaaaa loquito! Tanto tiempo. ¿Qué es de tu vida? -Es verdad, tanto tiempo. Bien. ¿Vos? -Todo bien. ¿Y? ¿Seguís de novio? -No. ¿Te contó Lola? Corte hace un mes. ¿Vos? ¿De novia? -No. Estoy libre. PUM. Muerto. Pero… ¿Libre? ¿Dije libre? ¿Libre de soltera? ¿Libre de lasciva? ¿Degeneradamente libre? ¡Qué poca estima! ¡Dije LIBRE! ¿Me refería a libre lujuriosa? Me suena más a una libertad de incontinencia. ¿Libre como un taxi? Vení, subite... Sinceramente, una vergüenza. Esta última bala tiene destellos de bajeza y vulgaridad. Pero, de esta bala, no me arrepiento. Me alega haber disparado. ¡Fue un balazo infalible!
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