83. ES MI OPINIÓN
- Pajas Bravas
- 19 ago 2014
- 3 Min. de lectura
Si mi única intención fuera agradar, escribiría lindo y simple, y llenaría la página de bebitos abrazándose. Eso sería tierno. O pondría fotos de mujeres de pelo lacio caminando por praderas tocando con la punta de los dedos pastos verdes y suaves. Ahhh, divino. Muelles y barcos descansando en armonía con la calma del lago. Eso llenaría de paz mi rincón, y todos los comentarios serían tan positivos como las frases que publicaría. Dejaría de llamarme Pajas Bravas con todos mis pinchos secos y afilados, y sería una hierba mansa y sumisa. Pero la vida que me atraviesa no es de almíbar solamente. Tuve que tragar varios sorbos amargos. Ignorarlos me haría ignorante. No gracias. Yo soy esto que viví, más fuerte o más débil por momentos, pero en el resultado final, más valiente. Escribí sobre varios temas, muchos de los cuales eran muy dolorosos, sobre todo los que tienen que ver con la partida de mi hija. Siempre tuve respuestas muy amorosas y respetuosas. Cuando publiqué “ÁFRICA” sabía que me metía en un tema escabroso. Los reiterados pedidos para que elimine las fotos me dieron la razón, pero fueron solamente la punta del iceberg. Después vinieron los comentarios discrepantes, y comenzaron a rivalizar entre ellos agrediéndose los unos a los otros sin el más mínimo sentido. Finalmente, los mensajes en privado. Un absurdo total. El problema radica, no solamente en la falta de tolerancia a la opinión que disgusta, sino a la dificultad que existe en sentarse a escuchar lo que piensa el otro y sus razones para hacerlo. No nos escuchamos. En ningún párrafo desestimé la pobreza del norte argentino, ni quité importancia a lo que sucede en Chaco. Si hubiera querido escribir acerca del hambre argentino, no lo hubiera llamado “África”. Tampoco le tiré el fardo a Dios por las desgracias africanas. Para mí, gracias a Dios, Dios existe. Hablé lisa y llanamente de lo que me pasa “a mí” cuando pienso en África. Comprendo el error de generalizar al pensar en todo el continente como nefasto y desamparado. Eso es un error, sé conscientemente que no es así, pero digo “África” y pienso en costillitas hundidas. Es lo que me pasa. Lo que se desprende de todo esto es la falta de respeto y tolerancia de esta sociedad. No descubrí la pólvora, ya sé. No debería sorprenderme porque veo día a día los agravios que soportan los que dicen lo que piensan. Lo que sí me sorprende es el nivel de agresión en una página que no es partidaria de nada, que no es fanática de nada, que no promociona ni publicita nada, y que la que escribe es una más en este mar de páginas, o sea, nada. Me pregunto, ¿para qué leen lo que no quieren leer? Yo no leo textos de autores con quienes disiento y luego desprecio y burlo a diestra y siniestra. ¿Cuál es el sentido de perder tiempo ofendiendo e insultando? Son opiniones, simples y personales. Decir lo que pensamos es tan básico como eliminar lo que comemos (perdonen la bajeza del ejemplo, pero de nuevo, es decir lo que pienso). Me pregunto qué pasaría si se publicara mi ideología política… mmmhhh, tiemblo de solo pensarlo. Tan valiente, aparentemente, no soy. Es esta sociedad irrespetuosa, grosera, irreverente y matona la que de a poco va aboliendo la libertad de expresión del pensamiento. Yo seguiré escribiendo como hice siempre porque me hace bien. Este es mi lugar. Para ser cuidadosa, me sobran los lugares. Hablaré de lo que me pasa y me iré poniendo más canchera con los mensajes que no son tan lindos. Lo que no estoy dispuesta a hacer, es cambiar mi opinión acerca de las cosas, porque afortunadamente, es mía.
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