74. ME ACEPTO DISLÉXICO
- Pajas Bravas
- 8 jul 2014
- 2 Min. de lectura
Fue una frase. No pensó lo que decía. Le pareció lo más natural del mundo. Ahora que lo pienso, encierra tanta sabiduría trabajada.
Ayer, mientras escribía uno de mis relatos, le pregunté a mi marido como se escribía una palabra. Mi hijo, que pasaba por ahí me contestó:
-“Escribila disléxicamente!”
En el momento nos pareció tan gracioso que nos miramos con mi marido y nos reímos. Pero hoy, su intervención, cobró relevancia.
Mi hijo, el autor de esta maravillosa frase, me llena de orgullo. A los dos años comenzó con tratamientos neurolingüísticos y continuó la primaria con psicopedagogía. Un trastorno de la comunicación y una dislexia brutal.
En segundo grado comenzaron los dictados. ¡Ahhhh, benditos dictados! Consistían en un par de oraciones. Algunas palabras con alguna dificultad. Las analizábamos con microscopio electrónico. No había caso con las reglas ortográficas. En su cabeza la B, V, Z, C, S van alternándose de manera aleatoria. Entonces probamos con la memoria.
-“Mirá que suerte gordo, la segunda palabra y la anteúltima van con B, la del medio va con V. ¡Es fácil!”
Así y todo, las notas desmotivarían al más inquebrantable. Los dictados fueron tomando otra dimensión. Cada vez eran más largos y, la aparición de los tildes, amplificó la agonía.
-“Bueno, anotemos. En el PRIMER PÁRRAFO: dos B, la primera y la tercera. Después toooodo con V. Tres tildes: “pájaro”, “ortografía” y “también”. SEGUNDO PÁRRAFO: todo con B menos “veces”. Una Z: “esfuerZZZo” (alguna baba volaba seguro). Dos H: “había” y “ahora” o sea, “CH”abía y a”CH”ora. Dos tildes: “había” y “miércoles”. ¿Te diste cuenta que quilombo que es “había”? Tiene H, va con B y lleva tilde, le falta Z a la hija de puta” (le robaba una sonrisa).
No se justificaba el esfuerzo. “Yyy gordo, ¿te dieron la nota del dictado?”… “¡Bieeen gordo, que capo! ¡Un TRES, gordi, que alegría! ¡Era eterno este dictado de porquería, te felicito!”. Las primeras notas fueron catástrofes. Barríamos su autoestima y lo juntábamos con la palita. Su cara fue sufriendo metamorfosis.
Atravesó tierra árida, furiosa, la desesperanzada, superó el océano de la frustración, cruzó la pampa húmeda lacrimógena y hoy que se aceptó tal cual es, disfruta del valle fértil de la superación.
Su frase: “Escribila disléxicamente” encierra tanto trabajo, tanto progreso. Pero el progreso de aceptación personal, no académico. Conocerse y admitirse ser disléxico es grandioso, pero si encima le encuentra sentido del humor, me parece tan sabio. Ojalá yo pudiera reírme de mis defectos con la misma naturalidad.
Este año, encaramos los dictados de esta manera: “Gordo, ¿qué hacemos con este dictado? Querés que lo repasemos 140 veces o ninguna, elegí vos, total... da igual!” ¡Y los dos nos morimos de risa!
Comments