73. AQUELLA PERVERSA REGLA
- Pajas Bravas
- 2 jul 2014
- 2 Min. de lectura
Hay veces en la vida que se nos presentan reglas que no queremos cumplir. Hay reglas que preferiríamos romper. Ésta, es una de esas reglas.
Detesto la obviedad. Odio ser tan evidente, y que la causa de mi fastidio se vuelva intrascendente. Intento no aparentar lo que es claramente ostensible, pero fracaso. Y, si aborrezco ser tan elemental, es porque me ofende la humillación del comentario descortés.
Me siento estafada. Sospecho que no leímos el escrito con detenimiento. Para ellos decía: “Te ganarás el pan, con el sudor de tu frente”. Y acá estamos nosotras, traspirando codo a codo, arrimándole fideos a la olla como dice Larralde. Pero, un par de versículos antes, había uno dedicado a la mujer: “En gran manera multiplicaré tu dolor en el parto, con dolor darás a luz los hijos”. En este sentido, ellos no acompañan más que sosteniendo el tubito de oxígeno. Por suerte, uno sigue leyendo la Biblia y encuentra que en San Juan 16.21 dice: “Cuando la mujer está para dar a luz, tiene aflicción, porque ha llegado su hora; pero cuando da a luz al niño, ya no se acuerda de la angustia, por la alegría de que un niño haya nacido en el mundo”. Entonces, no podemos quejarnos tanto.
El tema es la letra chica. El problema radica en la “entre línea” y la habilidad con la que escribieron Las Escrituras porque en ningún lado dice que recordaré mi condición de mujer todos los meses. Y mucho menos aclara lo indignamente molesto que es el combinado de repugnancia, dolor, hinchazón, sensibilidad, frenesí, inflamación abdominal, irritabilidad y, encima, el comentario al que nos sometemos:
“Dejá gorda, hablamos en otro momento. Cierto que estás en ESOS días”.
Como rompería la regla si pudiera…
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