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72. MI MUNDIAL DE FÚTBOL

  • Pajas Bravas
  • 30 jun 2014
  • 2 Min. de lectura

Hay un mundial de fútbol, y no es para los hombres únicamente…

Alrededor de esta competencia que mantiene al globo en vilo, hay fiesta en el aire para los hombres. Aparece la hipnosis, el mono-tema. Dueños de la tele, se entusiasman mirando las repeticiones con la misma intensidad con la que se sorprendieron cuando estaban hechizados en vivo.

Para una mujer como yo, que tiene más horas de badminton que de fútbol, el mundial es encantador también. Desde las figuritas de mis hijos cuatro meses antes, a la alegría en las calles y las faltas justificadas al trabajo o al colegio. Los colores en la tele se vuelven más vivos y encantadores, de igual forma, Lavezzi. Se suscitan las reuniones entre amigos y familiares, y durante los 90 minutos (¿son 90?), nos conglomeramos en un sentimiento de adrenalina, queja, abrazo e insulto. Los hombres vibran con el talento y la gambeta, y nadie se queja si nosotras vibramos con el arquero de Nigeria o con Xavi Alonso. Te entiendo un negro lindo. Ahora, ¿once todos juntos? Eso es escandaloso. Los hombres distinguen un offside y sufren el tiro libre. Nosotras nos regocijamos con esos tiros libres cuando las tomas se hacen de espalda… nos permiten apreciar la excelente calidad de la confección de las remeras que se ajustan a los músculos trapecio, deltoides, tríceps, branquial y dorsal, entre otros tantos. En la manufactura de los shorts también podemos distinguir una caída impecable.

Otro punto es que volvemos a tener tema de conversación. “Gordi, y si terminan empatados, ¿van a penales?, porque me copan los penales”… “Uhh, ¿tiempo de alargue? Pobres, están agotados”… “Por qué escupen siempre. Qué asco, ¿no? Cuando vos jugás, ¿también escupís?”

El partido por los cuartos de final entre Brasil y Chile lo sufrimos en casa. Mi cuñado, un futbolero embotellado en origen, y mi hermana vinieron a verlo. Todos querían que ganara Chile. Todos menos yo. Como tengo esa facilidad de mezclar un poquito las cosas, no quería que ganaran los chilenos porque constantemente quieren quitarnos la Patagonia. Me mantuve firme en mi conjetura hasta que fui entendiendo que era mejor para nosotros que perdiera Brasil. Entonces alenté al seleccionado chileno como si yo fuera oriunda de aquel delgado país. Y cuando el último jugador erró el penal, quise abrazarlo y decirle: “Todo estará bien mañana, hijo mío. No llores más. Yo te protejo”.

En este partido, también quise despejarme algunas dudas, asíque pregunté. Mi cuñado refiriéndose a mi hermana y a mi, con muy poco atino, le dijo a mi marido: “Qué poco retienen, ¿no?”

Si se trata de deleitarse, hechizarse, enojarse, indignarse, y todo eso tan perteneciente al folclore del fútbol, eso mismo también nos pasa. Es que el mundial, para las que no pertenecemos al mundo del balompié, pasa por otro lado.

 
 
 

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¿Quién está detrás de
Pajas Bravas? 

Me llamo Valy. Desafortunada en el juego, tengo toda mi fortuna en casa. Soy mamá de tres varones y de una mariposa que voló hace cinco años. Atrapada en un duelo durísimo, encontré la salida a través de Pajas Bravas, el rincón que me liberó y desde donde hoy simplemente escribo...

 

Y justo, cuando la oruga pensó que era el final, se convirtió en mariposa

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