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61. ME LLAMO AL SILENCIO

  • Pajas Bravas
  • 23 may 2014
  • 3 Min. de lectura

Con el deseo constantemente frustrado de alquilar mi casa, una típica frase de mi padre sobrevuela mi cabeza:

“El hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras”.

Algún tiempo atrás, cuando comenzaron las visitas (o allanamientos) de las inmobiliarias, yo no sabía qué hacer. Era novata, y sentía que los recorridos eran inspecciones y que las preguntas eran interrogatorios. Creía que los que venían a ver mi casa eran todos técnicos de casa FOA, catadores del diseño y el buen gusto, y que mi casita no cubría las expectativas.

Hoy, las cosas cambiaron radicalmente. Escucho que estacionan frente a mi casa, y se abre el telón. Un par de horas antes, me tomo el trabajo de averiguar quiénes vienen, edades, niños, estado civil, etc. De esa manera, disfrazo la casa a gusto del consumidor. Cuando llegan, las luces, la música, el aroma que emana de la cocina, todo está ambientado. Yo me ubico sobre el sofá con un libro especialmente elegido para la ocasión y, con talante plácido, reflejo una armonía absolutamente falsa.

Pero las chicas de las inmobiliarias, ellas sí que no saben callar.

“¡Hola! ¿Podemos pasar? (!!) Buenísimo, gracias. Pasemos, vengan, pasen… eeeeso. Pasen, pasen. (Y mete 9 personas en el pasillito de la entrada que es de 1,50 mts x 1 mts). Bien, bueno, a ver si puedo cerrar la puerta para que no entren los mosquitos… ahhh, listo! Es que acá los mosquitos son Hércules, jaja… bueno. ¡Ahora sí! Cómo ven, este es el hall de entrada, bien amplio. (¿Ampliooo?) Acá pueden recibir a toda la visita." (!!) Mientras tanto a mí, sentadita en el sofá, me viene siempre la misma imagen de la película Matrix dónde a Neo se le borra la boca.

“Vengan por acá… entren” (Cuando se asegura que están todos aglutinados entre la heladera y el horno, asevera:) ”¡Ésta es la cocina!... (Un día de estos la voy a aplaudir)… “Como ven, tiene alacenas…” (y enumera todo lo que salta a la vista) “Uy, parece que llegamos justo para la comida, ¡que rico! Era chiste, no te preocupes. Muestro la casa rápido y no molestamos más” (Por enésima vez, logró poner a los clientes incómodos). Ametralla un par de frases antes de retirarse y se marcha, con los clientes y las oportunidades.

El plan sistemáticamente se arruina. Una y otra vez. Y no es que sienta que soy Adrián Mercado, pero tengo el atino de saber cuándo callar. Buehhh, no tanto. El sábado pasado, un interesado me consultó sobre la calefacción y yo, que ya estaba tentada porque me imaginaba la moto y la campera de cuero y el “Arde la ciudad”, le dije: (textualmente entre risas) “La calefacción es por loza radiante, pero pará… a vos te dicen que te pareces a alguien, no?!”. El señor miró a su mujer y me retrucó: “No sé, decime vos. ¿A quién me parezco?”. Bueno, lo que viene me da vergüenza propia: “Pero si sos igual a Amado Boudou, iiiigualll”. Por la cara que puso, pude deducir su antipatía por el vicepresidente. A estas alturas, sólo yo me reía, y me reía a carcajadas. Pasé de la loza radiante a la calefacción por temperatura corporal. La chica de la inmobiliaria, que increíblemente permanecía callada, no pudo disimular su disgusto. Ellas, yo, todas hablamos de más. ¿Por qué no podemos quedarnos discretamente calladitas?

No sé qué pasará con mi casa, la cuestión es que no se alquila.


 
 
 

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¿Quién está detrás de
Pajas Bravas? 

Me llamo Valy. Desafortunada en el juego, tengo toda mi fortuna en casa. Soy mamá de tres varones y de una mariposa que voló hace cinco años. Atrapada en un duelo durísimo, encontré la salida a través de Pajas Bravas, el rincón que me liberó y desde donde hoy simplemente escribo...

 

Y justo, cuando la oruga pensó que era el final, se convirtió en mariposa

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