59. PASIONES
- Pajas Bravas
- 19 may 2014
- 2 Min. de lectura
Vivo con cuatro hombres de todas las edades. Bahh, vivo con ellos y convivo con sus pasiones, y veo como evolucionan del plástico al metal.
En casa se habla de temas propuestos por la testosterona, y mi estrógeno calla. Lo que para mí es un medio de transporte para ellos, los ingenieros automotrices que desayunan en casa, son horas de debate. Algunas discusiones son muy profundas. En otras ocasiones, podrían ser panelistas de un canal barato. Pero siempre le ponen tanta pasión que les creo todo lo que exponen, lo de los pistones, las bujías, los cilindros en V y todo eso tan fundamental. También me toca contestar preguntas centrales: “Ma, si te regalan el Pagani Huayra, ¿te lo quedás?”, “¿Qué preferís, el Lamborghini Veneno o el Aventador?” ¡Qué sé yo! No me interesa. Obviamente me quedo con el Pagani Huayra, y obviamente lo vendo y me voy de viaje.
De autitos coleccionables al Audi R-8, de avioncitos de papel al Super Etendard, de las Nerfs a las armas de fuego, de los cuchillitos descartables a los facones. Ellos y sus temas. Antes creía que eras gustos adquiridos, hoy creo que es privativo del varón. Porque desde muy chiquitos ya miran la pelota con amor, se suben al triciclo y se imaginan que andan sobre una Transalp, siempre disfrazados de superhéroes, creen que con el arma que se fabricaron pueden cambiar el curso de los acontecimientos. Las onomatopeyas son pulverizadores de saliva todopoderosas. En la mayoría de los casos, emiten sonidos potentes de radiación y sus movimientos son enérgicos e intensos. Son héroes en ascenso.
De grandes, la cosa no cambia mucho. Son capaces de dominar la imaginación y aquietar el paroxismo que les produce la fiebre de sus pasiones. Pero en el interior, las brazas arden. Y se encienden cuando los pasa un Camaro o empieza el partido. Se les acelera el pulso si ven un Mustang estacionado, y pasan del pulverizador al riego por goteo si huelen el aroma de un asado humeante. En un combate padre – hijo en la Play, en la pileta o sobre la cama, es complejo distinguir el adulto del menor. Son seres hechizados, poseídos por sus pasiones. En esos momentos tan masculinos, no percibimos raciocinio en éstos hombres, que son los mismos hombres que en otras circunstancias, se quejan de las mujeres y sus temas.
Por suerte no hay que compartir absolutamente todo. Tampoco competir. Simplemente convivir con nuestras pasiones y las suyas, y dejarnos vivir mutuamente.
Como solemos cantar: "Live and let live" (Vivir y dejar vivir). Ellos, nosotras, sus bielas, nuestras cremas, sus paseos por Easy, nuestras compras por catálogo, sus whiskies, nuestros daikiris, sus pasiones y las nuestras.
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