58. PERSONALIDAD MÚLTIPLE
- Pajas Bravas
- 15 may 2014
- 2 Min. de lectura
Empecé a escribir este artículo hace días sin lograr darle forma. Lo leía y lo dejaba porque no podía cerrar el concepto. Ahora, en perspectiva, pienso que le estaba dando un enfoque equivocado. Ser una persona flexible no implica ser falto de personalidad. Se trata de una persona con idiosincrasia maleable, con todas las virtudes que ello supone.
Mi pelo fue, una vez más, mi inspiración. Le dije a mi marido: “Prefiero lacio y sucio que enrulado y limpio”. Y en ese estado partimos a una reunión familiar. Pero la frase me golpeó el orgullo y me dejó pensando.
De chica, fui una novia camaleónica. En cada caso, me camuflé con el color más conveniente. He fingido ser una chica de entre-casa, amante de los devocionales, el tejido y las trenzas. Escuchaba a Marcos Witt (esto es bochornoso) con una mantilla en la cabeza mientras recitaba los libros de la Biblia. También fui Xeneize a ultranza para estar a tono con el pibe engominado que intercalaba los rugidos de la Coupe Fuego con los acordes de “Lloran las rozas”. Salí con un deportista y me compré un jogging prometedor pero incumplidor. En otra oportunidad, caminé las Sierras de Punilla a sol y sombra con un chico incansable. Por él me teñí el pelo de negro y quedé inmunda. Hoy recorro kilómetros en compañía de mi marido, de su “mate viejo galleta” y de los muchachos: Cafrune, Los Chalcha, Merlo, Falu y Larralde. De tanto en tanto, me sale un grave de “malaya dirlo sabiendo” y me emociono con "Pantalón cortito", no voy a negarlo. Pero, ¿y a mí? ¿Qué me gusta? Nunca me lo pregunté. No sé. Creo que todo.
Es curioso que todos estos personajes, tan antagonistas algunos, hayan convivido en armonía. La única explicación que encuentro es que mi naturaleza se basa en la adaptabilidad. Y la verdad, tampoco me parece que sea ni grave ni malo. Solía sentir que me había salido de mi envoltorio original y que, como cualquier cosa que se saca de su caja, era imposible volver a doblarme de la misma manera y embalarme. Y peor aún, sentía que mi etiqueta de Copyright ® ya no se leía. Ahora no lo veo tan así. Tendré una personalidad dúctil que me permite emocionarme en peñas, vibrar con la guitarra de Knopfler o aullar “Señora de las cuatro décadas”, leer Hemingway y Cincuenta Sombras, erigirme sobre pilares fundamentales como el amor, la salud, la familia y el pelo lacio y sucio frente a enrulado y limpio. No pasa nada, no lastimo a nadie, y me hace tan única como cualquier persona que enarbole la bandera de personalidad propia, exclusiva y particular.
En otras palabras, sintiéndome dueña de este pensamiento, opino que puedo ser la franquicia de varias personalidades y considerarme local.
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