53. MIS PROCESOS GEOLÓGICOS

Del corazón del magma, se forma un manto de rocas primarias que son el punto de partida en la corteza para la existencia de otras rocas. La composición de ese magma originario es único según cada región, y sobre él se levanta el relieve topográfico gracias a los procesos geológicos que operan en la superficie terrestre. A mi me pasa lo mismo. Fui creada en base a mi magma y su composición única, rica en sustancias ácidas y celosas. Sobre este manto primario, del que no me enorgullezco, fui creando con gran esfuerzo y a base de muchos golpes, esto que hoy soy. De chiquita fui muy celosa de mis padres y sobre todo de mis hermanas, sinceramente creía que todo sería mejor sin ellas. Que irónico, ¡hoy las necesito para respirar! Luego, ya más entradita en edad, fui muy celosa de una amiga de la primaria. Nos autodenominábamos Flora y Fauna, claramente no entraban más conjuntos de seres vivos en nuestro círculo íntimo. Durante mis licencias por maternidad, fui exageradamente desconfiada de quienes ocupaban mi puesto de trabajo como suplentes. De novia, fui un asco. Extremadamente insegura, llegué a hacerle la vida imposible a una compañera de facultad de mi marido porque ella se lo devoraba sin disimulo. La guerra duró meses, y como es evidente, gané. Pero de adentro mío salió la lava más enardecida y exacerbada que jamás habría imaginado. Bueno, pero sobre el manto acalorado, los procesos geológicos. La madurez y finalmente la seguridad en mí misma, funcionaron como evaporación y precipitaciones que calmaron el ardor. La meteorización de los sucesos que viví, mejoraron el relieve. El paso del tiempo, que erosionó y sedimentó la zona con cualidades mucho más templadas, trajeron alivio. El miércoles pasado me sometí a una cirugía, motivo por el cual desaparecí de Pajas Bravas por unos días. La operación era muy simple, sin riesgo alguno. Pero el magma se caldeó. Y se encendió la llama primitiva de la cual, evidentemente, no puedo deshacerme porque se trata de la persona que soy. No podía dormir pensando que sucedería si yo muriera. A lo único que le tuve terror, en serio, lo único que me helaba la sangre, era imaginarme a mis hijos correteando por las sierras con ésta nueva señora a la que le decían: “mamá”. El día de la cirugía, lo miré a los ojos a mi marido con un lagrimón rebalsando el embalse de mis ojos, y le pedí que me jurara que no dejaría que eso sucediera. Aquí estoy, disfrutando nuevamente de la vida, riendo de mis miedos, haciéndolos públicos, porque soy una máquina errante. Pasaron los días, y con meditación pude entender que lo único realmente importante es la felicidad de mi familia. Veo en ellos el amor que me tienen, me encuentro en sus gestos, en sus humores, en sus ironías. Haber movido la lava en la que me monto, me hizo entender que no debería temerle a mi ocaso, y en consecuencia a mi extinción. Yo no prescribo. Siempre seré su madre. De nuevo los procesos geológicos, de nuevo la paz. El magma se aquietó en mi interior. Por eso, si mis hijos necesitan llamar “mamá” a esa yegua mal parida, es un hermoso mensaje de amor.

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