51. MI ADONIS CASERO
- Pajas Bravas
- 25 abr 2014
- 2 Min. de lectura
Podría sentirme estafada y hacerles juicio al grupo de escritoras que se dedica a endiosar a los hombres. Lo podría hacer sin perjuicio alguno de nuestro derecho a reclamar. Seguramente exista la carátula que contemple la estafa emocional y falsificación de la personalidad masculina, modificándola con un fin lucrativo de hacerlos parecer verdaderos seres encantadores y vender más copias. Por este motivo, genias como Florencia Bonelli son exitosas, porque nos regalan personajes que nos dejan de cama. Pero, pasa el tiempo y me doy cuenta que no fue tan malo creer en la perfección. Porque no se trata de conseguir el hombre que es intersección de los conjuntos A=(Raja la Tierra), B=(Inteligente & Culto), C=(Trabajador), D= (Romántico, Caballero y Sensible), E=(Rudo, Fuerte y Macho) y F=(Fiel), porque no existe. El problema es pretender encasillarlos ahí, en esa unión de todos los conjuntos de lo que quisiéramos que fueran. No es posible. ¿Por qué digo que fue positivo creer en la perfección? Porque me encuentro enamorándome a diario de mi hombre una y otra vez. Lo miro arrojando las medias al canasto de ropa sucia, y se le marcan los omóplatos. Es Cristián Sancho y está en mi cuarto. Estamos mirando un programa de preguntas y respuestas, y le fluyen insaciablemente las respuestas de historia. Lo miro y siento que duermo con Félix Luna y yo soy su Alfonsina. Siempre en estado de encandilamiento crónico, prácticamente desconozco el color de los ojos. Pero cuando logro centrarme en el cielo de su vista, es Hugh Laurie y yo quiero ser su piano. En luchas caseras, me practica una llave ninja y quedo inmovilizada el tiempo que él determine necesario. Es Sergio Maravilla Martínez y yo la minita que camina el perímetro del ring. Habla de economía y dice “las paritarias” o “desdoblamiento cambiario” y yo me derrito frente a mi Martín Redrado. Lo veo, en Uruguay, partiendo a caballo para separar toros mañeros. Entonces, levanto mis polleras y salgo corriendo con lágrimas en los ojos a despedir a John Wayne, sabiendo que posiblemente sea el último adiós. Con el disco de arado, un pedazo de carne y algunas verduritas, es Francis Mallmann y yo su fuego. Puedo seguir hasta el hartazgo. La magnificencia de mi hombre se encuentra en la mezcla proporcionada de todos estos atributos. Se logra un galán, un cómico, un héroe, un ilustrado, un chef y un economista por vez. Esporádicos. El problema es solamente nuestro si deseamos que sean todos estos personajes juntos y al mismo tiempo. El día que pretenda eso, tomo los libros de Florencia Bonelli y me dejo estafar una vez más. ¡Gordo, te amo!
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