50. SI HAY MISERIA, QUE NO SE NOTE
- Pajas Bravas
- 24 abr 2014
- 3 Min. de lectura
(Una aclaración antes de leer lo que sigue a continuación. La foto que elegí es durísima, pero hay miles de fotos MUCHO más duras aún. Chicos con las costillitas marcadas, chicos de diez años cargando en brazos a sus hermanitas de tres. Hay una foto muy famosa, que es un espanto, de un chiquito africano muriendo de hambre, con un ave carroñera esperando el desenlace a un par de metros de distancia. Horrible. Coincido. Verlo, es horrible. Pero padecerlo, no tengo idea. Por este motivo, es que elegí la foto. Creo que es fundamental que los problemas no se tapen. Para sentir compasión, ternura, piedad, tristeza, o cualquier sentimiento que pudiera nacer en nuestros corazones, hay que conocer la dificultad y hacerle frente. Me asusta una sociedad de monos cubriéndose las bocas, los oídos y los ojos. Me aterra). Déjenme llevarlos al estacionamiento subterráneo de la Ciudad de Buenos Aires. Vengan conmigo y hagamos empatía juntos. Es un lugar frío y húmedo. El aire está viciado, cargado de gases y el suelo mugriento. ¿Pueden verlo? En estas condiciones dormía ayer una persona, postrada en soledad, escondida entre autos. Pasé a su lado y, cuando me percaté de su existencia, me asusté. Miré rápidamente para asegurarme de que se trataba de una persona, y seguí mi camino. A las dos horas, regresando de la consulta del médico, volví al mismo escenario. Ésta persona seguía tendida, acostada sobre su ropa, pero se había volteado. Del susto inicial, pasé violentamente a esa lástima que hace doler las entrañas. Se trataba de un niño de no más de diez años. Sólo, él y su alma, tumbado por la vida, en la desolación de la gran ciudad. ¿Y si fuera mi hijo? ¿No me hubiera recostado a su lado y lo hubiera abrazado y llenado de besos hasta calentarle el cuerpito? Que no me quepa la menor duda que no me hubiera dado asco la mugre del niño ni la suciedad del lugar. Se me estrujó el corazón. No tenía ni un alfajor para dejarle. No tenía nada para ofrecerle. La historia continúa. Me acerqué al cajero para pagar y le pregunté si estaba al tanto de la existencia de aquel niño. Me contestó: “Sí, me avisaron. Ya llamé a la policía para que lo retiren”. Me sorprendió la respuesta, pero fue mi amiga la que me tradujo la frase. La gente se queja, no quiere ver miseria, no quiere sentirse mal, incomoda o en falta por poseer. Entonces piden que los retiren. Lo mismo hacen en los restaurantes. Piden que los retiren, y siguen comiendo, ahora sí, sin culpa y agrandando sus combos. ¿Será tan así? ¿Puede ser que seamos tan bestias? Yo sé que es difícil desde el uno a uno hacer algo, que es trabajo del Estado estar pendientes de estos chiquitos, pero si lo que escucho todo el día es la guerra declarada de patear la culpa para el otro arco, estos chicos están doblemente abandonados. No importa si son niños de los noventa o de la década ganada, eso de nada importa. Si de chicos los tratamos como perros, ¿no es lógico que nos muerdan de grandes? Es un tema muy profundo, dónde yo soy la primera ignorante que no sabe qué hacer para ayudarlos. Sólo pido que recapacitemos como sociedad, cuidemos a nuestros niños, que son solamente eso, niños. Si se toman el trabajo de hacer empatía e imaginarse a sus hijos en la calle, con frío y hambre… por favor, visualícenlos… ¿no se les estruja también el corazón?
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