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48. PARÉNTESIS

  • Pajas Bravas
  • 20 abr 2014
  • 2 Min. de lectura

Tengo la impresión de que le debo gratitud a mi maestra de matemática. Acabando este fin de semana largo, tuve una remembranza. Tuve la sensación de estar frente a ella y que por fin comprendía lo que me explicaba una y otra vez con tanta paciencia: “No, no, cariño. Así no. El resultado no está correcto porque no tuviste cuidado con las prioridades. Siempre, corazón, siem-pre hay que resolver lo que se encuentra dentro del paréntesis. Si no resuelves eso primero, no podrás con el resto”. Aquí estoy, dentro del paréntesis, queriendo resolverlo para poder abordar el resto del problema… la vida cotidiana. Dentro del año laboral, de las rutinas, de los deberes y obligaciones, se encuentran estos paréntesis de tres o cuatro días de descanso. Se vuelven pequeños problemas concentrados de espesa magnitud. Por empezar, mi apetencia. Comencé con el desayuno del jueves, y de corrido comí hasta el domingo. Siempre con el mismo pretexto que me lleva al libertinaje gastronómico de considerar que, si ya es un desenfreno de calorías, de nada cambia que deje el último churro. Y ahí estoy, transformándolo en bolo alimenticio. Mis hijos son también parte de éste paréntesis. En tan pocos días perdieron el control de los hábitos que adquirieron en un mes de clases. No tuve el coraje de discutir con ellos rutinas simples como irse a dormir en un horario pediátrico, o peinarse. No examiné la lavada de dientes ni pasé el peine fino. La comida tampoco fue prioritaria: “¿No querés comer? Bueno, no comas. Jorobate. No hay nada hasta la noche” (… y abro un paréntesis dentro de éste paréntesis para explicar que, una vez más, yo terminaba de tragar lo que quedaba en mi plato, apilaba el plato de mi tesorito y le hincaba el diente a eso también). Los gastos, otro dilema. Con mi marido y unos amigos, disfrutamos los días con gustitos que uno no se da en el día a día. Salimos a recorrer, paseamos, comimos afuera, tomamos unos ricos vinos, en fin, gastamos. Cada centavo valió la pena, fueron días de descanso, disfrute, risas y deleite. Fue gozo en bruto. Es tiempo de solucionar el paréntesis. Hay que volver a ubicar todo en su lugar, y lograr resolverlo para después encarar el verdadero problema, el día a día. En mi caso, deben desvanecerse las justificaciones a la manera voraz de sustentarme y decreto verdura en los días venideros. Es el primer paso para recobrar la normalidad. Con respecto a los chicos, viven bajo el tipo de gobierno denominado monarquía absoluta. Ellos no son problema. Enseguida entenderán que deben cenar la comida que se sirve en la mesa, concluirán que es obligatorio peinarse y cepillarse los dientes y que la hora de dormir es arbitraria. Por último, los gastos. Ajustaremos un punto el cinturón para no sentir el cimbronazo. Pero esto tampoco será problema, porque fue tan grande el regocijo, que sin hacer demasiadas cuentas, por aproximación nomás, ya sé que el resultado de este paréntesis fue muy positivo. Ahora sí, ¡a encarar el problema!

 
 
 

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¿Quién está detrás de
Pajas Bravas? 

Me llamo Valy. Desafortunada en el juego, tengo toda mi fortuna en casa. Soy mamá de tres varones y de una mariposa que voló hace cinco años. Atrapada en un duelo durísimo, encontré la salida a través de Pajas Bravas, el rincón que me liberó y desde donde hoy simplemente escribo...

 

Y justo, cuando la oruga pensó que era el final, se convirtió en mariposa

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