41. LOS URUGUAYOS

¿Habré tenido suerte y me habré topado sólo con gente linda? ¿Habrá sido suerte o el uruguayo es simplemente así, lindo? Los ves caminando con sus maletines, sus preocupaciones y el mate; con sus carpetas, sus hormonas y el mate, o sencillamente ves el mate. Somos tan parecidos, pero tan distintos. Más quisiera parecerme, volverme más sencilla, depurar mispensamientos y tolerar más al prójimo. Son el vecino ideal, con quién no quisiera pelearme nunca. Somos hermanos, crecimos juntos, tenemos el mismo ADN, los mismos climas, las mismas vacas, pero de su lado todo es un cachito más lindo. Tienen campos ondulados, tienen la porción más bonita del Río de la Plata y… ¡comen chivitos! ¿Será porque el pasto del vecino siempre es más verde? No sé. Lo que sé es que, si pienso en una reunión llena de uruguayos, se me llena la cabeza de imágenes estáticas de gente riendo a carcajadas, algún trozo de carne bien jugoso y un vino argentino suntuoso y pomposo (bien argento). Los charrúas hablan dos tonos más grave que cualquier otra raza humana, no pueden evitar el “ta” ni el “¿ta?” (no pueden) y solamente alardean de sus mates, de la temperatura del agua y de su yerba… ¡brasilera! El uruguayo es franco y austero, tremendamente generoso y hospitalario. Componen una sociedad heterogénea gobernada por un cuadro en vida de Florencio Molina Campos. Contrariamente famosos por el esfuerzo y arrojo de Parrado como por la soberbia y arrogancia de Vitette Sellanes, ellos son pioneros en la estimulación del trabajo en equipo. Uruguay es un gran país, mucho más lindo por la gente que lo compone. Más allá del grosero, del tuerto y la terca; más allá de Botnia y los ecologistas, de Forlán y Zaira, más allá de todo, sigamos este viaje unidos. Porque si ellos, nosotros, ustedes, vos o tú nos peleamos, sencillamente nos devoran los de ajuera.

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