38. LOS MENOS MALOS
- Pajas Bravas
- 26 mar 2014
- 2 Min. de lectura
Anoche fuimos al cine y vimos (a moco tendido) “12 años de esclavitud”. ¡Qué buena película! Al visualizar el sufrimiento, uno alcanza a comprender las semejanzas entre el ser humano y la escoria. Los malos, son malos. Lo fueron y lo serán toda la vida. Son ruines y despreciables, pero son pocos y puros. Firmes y sólidos en sus convicciones, seguros de tener razones suficientes para llevar a cabo las injusticias y no sentir culpa alguna por ello. Es muy fácil odiarlos. Al abominarlos y maldecirlos, por la catarsis misma, los expulsamos como granos. Pero los que me produjeron nauseas, fueron los “no tan malos”. Son la enorme masa de gente que permanece inalterable entre el vil desecho humano y los martirizados. Son almas paralizadas por la cobardía. En muchos casos no están de acuerdo con los tormentos que se practican, pero callan volviéndose cómplices. ¡Qué asco sentí! La tibieza con la que actúan, sus conciencias en suspenso. Estáticos a causa del temor, miran con retraimiento las desgracias ajenas. Cuando dejo un vaso de vidrio al alcance de la mano de mi bebito y, sabiendo que lo va a tirar, lo dejo de todas formas, la barrida de los vidriecitos en el piso es en la mayor de las furias posibles. Básicamente por la imprevisión, pero mayormente porque no tengo con quién enojarme más que conmigo. Creo que es un poco lo que me pasa con estos pusilánimes, de golpe me vi vergonzosamente reflejada. Cuantas veces presencié actos de abuso y por temor a padecerlos, me acobardé y callé. Y de pensarlo, al saberme responsable, me da bronca. Peor aún, rabia. No puedo enojarme con ninguna otra persona más que conmigo misma, por maleable. Dios me libre de empantanarme en la blandura de una personalidad sin agallas. De verdad, le pido que me aliente a seguir mis convicciones. Que no deje que nunca nadie me obligue a hacer algo de lo cual no concuerdo. Prefiero que el error sea mío por mérito propio. Que en el daño causado halle mi autoría y mi convicción. Porque provocar un perjuicio sin convencimiento y bajo la certeza de estar manipulada, sería razón suficiente para ubicarme del lado de los malos, de los “repugnantemente malos”.
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