36. ESTRAGOS DE UNA INSEGURIDAD I: RENOVACIÓN DE LA V.T.V.

Manejando, soy Tom Cruise cantando Free Fallin’. Recorro kilómetros diarios, mastico pistones. Tomo las curvas en velocidad, una mano en el volante, la otra balconeando canchera por la ventana. Puedo ser avasallante y pendenciera. Doblego las intenciones de los camioneros, amanso a los colectiveros prepotentes. Mi auto es una extensión de mí ser. Mi manejo es tirano, domino la calle. Soy Ayrton. Irónicamente, las renovaciones de la VTV (Verificación Técnica Vehicular) son, y lo digo con toda seguridad, los peores momentos de inseguridad de mi vida. Me agarran crisis de vacilación perplejas. Oscilo y me bamboleo entre dudas. Soy la imprecisión hecha carne. No hay exageración alguna en los hechos que relato a continuación. Fue un continuado de titubeos que se fueron empeorando a medida que la inseguridad iba ganando terreno. ESTO OCURRIÓ AYER EN EL PREDIO DE LA VTV: Me está por pedir que le muestre el matafuego. Por favor, que no examine la fecha de vigencia, seguro que está vencido. -“Sra, ¿matafuego? “ -“Si claro, lo tengo en el baúl” Vamos juntos hasta el baúl y yo no puedo creer cómo me traiciona la boca. -“¿Quiere ver la fecha de vencimiento?” (Ahhh, soy una idiota) -“No Sra, no hace falta. ¿Balizas?” -“Sí, claro. ¿Se las muestro?” (… ¿a las TETAS? ¿Cómo le voy a preguntar así? ¡Qué idiota!) -“Si” Aunque se haga el profesional, es obvio que en su “SI”, hubo fiesta. -“Vuelva al asiento que revisamos las luces”. Ahora me imploro concentración. No puedo repetir el mismo papelón del año pasado. Manejo hace casi veinte años. Esto debería ser pan comido. -“Limpiaparabrisas” Le doy a la palanca. (Uy, que boluda. Me dijo limpiaparabrisas). -“Perdón, me confundí de palanquita” (Ayyyy, ¡¡¡cállate!!! No le expliques, tonta. Tengo que apagar el guiño que puse por error y estoy tildada. No me acuerdo como se apagaba. Soy patética) -"Bien señora, apague el guiño y prenda los limpiaparabrisas". -“Si, ahí va. Espere que estoy en eso.” (Estoy tildada, juro que no me acueeerdoooo. ¡Ahhh, sí! Qué boluda.) “¡Listo!” (Claramente la euforia estuvo de más) -“Bien. Ahora guiño derecho”. (El derecho. Pará. El derecho. ¡Bien!) -“El izquierdo”. (Fácil, el otro) -“Aprete el freno”. (… Me mira. ¿Qué le pasa? ¿Por qué me mira? ¡Pucha!, no debe funcionar) -“Aprete el freno”. (¿Y qué estoy haciendo? Estoy apretando el pedal a fondo, casi que tengo el pie en el radiador… Qué momento incómodo. Me sigue mirando, no entiendo... Ahhh, que boluda importante. Estoy apretando el embrague) -“Ahora las balizas” Se escucha que sonido de las cerraduras del auto, todas las puertas se bloquean. Es porque el botón del cierre centralizado está justo al lado del de las balizas. Obviamente, apreté el equivocado. -“Ahí va, espere que no sé por qué se cerró el auto. (A éstas alturas, el señor se debe dar una clara idea). -“Ponga la marcha atrás pero no retroceda”. (¡Ya sé! Obvio que no tengo que retroceder. Ya me está tratando de boluda. Tengo que meter la marcha atrás con mucho cuidado para evitar ese ruidito que hace. Despacio, despacio…) JJJJJJCRACKKKKKKHHHJJJJJJJJJ (Ayyyy, ¿será posibleeee?) Salgo del examen con la oblea en el parabrisas que me habilita a circular con éste auto un año más. Voy despacito hasta la salida del predio. Me siento ausente. Pongo el guiño y me quedo expectante, temerosa. Tiemblo. Desconfío de mis decisiones. Camiones y colectivos me dan pavor. Avanzo intranquila. Soy mansa y humilde. Manejando soy una gallina. Reconozco que es una inseguridad ridícula que, contada de esta manera burlesca, parece trivial. Pero me pa-ra-li-za. Por eso elegí esta frase para describir los estragos de la inseguridad: “Es tan grande el daño que hace al hombre la inseguridad, que llega un momento en el que cambia la personalidad”.

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