34. LA QUERENCIA

Estoy atravesando una pequeña pero profunda crisis, la de andar sin rumbo, desorientada. El que avisa, no traiciona. El término “querencia” siempre me remitió a un término gaucho. La imagen de una querencia era la de un rancho; los aquerenciados, los peones. Yendo más profundo en mi psique, la querencia era la inclinación que tienen los caballos a volver al sitio donde tienen costumbre de acudir. Primero tantean al jinete, prueban su competencia, y si averiguan que pueden dominar la situación, el caballo y el jinete vuelven juntos a ese sitio donde manda el corazón, la querencia. En un par de meses, mi familia y yo nos enfrentaremos a una nueva mudanza. De golpe y al galope, me siento un caballo que es forzado a alejarse de su refugio. Me encuentro peleando contra esta separación, queriendo dominar la situación y enfilar mi trote hacia ella. Esto no me había pasado nunca, las mudanzas fueron siempre momentos de euforia y bonanza. Pero ésta es distinta. Dejo la casa donde acuné a mi hija, dónde fuimos una familia completa. En aquellos tiempos los días no eran para nada felices, pero mi alma tampoco era el alma mocha que por momentos arrastro. Y hoy, en ésta casa donde aún vivimos, hay recuerdos de ella en cada rincón, ella está presente. Su cuarto, el lugar donde se durmió en paz, mantiene en sus colores su espíritu. La casa nueva no tiene su aroma. No la voy a ver a Carola en estos nuevos ambientes. Tengo que dejar que los acontecimientos lleven las riendas y dejar que me monten a destinos desconocidos. Tengo que esforzarme en imaginar que la llevo conmigo, que no la dejo en su cuarto. De ahora en adelante vamos a escribir capítulos nuevos, pero para incluirla, forzosamente debo llevar a mi gorda en el recuerdo del corazón. Si bien el duelo está hecho, hay una parte material de mí que necesita aferrarse a sus cosas. Y me da mucho miedo volver a sufrir su ausencia. Ahora comprendo mejor el término de “querencia”, yo misma me aquerencié. Cuando no sea necesario ocultar las lágrimas, cuando note que puedo dominar al jinete, ciertamente rumbearé mi corazón hacia su cuarto, entre sus juguetes.

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