32. UN LLAMADO A LA PAZ
- Pajas Bravas
- 13 mar 2014
- 2 Min. de lectura
Gente ¿qué nos pasa? ¿Por qué nos odiamos tanto? Y no hablo bajo la influencia de ningún partido político, ni bajo el lema de alguna ONG, ni mucho menos presionada por alguien. Hablo simplemente como argentina que anhela volver a sentir la hermandad entre nosotros, una persona que ama la vida. ¿Qué nos pasa? ¿Por qué nos odiamos de esta manera? ¿Por qué perdimos el amor y el respeto al prójimo? Hace unos días leía un artículo en el diario y se me heló la sangre cuando me detuve en los comentarios de los lectores. El artículo era sobre el fallecimiento de un joven unos días atrás. Algunos comentarios eran humillantes y sumamente dañinos. Hablaban y criticaban al muchacho por ser joven y tener ganas de practicar un deporte que, según estos entendidos, es un deporte de mucho contacto físico, por ende, la causa de su deceso. También lo tildaron de ricachón, desacreditaban a los padres por haberlo descuidado, insultaban, difamaban, juzgaban y deshonraban el nombre de este pobre chico, victima de un problema cardíaco; y del resentimiento y el desprecio de algunos. Hace un rato, aún descompuesta por el odio y la falta de empatía de estos comentarios detestables, me encuentro saboreando el mismo amargor. Otra victima, otra circunstancia. Un discapacitado llevaba a su mujer embarazada al hospital cuando ciertas personas no le permitieron el acceso por el puente Avellaneda, lo golpearon, le rompieron la pierna ortopédica, lo arrojaron del puente, y ahora está internado gravemente herido. Otra vez ciertos lectores dispararon su artillería a diestra y siniestra. Algunos increpaban a los sindicalistas con animosidad, los menospreciaban por su condición de trabajadores, los ofendían con descalificaciones malintencionadas, hacían bromas con el color de su piel o de su pelo. Por otro lado, los que defendían el accionar de los sindicalistas por su derecho a huelga, ironizaron y se mofaron de la discapacidad del pobre hombre. Nuevamente, estamos frente a otra victima de este odio desenfrenado al que nos estamos acostumbrando. Es horrible esto que cuento, pero es verdad. Nos estamos matando unos a otros. Aunque no sea nuestra intención pertenecer a un bando determinado, al optar por un deporte, al vivir en una zona geográfica, al adoptar una religión, un partido político, un sindicato, nos ubican de un lado o del otro sin nuestro consentimiento. Hay odio en las calles, en las casas, en la tele, en Internet; hay odio instalado en los corazones. Se ha perdido el valor de la vida. Se ha perdido el respeto. Estamos viviendo en una selva sin orden ni tolerancia. Gente, ¿qué nos pasa?
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