26. ENIGMAS
- Pajas Bravas
- 28 feb 2014
- 3 Min. de lectura
Juro solemnemente que todos los sucesos que relataré a continuación sucedieron en un marco de completa salud, tanto física como espiritual, y en pleno uso de mis facultades mentales. Se trata de esos misterios sobrenaturales que la ciencia no puede explicar. ¿Fortuitos? No creo. Acá voy, esto pasó ayer. Aprovechando la ausencia de mi marido, la programación de la televisión cayó en mi competencia. Ellen, que hasta hace un par de horas era lo único que sabía de ella, es la conductora de un programa norteamericano. Seguramente es muy conocida y debe hacer picos de rating escalofriantes pero yo simplemente la conocía de vista. Ayer, mientras intentaba que Benjamín cediera ante la siesta, Ellen me conquistó. Fui espectadora de todo su programa, me enamoré de ella, me sedujeron su humor y su ironía. Esperé hasta el final para conocer su apellido. Resulta que se llama Ellen Degeneres. Esa misma noche con Benjamín en brazos, misma posición, misma misión, vimos “Buscando a Nemo”, versión en inglés. Por alguna extraña “consecuencia” inexplicable necesité indagar los nombres de los actores que dan las voces a los personajes. Créanme, se me heló la sangre. La voz femenina de Dory, es la de Ellen Degeneres. Traspiré frío. En otra oportunidad viajábamos con mi marido y los chicos en auto. Veníamos disfrutando del trayecto cuando tuvimos que desacelerar la marcha frente a un numeroso grupo “inesperado” de ciclistas. En ese mismo instante, la programación de la radio decidió poner al aire el tema de Queen llamado “Bicycle”. Con Freddie Mercury de fondo cantando: “I want to ride my bicycle”, varios de los ciclistas cayeron al asfalto. Raro. Me ha pasado en infinidad de oportunidades estar pensando en una persona, que suene el teléfono y que sea esa persona. Es, aunque sea, llamativo. O tararear un tema musical y escucharlo en la radio. También, perder algo por semanas y encontrarlo en el lugar más ridículamente visible como si se tratara de la broma de algún duende, eso es escalofriante. De alguna manera, predestinado. Una noche de abril de 2000, mi marido viajaba en moto a altas velocidades. Yo iba un par de metros detrás, manejando mi auto. Sin tiempo para poder reaccionar, un auto giró en U y mi marido voló por el aire. Tiré el auto al costado de la ruta y me eyecté para estar a su lado. No sabía si habría sobrevivido. Las piernas no me sostenían, y en el momento en que pensé que me desmayaba, apareció un alguien que tomó las riendas del asunto. No puedo recordar su rostro, pero fue él quien me ordenó que me quitase el tapado para cubrir a mi marido y me indicó que le armase una almohada. Me advirtió que juntase toda la documentación y ropa que estaba desparramada por el asfalto, y cuando llegaron los médicos, me aconsejó que me fuera con la ambulancia. Este ser que me guió en todo momento llevó mi auto al Hospital y la última vez que lo vi fue en el sector interno de la guardia donde me devolvió las llaves y me dijo que me quedara tranquila, que todo iba a estar bien. Nunca más supe nada de él, y mi marido no recuerda haberlo visto. Me pareció que el tema de lo extravagante, de lo sobrehumano, era un tema que merecía, aunque sea, unas líneas. Sobre todo, teniendo en cuenta que hace un par de semanas que estoy intentando develar el gran enigma que encierra el hecho de hacer zapping y siempre enganchar "Avatar" en el mismo momento en el que Jake Sully decide convertirse en Toruk Makto. Siempre la misma escena. Misterioso.
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