21. LOS DE ABAJO
- Pajas Bravas
- 17 feb 2014
- 2 Min. de lectura

¿Por qué por momentos me siento merecedora de todo lo que tengo? No siempre, a veces agradezco, pero muchas otras simplemente supongo que me merezco esto que tengo. Como si ya hubiera cumplido con la cuota de sufrimiento dispuesta por Dios o por Kicillof o por quién sea, y ahora solo resta disfrutar de la vida. ¿Por qué creo que soy distinta a otros que no tienen todo esto que yo tengo? ¿Cómo puedo medir el peso de mi bondad, o el grosor de mi inteligencia, o la amplitud de mi solidaridad? ¿Seré más inteligente que otros o será que simplemente tuve más oportunidades? ¿Puedo creerme solidaria? Teresa, ¿a vos qué te parece? ¿Puedo profesar que soy buena y solidaria cuando me dijiste: “Dar hasta que duela y cuando duela dar todavía más”? Nunca tuve la oportunidad de dar todavía más porque, sinceramente, nunca me dolió en primer lugar. ¡Cuánto más agradable es mirar para arriba, donde la gente anda sin bagajes pesados de desconsuelos y quebrantos! Es un camino trivial, ambicioso, menos vertiginoso, no hay fallas en el arriba, como las hay en el abajo. Arriba es el medio vaso lleno. El regocijo de los de arriba me da envidia. Abajo hay defectos en la calzada, hay imperfecciones en la pista, hay baches, surcos, zanjas, es imposible tomar atajos. Hay que atravesar cada depresión para llegar a puerto. En cambio el arriba, ¡que cosa linda! Creer que ya sufrí toda la parte que me correspondía, es andar a tranco ligero mirando hacia arriba. Los de arriba están mejor que yo, han lamentado menos, carecen de impotencias y amarguras, no conocen de hambre, miseria o pérdidas. Transitan la vida ascendiendo por los senderos del gozo y el deleite. ¡Me comparo y me siento desdichada! Pero si soy capaz de mirar hacia abajo un segundo, descubro tantas familias Kennedy, tantos Zares Nicolás II, tantas Anas Frank. Lo que pasa es que mirar hacia abajo me libera del comodín que llevo como oblea de discapacitado, que me exime de seguir llorado. Es el Jocker de la lástima que me auto-otorgué, que me redime y me exonera. Al detenerme y contemplar a los de abajo, descubro el milagro de la vida. Son seres humanos que soportan golpes inconcebibles y logran seguir adelante. Son mujeres africanas que ven morir sus hijos de hambre, son niños maltratados echados a las calles a pedir dinero, son padres de niños con capacidades diferentes que no consiguen el dinero para ofrecerles el tratamiento adecuado, son jóvenes en sillas de rueda, son judíos, son negros, son aborígenes, son sobrevivientes. Si me tomo el tiempo para pensar en ellos como lo estoy haciendo ahora y logro hacer empatía, no tengo derecho a mirarlos directo a los ojos y seguir sintiendo pena por mis tristezas. Definitivamente no entendí nada si sigo mi camino mirando hacia arriba creyendo que soy merecedora de todo esto que tengo. Porque para ellos, para los de abajo, yo soy el arriba.
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