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16. TRAPITOS AL SOL

  • Pajas Bravas
  • 14 ene 2014
  • 3 Min. de lectura

Ahí va de nuevo. Ya lo veo en posición. Salvo por las medias, está desnudo. La ducha pronta ejerce presión y hace de reloj en tiempo de descuento. Se saca la primera media con agilidad, la sostiene sobre su cabeza, la disposición de sus miembros, la postura, el enfoque en un punto determinado, la actitud, no es más que el Ginobili de mi marido en condición de arrojador de prendas con estilo. Respira y con la delicadeza de un simple movimiento de muñeca, lanza. El brazo permanece extendido hasta que la media cae. No encesta, pero hay fiesta en su cara. Está satisfecho con su tiro. Es evidente que su intención fue siempre dejarla caer en la esquinita que se forma entre el canasto de la ropa sucia y la pared. Ahí va la segunda. Repite los movimientos de un basquetbolista ninja al detalle y la media cae sobre la otra. Hay regocijo en el hombre que, ahora sí, completamente desnudo, se dispone a tomar la ducha que merece cualquier deportista. Me voy a tomar un minuto para describir el canasto de la ropa sucia. Es un canasto de mimbre color marrón oscuro, que contrasta como contrastaría cualquier objeto marrón contra una pared blanca. Para levantar la tapa, no es necesario desatornillarla ni es preciso recordar una clave. Tampoco está bajo llave. Y su función aparentemente sencilla, parece incomprensible. Noche a noche lo miro hacer lo mismo. Exageraría si dijese que son siempre partidos de la N.B.A. pero, aunque esté apurado, las medias se acumulan en el mismo rinconcito. Mis respuestas son tan variadas como humores tenga el día. Puedo intentar captar su atención gritándole a los chicos (que tampoco entienden el uso de ese canasto inmundo que mamá insiste en poner de adorno): “Chicooos, ¿a Uds les parece justo que YO me tenga que agachar a levantar estas medias asquerosas porque USTEDES no son capaces de meterlas en el canasto? Vienen YAAA mismo y las ponen en su lugar”. Otras veces espero pacientemente a que me mire mientras me agacho liberando un chistido de agotamiento mezclado con dolor de espalda y las levanto esperando un feedback que nunca brota de su parte. Sinceramente esto es algo que me molesta mucho. Y me encuentro a veces prediciendo lo que efectivamente va a hacer. Es como si se convirtiera en una obsesión. Si Silvio Soldán me preguntara: “Pajas, sin repetir y sin soplar, ¿cuáles son las cinco cosas que cambiarías de tu marido?” La primera sin dudar sería que metiera las medias sucias en su lugar. Entonces pienso. Si ESTO es lo primero que me viene a la mente cuando pienso en cambiarle algo a mi marido, tan malo no será. ¿Y si Silvio Soldán le hiciera la misma pregunta a él? ¿Cuáles serían las cinco cosas que quisiera cambiar de mí? ¿Serán tan superficiales; o requerirán de un trabajo de terapia individual, de pareja, cirugía estética, dedicación, esfuerzo o superación personal? ¿Me cambiaría por completo? Que buena meditación de mi viga versus la paja en su ojo. Ahora, sabiéndome imperfecta y llena de fisuras, podría sentarme esta noche en la cama para ver a un hombre sentirse un miembro de los Harlem Globetrotters y disfrutar del show. Eso es mucho mejor que escuchar la lista que él podría decir sin repetir y sin soplar acerca de mí.

 
 
 

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¿Quién está detrás de
Pajas Bravas? 

Me llamo Valy. Desafortunada en el juego, tengo toda mi fortuna en casa. Soy mamá de tres varones y de una mariposa que voló hace cinco años. Atrapada en un duelo durísimo, encontré la salida a través de Pajas Bravas, el rincón que me liberó y desde donde hoy simplemente escribo...

 

Y justo, cuando la oruga pensó que era el final, se convirtió en mariposa

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